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¿Puede una película ejercer tal dominio sobre la narrativa fílmica y la cultura popular al punto de hacer que todas las demás obras de temática similar parezcan obsoletas por comparación? Sí. Ya sé que a menudo me gusta recordarles que en materia de crítica no debe haber respuestas tan categóricas, pero replanteemos lo anterior con otra pregunta: ¿qué filme de tiburones amenazando a humanos ha tenido un impacto como el de ‘Tiburón’ (‘Jaws, 1975, d. Steven Spielberg)?

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Ninguna película de tiburones ha sido mayor que esa. Pueden haber incontables entregas de ‘Sharknado’, esfuerzos modestamente bien logrados como ‘Miedo profundo’ (2016) con Blake Lively o la joya del cine serie-B que fue ‘Alerta en lo profundo’ (1999), con todo y su inolvidable muerte para Samuel L. Jackson (spoiler de hace 19 años), pero todas estas producciones terminan recibiendo la imprescindible comparación con esa película que se convirtió en el primer “blockbuster” veraniego de la historia. Puede ser un poco injusto, históricamente hablando, pero es una verdad contundente.

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Por eso me pesa tener que hacer la crítica para una película que he anticipado desde que los primeros tráilers comenzaron a hacer la ronda en los foros de costumbre. ‘Megalodón’ (‘The Meg’, d. Jon Turteltaub) lució desde un principio como una heredera espiritual a la mencionada ‘Alerta en lo profundo’, con todos los ingredientes esenciales para que una aventura subacuática con un enorme tiburón como antagonista funcionen: el héroe osado que tiene que enfrentar a sus propios demonios, la chica guapa que además descubre cómo vulnerar al enemigo, el elemento cómico que mencionará alguna referencia de cultura pop destinada a sacar risas incómodas en la sala… y claro, el tiburón mismo. Mientras más grande, mejor. Apegarse a una fórmula no tiene por qué ser malo, digo yo.

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En esta historia conocemos al necesario héroe en la persona de Jonas Taylor (Jason Statham), un rudo buzo de rescate que sobrevivió en el pasado el ataque de un tiburón desmesuradamente grande cuya variedad se creía extinta: el célebre megalodón. Como poner el currículum “tuve un encuentro mortal con un escualo de 22 metros y viví para contarlo” suena francamente impresionante, es lógico que Taylor sea la primer persona que recibe una llamada cuando un sumergible expedicionario que estudiaba la Fosa de las Marianas queda varado a 11,000 metros de profundidad, precisamente por haber tenido la mala fortuna de toparse con el pescadote de marras.

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Para que las forzosas secuencias de acción tengan sentido, es necesario añadir otros elementos recurrentes a un filme de este tipo. Necesitamos que la oceanógrafa Suyin (Bingbing Li) genere algo de tensión sexual al lado de nuestro héroe, pero también que se exponga de formas totalmente absurdas para cualquier miembro de la comunidad científica con tal de sentar las bases de una instancia de peligro. La presencia de su hija (Shuya Sophia Cai) en un lugar a todas luces inapropiado para una menor también es necesaria, además de la propensión para que la niña se tope frecuentemente con el tiburón y ponga su vida en riesgo. Y si el billonario con sentido del humor (Rainn Wilson) puede dejar entrever algunos indicios de aparente deshonestidad en sus propósitos entre uno y otro chiste, el cuadro está casi completo.

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Parece un poco cínico señalar tantos clichés en una historia que bien podría adoptarlos con cariño y explotarlos con un guiño de complicidad para la audiencia. Me apena decir que este es el punto en el que ‘Megalodón’ decide convertirse en otra clase de película, de esas que se toma a sí misma un poco más en serio de lo que merece. Para ser una clásica entrega de acción manufacturada con el verano de estrenos en mente, aparenta poseer una historia de base con mayores ambiciones, y esto le juega en contra. En términos más simples: un producto como este debería aspirar a la diversión y al escapismo, y no a convertirse en un “‘Jurassic Park’ con tiburones”.

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El hecho de haber errado un poco el enfoque no es tan condenable, por otra parte. El director Turtletaub muestra una óptica bien afinada para presentar las secuencias de acción, y aunque suele apresurar un poco la misma sacrificando el suspenso, se le nota una manos segura para guiarnos por las anodinas decisiones que los personajes toman de cara a lidiar con la amenaza sumergida. Digamos que todo se siente como una gran pizza de cadena comercial: no es buena para ti ni revolucionará tu paladar, pero sí te va a distraer el hambre por un rato dejándote con un ligero sentimiento de culpa, fácil de superar.

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Así que, volviendo a mis preguntas iniciales: no, no veo un escenario posible donde volvamos a ver una película de tiburones que genere la combinación de resultados en taquilla e impacto narrativo de la original ‘Tiburón’. Lo que sí podemos aspirar a ver algún día será un filme donde el tiburón ofrezca menos razones lógicas detrás de su necesidad ser y tenga mayores intervenciones entretenidas para el público. En términos generales, ‘Megalodón’ es más un vehículo para Jason Statham que una farsa inspirada en nuestra fascinación por estos depredadores marinos. No es que lo primero sea objetivamente malo, pero me hubiera gustado más ver lo segundo.

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