Esta es una historia que te va a tocar el alma y te la dejará más blandita que un bolillo recién salido del horno.
En Querétaro, hay un rincón muy querido por los amantes del pan: Panati. Un lugarcito donde no solo se servía pan artesanal, sino también sonrisas, cariño… y hasta lamiditas de amor perruno. Pero hoy, ese local está de luto.
¿La razón? La muerte de Gomita, una perrita que no solo ayudaba a vender pan… ¡era la cara más tierna del negocio!
El dueño del local, Jorge, compartió la triste noticia en redes sociales, con el corazón en la mano y la voz temblorosa por la ausencia:
«Gomita, nuestra primera vendedora canina, falleció hace unas semanas. No habíamos podido ni escribir de ello por el gran dolor y pérdida que deja a todo Panati».
Y es que Gomita no fue una simple mascota. Fue la vendedora estrella, la que saludaba con sus ojitos brillosos a los clientes y los convencía de llevarse una concha, una oreja, o mínimo una sonrisa.
Jorge la rescató en la CDMX, y desde ese momento sus vidas se entrelazaron. “Una perrita maravillosa”, la llamó él. Pero aquí viene lo más fuerte, lo que te rompe el corazón y lo vuelve a pegar con migajas de pan:
«No solo me ayudó a vender pan, también lo curó de un padecimiento que tenía desde que nací, ella ayudó a que desapareciera».
¡Ay, Gomita, qué milagro de perrita fuiste!
Lo acompañó en sus momentos más sombríos y también en los más soleados. Y como bien dijo Jorge:
«Quien no haya amado a un animal, una parte de tu alma permanece dormida».
Gomita no solo revolucionó la venta de pan, ¡la reventó! Jorge confesó que al principio muchos clientes le compraban pan solo por ella:
«Cuídala mucho y solo te compramos por ella», le decían.
Pero luego, claro, se quedaban por el sabor y el cariño del local
«Muchos clientes ubicaban más a ‘Gomita’ que a mí», dijo Jorge entre risas y lágrimas. Pero eso a él le daba ternura, no celos. Ella era la estrella, la consentida, la imagen del pan calientito con amor.
Y no, no la puso ahí por publicidad. Lo hizo para que no se quedaran echadas y aburridas en casa.
«Esa tarde que decidí sacarlas con su letrero claramente se convirtió en un parteaguas, ya que vender en las calles no es para nada fácil».
Con el paso del tiempo, Gomita envejeció. Ya no salía tanto, ya no caminaban juntos como antes.
«Paradójicamente, cuando éramos más pequeños es cuando seguramente fue más feliz», escribió Jorge.
Recordó aquellas caminatas de cuatro horas… y cómo, al crecer la panadería, el tiempo se les escapó de las manos.
La despedida fue triste, pero en paz.
«Se fue rodeada de toda su familia de humanos y de su manada peluda; se fue porque ya era muy grande y enfermó, pero su recuerdo jamás se irá. Hoy se cierra una etapa en Panati».
Y dejó una enseñanza que, la neta, vale oro:
«A todos los que tienen perritos, valoren cada día y no duden en juntarlos en temas laborales, nunca saben en qué podrá acabar».
Así que si tienes un peludo en casa, dale un abrazo, un paseo, una galletita. Porque como Gomita, hay pocos… y su huella en el corazón es tan profunda como el olor a pan en la madrugada.
Descansa en paz, Gomita, vendedora de pan, curadora de almas… y dueña eterna de los corazones de Querétaro