Nacieron gemelos en el rancho y les decíamos “Los Chorizos”

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¿Izquierda o derecha?

Raúl y Saúl eran dos gemelos idénticos, hasta donde yo sé los únicos que habían nacido en el rancho, si, había cuates, es decir, gemelos no idénticos, pero estos si eran igualitos, igualitos.

Cuenta la abuela que el día  que Carito la hija de Don Valente parió, para todos fue una sorpresa, no por el hecho de ser mamá, sino porque nadie pensaba que fueran dos, y menos con el tamaño de la panza de carito, dice la abuela que  si apenas se le notaba el embarazo y con lo chaparrita que ella estaba, pues menos se hubieran imaginado que tendría gemelos.

—Mira nomás Carito, pero que bonitos chamacos le salieron –dijo la abuela Licha a la mamá de los gemelos.

—¿Son cuatitos verdad? –preguntó la tía Tere.

—Pos el doctor dijo que no son cuates, que son gemelos.

—¿Y qué diferencia tiene?

—Pos parece que estos si son de a tiro igualitos uno al otro.

—¿Y cómo les vas a hacer para reconocerlos? –cuestionó la tía Tere.

—Uno tiene un lunar y el otro no

—¿En serio? ¡Qué bonitos! –exclamó llena de emoción la tía Tere.

—Oye Carito, ¿y dónde tiene el lunar? –preguntó la Abuela Licha.

—Pos en la mera nalga –respondió la orgullosa mamá.

—No, pos mejor ponles un cordoncito en el tobillo de color diferente, porque eso de andarles viendo las nachas va a estar medio complicado.

—Oiga Lichita, que buena idea –dijo Carito.

—Oiga amá… ¿y cuando estén más grandes? –preguntó la tía Inés.

—Que les compren una medallita a cada uno y asunto arreglado –respondió la abuela.

Esos pobres chamacos apenas tenían un par de días de nacidos y ni en cuenta que ya desde ahorita las mujeres estaban tomando decisiones de lo que sería su vida.

De Tin Marín de do pingüé.

Cuando los gemelos de Carito crecieron, en el rancho eran la sensación, no había lugar donde no los pararan y les jalaran los cachetes, lo curioso es que casi nadie les llamaba por su nombre o les decía gemelos, sino “Los Cuates”.

Yo era casi año más grande que ellos,  y aunque no formábamos parte de las mismas “pandillas” (de las de antes, de amigos, no de los vagos de ahora) nos tocaron varias Pancho-Aventuras juntos.

Les decíamos los chorizos y todo fue gracias a una tarde a finales de Julio cuando estábamos en vacaciones de la escuela y nos mandaron a traer un mandado al mercado.

—¡Ándeles cuates que les habla su mamá! –gritó Coco la hermana de los gemelos.

—¡Ya vamos! -gritó Raúl- no, creo que fue Saúl, bueno el caso es que uno de los dos gritó.

La verdad de las cosas es que ni nosotros podíamos distinguir quién era quién de los cuates, si no fuera por la cadenita que traían en el cuello con una medalla de San Benito hubiera sido imposible distinguirlos. ¿La diferencia? Que uno traía la medalla con la cadena de bolitas doradas y el otro de bolitas plateadas, lo malo es que con el tiempo ya casi se veían iguales una y otra.

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Los Cuates fueron con su mamá quien los mandó al mercado a traer chorizo, así que desde ese momento se había acabado el juego de beisbol, pues ya no teníamos los equipos completos.

—Orita venimos, vamos al mercado por chorizo –dijo uno de ellos.

—Pos vamos con ustedes, de todos modos ya ni podemos jugar –les dije.

—Es que mi mamá va hacer frijoles con chorizo porque mañana viene mi abuela y mis tíos y somos un chorro –dijo el otro de los cuates.

—¡No se diga más! –dijo el Chanate- vamos a buscarle un buen chorizo a la mamá de los cuates.

Si, el Chanate era el más pícaro de todos nosotros, muchas veces ni cuenta nos dábamos que nos estaba albureando, caíamos redonditos, no sé qué habrá pasado con el Chanate, igual y ahora es comediante en alguna parte.

—Buenas Don Baldo –saludamos casi al mismo tiempo todos.

