Los abuelos deberían ser inmortales

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Canto al pie de tu ventana

Nada era más hermoso que ver a mis abuelos por las mañanas, la Abuela Licha servía el café, luego el abuelo invariablemente le ponía media cucharada de azúcar y unas gotas de limón.

– ¿Cómo amaneció mijo? –me dijo el abuelo.
– Bien abuelo, ¿ustedes? –pregunté.
– Gracias a Dios bien mijo –contestó la abuela

El abuelo solo me guiñó el ojo mientras le daba un sorbo a su café en su taza azul de peltre.

Ande mi niño -me dijo la abuela- vaya al corral delas gallinas y traiga unos huevos para el
almuerzo, sirve de que va haciendo hambre.

– Pos si este ya trae el hambre desde que amanece ¿verdad? –dijo el abuelo riendo mientras reía y me veía de reojo.
– Ay viejo – contestó riendo la abuela- ande mijo, vaya a hacer lo que le dije.
– No he visto una pareja tan bien llevada, tan llena de cariño y complicidad como la pareja que hacían mis abuelos.

Una vez, el abuelo me despertó a media noche, al abrir los ojos, vi su rostro de niño travieso mientras se llevaba un dedo a la boca en señal de que guardara silencio, luego me pasó mi ropa para que me vistiera y lo siguiera.

Un par de minutos después ya estaba en la cocina con mi abuelo, él tomó su sombrero y me dijo, véngase, no haga ruido que orita venimos. Pensé que nos íbamos en la camioneta, pero siguió de largo, yo apresuré el paso para alcanzarlo y nos fuimos caminando un buen trecho juntos hasta llegar a la casa de Don Juancho.

Cuando llegamos, Don Juancho salió ya vestido y con su sombrero puesto, luego de ahí nos fuimos por don Alvarito, acto seguido por Don Memo y Don Lencho. Ya de regreso, rodeamos la casa, caminamos quedito, ellos hablaban muy bajito, cuando llegamos
al corral de atrás, nos detuvimos a la altura de la ventana de la recámara de la abuela.

♪♫ Esta novia mía, será mi tormento / de noche y de día, no sé lo que siento / cara tan bonita, cara tan bonita, será mi tormento… ♪♫

Terminó la primera canción y no pasó nada, yo volteaba a ver al abuelo y lo veía sereno, tranquilo, esperando, estaba más nervioso yo, luego vino la segunda canción, y nada de nuevo, pero cuando estaba iniciando la tercera que decía:

♪♫ Despierta, dulce amor de mi vida / despierta, si te encuentras dormida / escucha mi voz vibrar bajo tu ventana / en esta canción te vengo a entregar, el alma / Perdona, que interrumpa tu sueño / pero no pude más, y esta noche te vine a decir, te quiero ♪♫

Apenas los músicos acababan de decir “te quiero” y vi cómo se encendía la luz de la habitación de la Abuela, entonces volteé a ver al abuelo y su cara irradiaba satisfacción, orgullo, era otra persona.

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A la Abuela le había cambiado el rostro, parecía una muchacha, estaba con su chal tapándose por el fresco, en eso, el abuelo comenzó a acercarse a la ventana mientras los músicos seguían tocando, al llegar, tocó la mano de la abuela que estaba apoyada en uno de los barrotes del ventanal, luego, ella se sonrojó y bajó la mirada.

La música terminó y sin que el abuelo les dijera nada, los músicos se alejaron, hubo un silencio, se escuchaban los grillos y el viento movía las flores de las macetas, el abuelo tomó una flor amarilla de una de ellas y se la dio a la abuela mientras le decía:

“Esta noche hubiera querido tener la flor más bella, para regalársela, pero me acordé que tengo la flor más bella desde que me casé con usted”.

Yo hice como los músicos, simplemente guardé silencio y desaparecí para dejarlos solos.

Deja que salga la luna, deja que se meta el sol. A la mañana siguiente, el abuelo ya andaba cortando leña cuando me levanté, así que me fui a ayudarlo mientras estaba el almuerzo.

