Por una economía incluyente

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A grandes rasgos y sin entrar en detalles, la economía mexicana ha mantenido a lo largo de su historia dos problemas que han limitado el desarrollo social: el desempleo y la falta de competitividad. El primero se ha mantenido por generaciones como el indudable impedimento para incorporar a la sociedad a un crecimiento propio, en tanto que la competitividad se refiere a la capacidad de la economía para atraer inversiones y por tanto, mantener un ritmo de crecimiento continuo.

De acuerdo con INMUJERES, mientras que 8 de cada 10 hombres son económicamente activos, apenas 4 de cada 10 mujeres lo son y pese a que nuestra participación económica subió de 40.6 a 43.1 por ciento en 2015, nuestra contribución a la actividad económica nacional está muy por debajo de su potencial, lo que sin duda tiene serias consecuencias macroeconómicas.

Y es que a pesar de los progresos logrados en las últimas décadas, en todo el mundo los mercados de trabajo siguen estando divididos por géneros y parece que se estancó el avance hacia la paridad. La participación femenina en la fuerza laboral se ha mantenido por debajo de la participación masculina; las mujeres realizan la mayor parte de los empleos no remunerados y, cuando se tiene un trabajo pagado, están sobrerrepresentadas en el sector informal y entre la población pobre. A esto debemos sumar las abismales diferencias salariales frente a los varones.

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Los desafíos del crecimiento, la creación de empleos y la inclusión están estrechamente relacionados. Si bien el crecimiento y la estabilidad son necesarios para ofrecer a las mujeres las oportunidades que necesitan, la participación de la mujer en el mercado laboral es también parte de la ecuación para lograrlo.

Pese a que las oportunidades para el género femenino se dan a cuenta gotas, es hora de que la sociedad haga memoria y reconozca que nuestra participación ha sido fundamental para el desarrollo económico nacional e internacional. Basta con echar un vistazo al informe “El efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe” realizado por el Banco Mundial, que señala que durante la última década, las mujeres han jugado un papel clave en la disminución de pobreza, pues al aumentar 15 por ciento su participación en el mercado laboral, los índices de rezago y pobreza disminuyeron 30 por ciento.

Señala además, que las mujeres causan gran impacto en la economía de las empresas en las que laboran, pues controlan cerca de 65 por ciento de las decisiones a nivel global, debido al amplio conocimiento que poseen de todos los procesos involucrados en su labor.

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Estas cifras también nos dejan claro que las mujeres hoy en día, no buscan oportunidades sólo para abonar a su crecimiento personal y profesional, sino también han reforzado su papel como cabezas de familia.

Es por eso que debemos cuestionar las razones por las cuales se sigue obstaculizando el acceso a la educación, capacitación y plazas laborales, ¿por qué para las mujeres sigue siendo tan difícil conseguir apoyo?

La lucha por la igualdad de género sigue su curso y mientras tanto, está en cada una de nosotras picar piedra y fincar las oportunidades que hoy se nos niegan en todos los niveles. Derrotemos al machismo e impidamos heredarlo a través del ejemplo y la memoria colectiva; demos pasos pequeños o grandes zancadas desde nuestros trabajos o desde nuestros hogares. Hagámoslo juntas por las mujeres que lucharon en el pasado, por las que en el presente salimos adelante y por quienes continuarán en el futuro. Es mi opinión…

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