—¡A caray!, ¿ya andan de vacaciones verdad chamacos? –nos contestó Don Baldo el carnicero- ¿Qué andan llevando?

—Qué dice la mamá de los cuates que si le manda chorizo Don Baldo –dijo el Chanate.

A Don baldo le salieron todos los colores al rostro, pero sobre todo el rojo, parecía tomate y nosotros en las nubes.

—Bueno, bueno -dijo Don Baldo después de carraspear la garganta- ¿quieren del de a peso la pieza o del de dos pesos?

—¿Cuál es la diferencia? –preguntó uno de los cuates.

—Pos un peso menso –dijo el pingüica riendo.

—Que uno tiene carne de primera y el otro es molida comercial –contestó serio Don Baldo.

—Denos cinco pesos de chorizo entonces –pidió uno de los cuates.

—¡A caray!, ¿cinco pesos?, entonces ¿quieres cinco piezas de a peso o dos piezas de dos pesos y una de peso? –preguntó el carnicero- Aunque también podrían llevar tres de a peso y una de a dos pesos.

La confusión en la cara de los cuates era total, así que después de mirarse uno al otro al rostro uno de ellos finalmente contestó.

—Mejor dos piezas de a dos pesos y nos da un peso de cambio…para comprar chuchulucos.

—Al cliente lo que pida –dijo suspirando el carnicero.

Cuando estaba a punto de cortar las piezas del chorizo, uno de los cuates dijo:

—¿Por qué nos va a dar de ese chorizo?

—¿Cómo que por qué?…tú mismo me pediste que te diera del chorizo de a dos pesos la pieza –respondió Don baldo comenzando a perder la paciencia.

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—¿Cómo sabe que es del de a dos pesos la pieza y no nos va a dar del de a peso la pieza? –cuestionó el otro.

—Pues porque en este lado tengo el chorizo de a peso y en este otro lado el de a dos pesos ¿ya?

—¿Y si se equivoca? –preguntó el primero de ellos.

Don Baldo que ya echaba humo por las orejas contestó pausadamente mientras agitaba el cuchillo.

Miren chamacos, el chorizo lo separo apenas llega, por eso no me equivoco, y sé cuál es el de a peso y cuál es el de a dos pesos ¿entendido?…. ahora díganme de una vez por todas, ¿van a llevar el chorizo sí o no?

Los hermanos y nosotros afirmamos al mismo tiempo e inmediatamente con la cabeza para que no hubiera duda, y es que Don Baldo ya estaba a punto de rodear el mostrador y sacarnos a patadas de su carnicería…mínimo.

Cuando íbamos de regreso a la casa, el Pingüica preguntó:

—Oigan, ¿y cómo podemos saber si Don Baldo del coraje no les puso chorizo de dos pesos y les puso dos chorizos de a peso?

Nos paramos en seco y nos volteamos a ver, uno de los cuates sacó una pieza chorizo de la bolsa de papel y el otro sacó otra pieza.

—Pos la verdad yo no sabría distinguir entre uno de a peso y otro de a dos pesos –dijo uno de los cuates.

—Pos yo los vi igualitos a estos, con mismo color y el mismo tamaño, es como estar viendo estos dos chorizos que les dieron, no hay diferencias entre uno y otro.

—¿Órale, igualito que ustedes cuates! –contestó El Chanate- ustedes son como los chorizos, nomás uno no sabe quién es quién de los dos, vienen del mismo tamaño y del mismo color.

Y con ese comentario, explotamos a carcajadas, aunque creo que a los cuates no les causó mucha gracia el comentario del Chanate, pero a nosotros sí, y mucho, finalmente los cuates terminaron riendo junto a nosotros.

Y así, desde ese momento, les apodamos “los chorizos” y ya individualmente les decíamos “Chori 1” y “Chori 2”, en aquellas bellas épocas en las que no existía el bullying  y echarnos “carrilla” entre nosotros era de lo más común y hasta donde sé no nos hizo daño a ninguno de nosotros.

Quién sabe, quizá éramos más “aguantadores”, menos “blandengues” o quizá sin querer, nuestros padres nos educaron con más tolerancia a la frustración,  quién sabe, digo, yo nomás digo, yo que voy a saber de estas cosas, si uno nomás es gente de rancho y ya.

¡ Hasta el próximo  Sábado !

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