En cierto momento, rompí el silencio y pregunté:

– Abuelo…
– ¿Qué pasó mijo? –contestó distraído juntando la leña.
– Anoche… ¿por qué le trajiste serenata a la abuela si ya pasó su cumpleaños?
– Trajimos, trajimos, ¿que usted no fue conmigo? –me dijo.
– Pues, pues sí, pero no entiendo el motivo –cuestioné.
– A ver, si alguien le preguntara lo que piensa usted de su abuela, ¿Qué le diría?
– Pues, que es la mejor abuela y la más bonita del mundo y…
– Ándele –me interrumpió- eso y más es su abuela, así mijo, cuando usté encuentre una
mujer como su abuela, usté tiene que buscar la manera de que a ella nunca se le olvide lo
a usté le enamoró de ella.
– Abuelo, ¿y por qué no abrió la ventana hasta la tercera canción?
– ¿Cómo que por qué?, ¿A poco usté cree que a mí me gustan las muchachas facilonas? –me contestó- la mujer no abre la ventana porque tiene que darse a desear, y eso a un hombre de a de veras le gusta más que lo fácil – dijo mientras tomaba unos trozos de leña y los acomodaba.

– ¿Qué pasó mijo? –contestó distraído juntando la leña
– Anoche… ¿por qué le trajiste serenata a la abuela si ya pasó su cumpleaños?
– Trajimos, trajimos, ¿que usted no fue conmigo? –me dijo-
– Pues, pues sí, pero no entiendo el motivo –cuestioné-
– A ver, si alguien le preguntara lo que piensa usted de su abuela, ¿Qué le diría?
– Pues, que es la mejor abuela y la más bonita del mundo y…
– Ándele –me interrumpió- eso y más es su abuela, así mijo, cuando usté encuentre una
mujer como su abuela, usté tiene que buscar la manera de que a ella nunca se le olvide lo
a usté le enamoró de ella.
– Abuelo, ¿y por qué no abrió la ventana hasta la tercera canción?
– ¿Cómo que por qué?, ¿A poco usté cree que a mí me gustan las muchachas facilonas? –me contestó- la mujer no abre la ventana porque tiene que darse a desear, y eso a un hombre de a de veras le gusta más que lo fácil – dijo mientras tomaba unos trozos de leña y los acomodaba.

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Historia de un Amor

Una mañana me levanté y mi abuelo quien tanto amaba a la abuela, el que tanto la amaba ella, ya no estaba, el abuelo se había ido, lo entendí al ver a la abuela llorando hincada en el suelo mientras tenía en sus manos la mano del abuelo que yacía acostado en la cama.

Murió mientras dormía, no sé cuánto tiempo llevaría así la abuela, llorando quedito, en silencio, porque sus ojos estaban enrojecidos e hinchados como jamás los había visto.

Una tarde de otoño enterramos al abuelo, y la abuela Licha duró todavía un tiempo preparando café y sirviéndolo en la taza azul de peltre del abuelo.

Por las tardes se salía y ponía la mecedora igual que todas las tardes para esperarlo mientras tejía, entonces, cuando veía que se metía el sol, guardaba su tejido y entraba a la casa.

Yo veía como lloraba en silencio y le brotaban las lágrimas como ríos, y yo era presa de un nudo en la garganta que me aparecía de repente.

– Abuela, te quiero mucho abuela, con todo mi corazón –le dije mientras la abrazaba.
– Ay mi niño, yo también lo quiero mucho, mucho –me dijo apretándome fuerte- lo extraño
tanto, tanto –dijo con la voz ahogada.
– ¿Qué hago para que ya no te duela abuela? –pregunté con lágrimas en los ojos- te quiero
mucho y ya no quiero que sufras-
– Prométame que nunca olvidará a su abuelo, que nunca me olvidará a mí.
– Nunca, jamás me olvidaré del abuelo, jamás me olvidaré de ti, te lo prometo abuela, te lo prometo, pero ya no estés triste por favor.
– Ay mi niño, mire que la tristeza como la enfermedad se carga y duele más por las
noches…véngase, vamos a dormir, que mañana, mañana será otro día.

Esa noche abuela y nieto lloraron abrazados, lloramos abrazados, y creo fue la primera y única noche que fui yo quien le dio consuelo a la Abuela, bueno eso espero.

“Los abuelos deberían ser inmortales”… Don Rambaro

¡ Hasta la próxima !

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