Historia de la talavera poblana

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Si alguna vez has probado los chiles en nogada, el mole o las chalupas… sabes lo que significa la gastronomía mexicana.

Pero si has comido alguno de estos platillos en una vajilla de talavera, has vivido una experiencia completamente diferente.

La auténtica talavera se encuentra en Puebla y es un tipo de cerámica mayólica, que se distingue por su blanco vítreo como base de color.

Se emplea principalmente para utensilios de uso común, como platos, jarrones, floreros, lavamanos, figuras decorativas y artículos religiosos. Pero también en la decoración de interiores y exteriores de edificios.

Y así como Puebla es su lugar de origen en México, un estado colmado de arte y cultura, también las leyendas forman parte de la historia de la talavera.

Cuentan los vecinos del barrio de Xonaca, que por las noches las dos figuras inanimadas que pertenecen a la Fuente de los Muñecos cobran vida para salir a jugar por las calles de Puebla.

La leyenda de estos dos niños se origina muchos años atrás, cuando en una de las tantas casas rústicas del barrio habita un caballerango con sus dos hijos, un niño de 6 años de edad y una niña de 7.

El amor de este padre es tan infinitamente grande, que todo el pueblo lo admira y respeta por tener una familia tan unida y amorosa.

Pero un día desafortunado, una lluvia torrencial comienza a caer sobre el barrio de Xonaca y los dos niños, que se dirigen a la escuela, no vuelven a ser vistos.

Esa misma tarde, una vez que termina la tormenta y después de esperar por varias horas que regresen sus hijos, el caballerango sale a buscarlos.

Con ayuda de sus vecinos, el desesperado padre recorre cada parte del pueblo, sin poder encontrarlos.

Resignados y dolidos hasta el alma, los habitantes de Xonaca piensan que los niños cayeron a un pozo ubicado en las inmediaciones de la casa del general Maximino Ávila Camacho, quien es gobernador de Puebla de 1937 a 1941 y hermano del presidente Manuel Ávila Camacho.

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Y es precisamente el general Maximino quien ordena la construcción de una fuente con un pedestal de azulejo de talavera en honor a los hermanos desaparecidos.

Desde entonces, frente a la iglesia de La Candelaria, entre la calle 22 Oriente y 18 Norte, permanecen las figuras de estos dos niños.

La pequeña con trenzas y rostro pálido, luce un vestido amarillo con olanes rojos, mientras carga un libro bajo el brazo derecho. A su lado, la acompaña su hermano por un overol azul y camisa verde.

En este lugar, que antiguamente llamaron “Barrio de los Catrines”, porque vivía gente adinerada en la zona, permanecen los dos niños, inmóviles, bañados en chorros de agua que los empapan de día, pues dicen que por las noches las figuras cobran vida para jugar y correr por las calles.

Cuentan los poblanos, que el eco de sus risas se escucha por todo el barrio hasta el amanecer, cuando regresan al pedestal de talavera para petrificarse.

En este periodismo de vida comenzamos hablando de la talavera, de sus muchos usos y ahora hasta comprobamos que es parte inherente de las leyendas que también abundan en nuestro país.

Pero, ¿cómo es que se origina la talavera y que Puebla se convierte en el estado más representativo de esta artesanía?

Todo inicia en el imperio turco, transmitiéndose por gran parte de Europa, en donde la mezcla de culturas y técnicas artesanales es también adoptada por los españoles.

Una vez que los conquistadores llegan a México, traen consigo la religión cristiana y con ella a sus misioneros y artesanos, que fabrican implementos para el culto religioso con talavera.

Para 1550, Puebla produce ya talavera de alta calidad. 30 años después se reconoce como el principal productor de esta loza en México. Reconocimiento que actualmente conserva.

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Dentro de su constante evolución, la talavera poblana posee una mezcla de técnicas españolas, chinas, italianas y un estilo muy mexicano.

Los españoles aprovechan el conocimiento prehispánico que tienen los indígenas en el manejo de arcillas y las incorporan a sus talleres, dando como resultado lo que hoy se llama “talavera poblana.”

El proceso de elaboración de la talavera es complicado: El primer paso es mezclar arena negra de Amozoc y arena blanca de Tecali. Se lava y filtra para quedarse con las partículas más finas, lo que puede reducir el volumen en un 50%.

En seguida, la pieza es modelada a mano en un torno y dejada a secar varios días. Después viene el primer cocido, a una temperatura de 850° C.

Tras comprobar que no tiene fisuras o defectos, se aplica el vidriado inicial o fondo blanco-marfil. Posteriormente, el decorado se pinta a mano y se expone a un segundo cocido para endurecerlo.

Este proceso puede tomar 3 meses para la mayor parte de las piezas, pero en algunas puede durar hasta 6 meses.

Debido a este proceso tan complejo, pero que también asegura una gran calidad, la técnica de la talavera poblana fue reconocida bajo la Denominación de Origen en 1995, para garantizar su protección legal contra manufacturas similares realizadas de manera apócrifa.

Por esto es que no hay que regatear jamás a nuestros artesanos mexicanos. El trabajo que hacen es en verdad un arte y merece un pago justo.

Si no conocen alguna pieza de talavera, los invito a que se den una vuelta por Puebla y vean la gran variedad de utensilios y piezas que pueden comprar. También para admirar los edificios decorados con azulejos de talavera.

Y la próxima vez que quieras regalar algo, ¿qué tal una vajilla de talavera o un florero? Regala arte mexicano, artesanías que son admiradas en otros países y nosotros las tenemos casi a la vuelta de la esquina.

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