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“No entiendo estas películas modernas”, dice Olimpia mientras toma un café con su amiga de toda la vida.

A lo que Diana le contesta: “Tienes razón. El otro día mis nietos me llevaron a ver una película muy extraña de unos monitos chiquitos y amarillos que no se qué idioma hablan. No sé los demás, pero yo me quedé dormida de lo aburrida que estaba.”

En ese instante, Olimpia recuerda que en sus años de juventud se iba a escondidas al cine con sus amigas, después del colegio. Y fue justo en aquellas espectaculares escaleras del cine Metropolitan donde conoció a su marido.

En aquellos tiempos, ir al cine era algo elegante. Las mujeres llegaban con enormes vestidos, de la mano de guapos caballeros. Todo era glamour y cada cinta era más emocionante que la anterior. No había efectos, ni asientos que se movían y mucho menos chorros de agua cayendo encima. Pero eso nunca fue necesario, la emoción de estar frente a esa enorme pantalla era suficiente.

Los actores de las películas eran verdaderos galanes. Aparecían con lujosos atuendos en caballos o en autos clásicos.

“Ahora todos los actores están llenos de músculos y maquillados más que tú y yo juntas”, comenta Diana divertida.

“¿Te acuerdas de esas brillantes marquesinas del Cine Reforma? ¿O las estatuas del Ópera?”, pregunta Olimpia a su amiga.

Diana sonríe y los recuerdos invaden su mente. Recuerdos en blanco y negro, con los rostros de Jorge Negrete, Pedro Infante, María Félix y Dolores Del Río, entre muchas otras estrellas que nunca serán olvidadas por esas dos amigas que curiosamente se llaman como dos de los cines más entrañables de aquella época dorada del cine mexicano.

La primer función de cine en México tiene lugar en el Castillo de Chapultepec en 1896, con Profirio Díaz como principal espectador. Pocos años después, el cine se vuelve una realidad cotidiana para el mundo entero.

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En 1906 se inaugura el “Salón Rojo” en la capital del país, convirtiéndose en el primer cine con acceso a todo el público. Ante el creciente interés de la gente por este nuevo medio de entretenimiento, la competencia no se hace esperar y a unas cuadras se abre el cine “Encanto”, con una capacidad para 4 mil personas.

Sin embargo, “el encanto” literalmente les dura poco, pues sufre graves daños durante el temblor de 1957 y tiene que ser demolido.

Esta tragedia pasa desapercibida para muchos, ya que cada vez se abren nuevas salas. Es así como se inauguran famosos cines como el “Trans-Lux Prado”, el moderno “Bella Época”, el “Plaza”, el “Arcadia”, el “Olimpia» y el “Apolo”, que se incendia en 1968.

Otro de los cines icónicos es el “Real Cinema”, que proyecta su primera película en 1950. Es este uno de los lugares que revolucionan la experiencia del cine, pues ofrece funciones temáticas, como los maratones de baile de mambo y chachachá.

En la ciudad de México se populariza el “Cine Teresa”, hoy Plaza del Celular, que inaugura su sala con la película “El hijo de la furia”, basada en la novela “Benjamín Blake”, de Edison Marshall.

Otro de los Cines más antiguos, pero importante de la historia cinematográfica nacional, es el “Continental”, inaugurado el 24 de abril de 1958. Fue tal su éxito que posteriormente se convierte en “La Casa de Disney”.

Uno de los momentos más emblemáticos para el cine en México es la proyección de la primera película de la saga de “La Guerra de las Galaxias”, en varias salas, incluyendo el “Cinema La Raza” y el “Lindavista”, este último demolido y sobre cuyas ruinas se construye el aún inconcluso Templo a San Juan Diego.

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Pasa el tiempo y el estilo arquitectónico en los cines evoluciona, como el famoso “Cine Diana”, inaugurado en 1962 y el cine “Insurgentes” que poseía una emblemática torre que guiaba los pasos de los cinéfilos, misma que desaparece para formar parte de lo que hoy es la Glorieta de Insurgentes. De ambos complejos, hoy sólo podemos encontrar los cascarones.

Algo similar ocurre en las pequeñas salas del interior de la República, que por lo general son locales improvisados, con bajos costos y que terminan usándose para espectáculos teatrales o asambleas sindicales.

Sin embargo, los años no han acabado con todos estos bellos lugares. Prueba de ello es el ahora Teatro Metropolitan, que dio su primera función cinematográfica en 1943 y que a pesar de haber sido remodelado, conserva por completo cada detalle de su estilo neoclásico.

Con el nacimiento de los multicinemas, pocos cines antiguos sobreviven. Muchos venden sus espacios a estas grandes cadenas, como el “Palacio Chino”, el “Bucareli” y el “Real Cinema”. Otros no corrieron con la misma suerte, pues obtuvieron mala fama por proyectar cintas XXX para adultos, como el cine “Teresa” y el “Ciudadela”, que han sido casi olvidados.

Hoy los días de estos grandes cines han pasado a la historia para dar lugar a los grandes complejos y las tecnologías avanzadas de proyección cinematográfica. Pero los que vivimos parte de aquella historia, nos acordaremos cada vez que recorramos las calles de nuestras ciudades.

Te invito a recordar, te invito a ser testigo de la bella historia del cine en nuestro país, de cada función, de cada pareja que se enamoró en aquellas butacas, de cada película que viste, y lloraste o reíste con ella. Simplemente, te invito a nunca olvidar.

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