Hollywood se ha obsesionado de unos años a la fecha por lograr crear universos cinematográficos propietarios sin ton ni son. Ya sea a partir de sagas literarias, de monstruos clásicos, de comedias para adultos (te estamos mirando a ti, “Apatowverse”) y sí, de superhéroes, el chiste para asegurar ingresos billonarios a los estudios es construir grandes “eventos anuales” que congreguen a la audiencia en torno a estas historias ligadas a través de distintos filmes.
Nadie lo ha hecho con una planeación tan meticulosa como Disney al adquirir las valiosísimas propiedades intelectuales de Marvel Comics (al menos en su mayoría) y reempaquetarlas en el Universo Cinematográfico Marvel (MCU, en su abreviación inglesa). Hoy llega a nosotros el décimo noveno proyecto de este colosal esfuerzo: ‘Avengers: Infinity War’ (d. Anthony Russo, Joe Russo), la primera de dos partes que intentarán coronar en el intervalo de un año, días más o menos, la monumental apuesta de un estudio por convertirse en el referente por excelencia en un género con competencia encarnizada.
A lo largo de 18 entregas previas hemos tenido atisbos de quien, para fines prácticos, es EL protagonista de la presente historia: Thanos. ¿Quién es este gigantesco y amenazador ser de piel púrpura? Esta película revela su origen como un nativo del planeta Titán, donde presencia un evento de aniquilación que sienta las bases para su propia naturaleza destructiva. Este villano procederá a una aterradora misión: eliminar a la mitad de los habitantes del universo entero.
No es una amenaza vacía. Para el momento en el que conocemos a Thanos es claro que tiene en su haber billones, trillones de muertes. Sus métodos son tan brutales como efectivos, pues tiene en su haber un arma que contiene un potencial de poder sin precedentes: el Guante del Infinito. Esta prenda desarrolla su carácter destructivo a través de unas gemas que se colocan en su superficie, cada una de ellas con una facultad única para quien decida usarlas.
La película nos recuerda sin demasiada exposición las gemas que hemos ido conociendo de forma gradual en los diversos filmes del MCU. Está claro que la misión de Thanos es la auténtica razón de existir para el grupo de superhéroes conocido como “Avengers”, quienes han ido explorando sus historias individuales (y en ocasiones conjuntas) de cara a este momento cumbre.
El primer problema a resolver para los hermanos Russo, realizadores de este filme, constituía entonces la incorporación de todos estos superhéroes (salvo un par de excepciones) en una historia capaz de darles relevancia y aportaciones individuales, pero sin frenar el avance de una trama que depende en gran medida de la destrucción, la desesperanza y la pérdida. La solución es separar a los Avengers en varios grupos que comparten ciertas características en torno a las dinámicas de sus miembros, y confrontarlos con las distintas amenazas que el antagonista les arroje por delante.
Por un lado tenemos un grupo donde participan Tony Stark (Robert Downey Jr.), Bruce Banner (Mark Ruffalo), Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) y el joven pupilo deseoso de marcar una diferencia: Peter Parker (Tom Holland). Cuando Thanos llega a Nueva York y deja ver sin ninguna sutileza el motivo de su visita (digamos que no es tomarse selfies en la Estatua de la Libertad), este analítico grupo debe establecer una estrategia rápida para erradicar la amenaza. El consecuente choque de egos es para gozarse, claro.
¿Dije “choque de egos”? Esto es algo natural entre intelectos muy avanzados. Ahora estudiemos un choque similar, pero entre un par de tipos cuya arrogancia suele meterles en problemas: Thor (Chris Hemsworth) y (Star-Lord). El primero viene de presenciar la destrucción de su mundo y no está de humor para ver a Thanos destruyendo su segundo hogar. El segundo, como líder informal de los Guardianes de la Galaxia, siempre goza con las oportunidades de pasar por un osado aventurero digno de protagonizar legendarias y épicas batallas, siempre y cuando el reconocimiento y la remuneración les hagan compañía. Este segundo grupo aporta la parte más evidente del elemento de comedia, y se nota la asistencia de los directores Taika Waititi (‘Thor: Ragnarok’) y James Gunn (‘Guardianes de la Galaxia’) en la estructuración narrativa y la dinámica de diálogos.
Otro grupo igualmente nutrido de héroes basa su asociación mutua en la nobleza, el sacrificio y el valor en su forma más pura. No es de extrañar que encontremos en él al Capitán América (Chris Evans), al soberano de la exótica tierra de Wakanda (Chadwick Boseman, interpretando al príncipe T’Chala), a Bucky Barnes (Sebastian Stan, estrenando “alter ego” heroico) y a Black Widow (Scarlett Johansson), entre otros más. Sabemos que ellos tendrán que soportar la que quizá sea la parte más cruenta de la batalla, y que no dudarán en dar hasta lo último dentro de cada uno para garantizar la subsistencia del género humano.
El panorama puede sonar mucho más oscuro y funesto que en anteriores películas de Marvel, pero no es para menos. Esta saga nunca ha dado muerte a sus personajes principales, pero sabemos que esa tónica tenía que cambiar tarde o temprano. La segunda encomienda de los hermanos Russo al parecer era no provocar desenlaces fatídicos que resultasen claramente predecibles para la historia, y es justo decir que logran su cometido. Aunque en el mundo de los cómics nadie “muere” realmente (¿Cuánto duró Superman “muerto” en su reciente saga fílmica? ¿Media película, más o menos?), hay que decir que la espera de la conclusión de esta historia de Avengers será una auténtica tortura de incertidumbre, pues no sabemos a ciencia cierta si algunos de los sucesos más trágicos de ‘Infinity War’ son irreversibles o no.
¿Es esta la mejor película del MCU a la fecha? No, no lo es. Era prácticamente que lo fuera sin sacrificar largas porciones de la historia o de plano eliminar personajes y situaciones, algo que los estudios definitivamente no deben de haber considerado. El por qué es obvio: la espectacularidad de ver a tantos personajes emblemáticos corriendo a lo largo y ancho de la pantalla, enfrascándose en combates llenos de bravura y desesperación, donde en el fondo sabemos que nadie puede estar a salvo, es la moneda de cambio que hace a la cinta algo especial.
¡Y vaya que esa “especialidad” le funciona! Un sólido villano, escenas llenas de magia y carisma, otras más plenas de pérdida y dolor, explosiones y persecuciones, seres que se salvan de forma casi milagrosa y otros cuyos destinos no son tan afortunados… llevamos una década en compañía de todos estos héroes, y sus vidas genuinamente llegan a importarnos, así que es claro que esta NO es la clase de historia que llega a un conveniente final feliz. Lo que ocurra dentro de un año certificará a ‘Avengers: Infinity War’ como un parteaguas o quizá le haga perder algo de credibilidad por decisiones artísticas, pero una cosa es cierta: en esos últimos minutos de la trama, jamás había sentido el infinito tan frío y solitario. Al menos no nos negaron ese breve brillo de esperanza.
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