Cambiar de hábitos es posible en 21 días continuos

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  • Para lograr los propósitos de Año Nuevo es necesario el apoyo de la familia y el círculo social, así como recompensar el progreso al alcanzarlos, afirmó Manuel González Oscoy

Para cristalizar los propósitos de cada inicio de año, algunos demasiado ambiciosos, estos deben formar un hábito en las personas; entre los más frecuentes están bajar de peso, ahorrar, comer mejor, realizar ejercicio, dejar de fumar, disminuir el tiempo de uso del teléfono celular y leer más libros, indicó el profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM, Manuel González Oscoy.

A partir del punto de vista de la psicología conductual establecemos patrones, lo que conocemos como hábitos, los cuales se componen con ciertos principios; es decir, aquello que nos agrada o tiene una recompensa (reforzador positivo) tendemos a repetirlo. Por el contrario, si este es negativo, como castigo o costo excesivo, no lo hacemos o nos resistimos a realizarlo.

A menudo los objetivos de Año Nuevo surgen del deseo de corregir deficiencias percibidas o establecer otras rutinas, pero estas deben constituir metas específicas y mensurables, buscar el apoyo de los demás y recompensar el progreso para aumentar la probabilidad de concretarlos, puntualizó el especialista en Psicología Clínica.

Con frecuencia, parte de los planteados durante los últimos minutos del año es una evaluación de lo que se hizo durante los 12 meses anteriores y tratar de corregir lo que se efectuó mal y trazar otros.

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Sin embargo, refirió, para establecer o cambiar un hábito necesitamos un mínimo de tiempo. El cerebro requiere que transcurra un lapso determinado para formarlos y obtener propósitos que demandan constancia; el tiempo menor que se ha establecido en estudios son 21 días continuos.

Pero si interrumpimos antes de ese periodo, enfatizó González Oscoy, sería como reiniciar, comenzar de cero. Entonces, la recomendación es ser constantes y llevarlos a cabo durante ese tiempo mencionado, preferentemente a la misma hora.

No obstante, subrayó, durante las vacaciones de invierno con frecuencia los rompemos y adquirimos otras costumbres que empiezan con el “maratón Guadalupe-Reyes”, acudimos a fiestas y consumimos distintos alimentos, tenemos otros horarios, diurno-nocturnos, etcétera.

Pero cuando debemos regresar a nuestros patrones, como volver al trabajo o a la escuela, levantarnos a una hora específica, implica dejar de efectuar una práctica que establecimos durante la etapa de descanso.

De acuerdo con el experto, hay que plantearnos propósitos u objetivos específicos, claros y cuantificables de alguna manera, porque a veces nuestros desafíos son tan abiertos o amplios que resultan difíciles de cristalizar. “Por ejemplo, bajar un kilo a la semana de los tres que subí durante las vacaciones; hacer 20 minutos de ejercicio cada tercer día (lunes, miércoles y viernes), entonces puedo darme cuenta si los estoy alcanzando o no”.

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El profesor universitario señaló que para obtenerlos, a partir de la psicología sería benéfico procurar realizarlos en compañía, ya sea de un familiar o un amigo, que sea una especie de vigilante, como una conciencia que nos indique que debemos levantarnos para ir a correr, o comer más saludable, por ejemplo.

Asimismo, dijo, como parte de esta cuestión conductista darnos pequeños premios cada vez que consiga mi objetivo a corto plazo. Es decir, “si la propuesta fue bajar medio kilo a la semana y lo logré, premiarme con una ida al cine, comprarme unos zapatos o una prenda de vestir determinada”. Por el contrario, si no se alcanzó, imponernos un “castigo”, como dejar de comprar algo que me guste durante una semana; son pequeñas estrategias que pueden establecerse de manera sencilla y que están al alcance de todos.

Aclaró que es difícil determinar si son las mujeres o los hombres quienes más concretan las metas planteadas. Lo que sí se puede asegurar es que este proceso se plantea en la edad adulta, ya que las y los niños tienen poca perspectiva de un planteamiento a largo plazo, mientras que los adolescentes van adquiriéndola durante esa etapa, pero en la adultez se tiene otra conciencia del tiempo, las relaciones, los errores, de los excesos, etcétera; ya han desarrollado un juicio sobre esas cuestiones.

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