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La rehabilitación de espacios en zonas urbanas olvidadas, es un paso eminente ante el crecimiento de la población y constituye una ventana al dinamismo económico y cultural de las urbes que buscan convertirse en territorios atractivos para la proliferación de establecimientos, comercios y valores asociados que dan paso a la plusvalía. Este proceso, conocido como gentrificación, implica la revaloración de vecindarios y con ello, incentivar la participación ciudadana, la aplicación de mejoras urbanas, modernización de infraestructura y la garantía de servicios eficientes.

La migración del campo a la ciudad es una práctica común relacionada con la idea de bienestar, lo que se refleja en el crecimiento de la población en zonas urbanas. A nivel mundial, más de la mitad de la población vive en ciudades y se espera que para 2050 aumente a 70 por ciento.

En México, 8 de cada 10 habitantes viven en zonas urbanas y 6 de cada diez en áreas metropolitanas, concentrándose principalmente en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Además, de acuerdo con ONU Hábitat y Sedesol, se pronostica que para 2030 el crecimiento poblacional se intensifique en zonas intermedias.

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Esta tendencia ha generado que importantes entidades del país como Puebla, Querétaro y Guanajuato, entre otras, tengan como principal objetivo políticas de desarrollo económico y social, muchas de ellas ya con resultados competitivos y atractivos para la población.

La afluencia masiva ha generado una gran carga en la infraestructura urbana, por lo que el replanteamiento de la vida en las ciudades, es urgente para garantizar su prosperidad, a través de la promoción de inmuebles comerciales, residenciales y la construcción y renovación de edificios con tecnología sostenible.

Por su origen, el término gentrificación estaba relacionado con el desplazamiento de habitantes de una zona específica con potencial de crecimiento para dar paso a otros con mayor poder adquisitivo, sin embargo, en la actualidad, gobiernos y especialistas, han dejado de lado el significado “egoísta” del concepto para nombrar así a la regeneración de la fisonomía urbana y la calidad de vida.

Para las ciudades con expectativas de crecimiento, la transformación de estos barrios, es el reinicio de la vida de los mismos a través de un cambio gradual rumbo a la generación de comunidades modelo que conjuntan historia, modernidad, innovación, sustentabilidad, colaboración ciudadana, y además, atracción de inversión privada, oportunidades de recaudación y generación de empleos.

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En este proceso de gestión poblacional y espacial, la colaboración entre iniciativa privada y gobierno será fundamental ante una era en la que un ecosistema urbano será el nuevo paisaje de la población, asumiendo como reto, no sólo el crecimiento desmedido, sino la adaptación inteligente y sostenible de la urbanización.

Es urgente que gobiernos, instituciones y ciudadanía afronten este cambio imparable desde su estructura, pues si bien es cierto que la adaptación, consolidación, conservación y mejoramiento del suelo urbano es importante, también lo es la apropiación significativa del reto, adoptando medidas para proteger los recursos no renovables, detener la contaminación y avanzar en materia de salud, educación, democracia y equidad. Es mi opinión…

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