Parece mentira, pero desde que Iron Man llegó a los cines hace 8 años Marvel Studios ha estado jugando con dinero de la casa. Aún sus filmes con peores reseñas por parte de la crítica aportan algo al gran rompecabezas de su ambicioso “Universo Cinematográfico Marvel”, ese proyecto concurrente donde cada nueva entrega también constituye un punto de partida para ese vasto espectro de propiedades intelectuales que, impulsados por la omnipotente maquinaria de Disney, logran cumplir con sus objetivos financieros y dejar satisfechos a la mayoría de la audiencia.
Por mera lógica creeríamos que la magia tendría que terminarse con una propuesta ambiciosa y sin el potencial comercial respaldado por líneas de juguetes y mercancía diversa, ¿cierto? Bueno, detractores del género: siento decirles que ese momento no ocurre con la admirable aportación que es ‘Doctor Strange’ (d. Scott Derrickson), una historia que tenía la misión de presentar una rama del cómic que tiene muy poco que ver con superhéroes convencionales, y que explora más bien un entorno de magia y misticismo.
El primer acierto para lograr lo anterior parte de la elección del personaje central, y lo cierto es que la elección de Benedict Cumberbatch es francamente inspirada: su Stephen Strange es un cautivador y talentoso cirujano poseedor de un ego del tamaño de una casa, que de la noche a la mañana sufre la ruina de su carrera y de su existencia por entero tras experimentar un devastador accidente. Las manos del experimentado médico quedan prácticamente inservibles, y ante la imposibilidad de encontrar una cura por medios convencionales decide emprender un desesperado viaje hacia Oriente en busca de una solución más allá de lo conocido.
Esta peregrinación pone a Strange en contacto con un par de peculiares aliados, que no podían ser mejor personificados que por los talentosos Tilda Swinton y Chiwetel Ejiofor. El protagonista pronto descubre que no está ante un par de singulares monjes recluidos en un exótico monasterio escapado de las páginas de National Geographic, sino de seres que practican una ancestral disciplina capaz de transformar la realidad misma hacia un estado de consciencia que trasciende todos los límites lógicos.
El maravilloso entorno que se revela ante los ojos de Strange (y por consiguiente del público) es exposición pura, pero su manejo es tan brillante como efectivo para que entendamos que no estamos ante las soluciones tecnológicas de un Iron Man o los poderes de una divinidad como Thor. Ni siquiera estamos presenciando la hilarante e intrigante existencia de seres del espacio exterior como en ‘Guardianes de la Galaxia’, vamos. No, el universo donde la película se desenvuelve tiene que ver más con revelaciones introspectivas que desencadenan el potencial de la mente y revelan una especie de realidad maleable donde las posibilidades son tan infinitas como la imaginación misma.
Tanto poder debe atraer también a los elementos más cuestionables, y el villano
Kaecilius (Mads Mikkelsen) es uno de ellos. Antes estuvo aliado con los actuales tutores de Strange, pero ahora vive obsesionado con abrir un portal dimensional capaz de ponerle en contacto con el secreto de la inmortalidad… a riesgo de acabar con todo. Sí, en ese sentido ‘Doctor Strange’ no deja de poseer una visión catastrófica que pone en peligro al universo, pero sabemos bien que detrás del predecible escenario de riesgo se encierra una confrontación a gran escala que nos tendrá con los ojos clavados en la pantalla.
Seguramente creerás que una cinta donde el misticismo del lejano oriente entra en comunión con el infinito poder de la mente y la magia encerrada en inexplicables fuerzas universales tendría la obligación de ser una solemne y oscura historia de orígenes, pero este es el acierto más culminante de la trama: está llena de un humor inteligente, atinado y oportuno que sus talentosos actores explotan con cada línea. El ingenio al que Cumberbatch nos ha acostumbrado en su interpretación de Sherlock Holmes es tan efectivo como su construcción del personaje, que comienza con una pedantería insufrible hasta convertirse en una arrogancia envidiable. No es exageración que es el personaje con mejor balance entre lo humano y lo sobrehumano desde el Tony Stark de Robert Downey Jr.
Los efectos visuales y la estética de la producción seguramente serán el segundo punto más discutido sobre la película, y admito que el director Derrickson rebasó holgadamente mis expectativas. La historia entera se entreteje en un festín visual y auditivo que nos mete de inmediato en este peculiar universo. El realizador viene de un dudoso historial más apegado al horror que al mundo del cómic, y sin embargo cumple su misión con creces.
Tengo un par de inconformidades menores con respecto a la cinta, y la primera sería el desperdiciar el considerable talento de Rachel McAdams como Christine, interés amoroso de Strange que podría haber tenido un rol más determinante. Mi segunda queja es, una vez más, con el villano. Mikkelsen es un actor impactante que, de alguna forma, tiene un motivo tan transparente y unos métodos tan predecibles que es difícil tomarlo del todo como una amenaza seria. Parece mentira, pero al igual que Darth Vader acaba por ser el villano ante el cual hay que medir todos los antagonistas de una franquicia como ‘Star Wars’, tal parece que Marvel tendrá que seguir cargando un buen rato con el carismático Tom Hiddlestone como Loki en lo que a “malos” se refiere.
Dicho sea lo anterior, se trata de objeciones mínimas ante un filme que es entretenido, admirablemente construido y brillantemente integrado a un universo más grande, propositivo. ‘Doctor Strange’ toma a un personaje que prácticamente se considera “de culto” y le abre unas puertas de exposición a gran escala que nos hace sentir optimistas de cara a la inevitable secuela. Lejos de ser una debacle o el inicio de una decadencia, estás por ver una película cuya alucinante propuesta nunca pierde de vista el objetivo final: recrear una magia que entretiene, donde los héroes son seres atípicos… pero héroes al fin y al cabo.
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