El caso de Mara Fernanda

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El viernes pasado, México entero celebraba 207 años de Independencia…

207 años de habernos convertido en una nación libre, donde todos los que habitamos este país deberíamos sentirnos seguros y vivir con tranquilidad. 

¿Pero se dan cuenta que dije “deberíamos”?

Sobre todo porque celebramos una fecha emblemática como mexicanos, que gracias a otros mexicanos que dieron la vida por darnos esa independencia, hoy “deberíamos” vivir con la certeza de que al salir de nuestras casas, regresaremos sanos y salvos al lado de nuestras familias. Y sí, festejar un 15 de septiembre todos juntos.

Desafortunadamente, este 15 de septiembre también experimentamos la tarde más dolorosa para la sociedad mexicana que, pese a esta libertad, nos sentimos más expuestos, desprotegidos y violentados que nunca.

Horas antes de dar el grito en todo México, una noticia, una terrible e indignante noticia, circula por las redes sociales y por los medios informativos, en radio, televisión, prensa escrita, portales digitales… En fin, una cobertura impresionante.

Una noticia que desde el 8 de septiembre comienza a circular por todos lados cuando se denuncia la desaparición de una jovencita de tan sólo 19 años, de nombre Mara Fernanda, que la noche anterior sale a festejar con sus amigos a un bar en San Andrés Cholula, en Puebla.

Al rededor de las 5 de la madrugada, Mara Fernanda decide regresar a su casa y pide un auto  por la aplicación de Cabify. Este servicio que miles de personas utilizan por considerarlo más seguro que los taxis que circulan por las calles. Porque Cabify, supuestamente, tiene protocolos de reclutamiento muy estrictos para garantizar dicha seguridad.

Y ojo, este caso no es como los que se han reportado en Uber, donde varios usuarios han denunciado que la aplicación se ha jackeado por delincuentes que llaman diciendo que van a enviar un auto distinto al que les confirmaron en la aplicación de su celular. Dato muy importante que también debemos tener en cuenta a la hora de solicitar alguno de estos servicios.

Pero no, el auto que llegó por Mara Fernanda era el mismo que confirmó Cabify. El trayecto que supuestamente duraría no más de 15 minutos, desde el bar y hasta el fraccionamiento donde se encuentra la casa de Mara Fernanda, jamás se cumplió y Mara Fernanda no regresó ya.

24 horas después de su desaparición, la familia de Mara Fernanda, amigos y compañeros de la universidad, comienzan a publicar en redes sociales sus datos y detalles de lo sucedido, pidiendo que los ayuden a localizarla. 

Y ojo, porque aquí empieza el tema que hoy quiero tratar en el periodismo de vida: En el momento que las redes sociales viralizan la desaparición de Mara Fernanda, la policía hace del caso su prioridad, pero también los medios informativos inician una cobertura detallada y exhaustiva de los hechos.

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El 9 de septiembre, el conductor del auto de Cabify se presenta a declarar ante la Fiscalía, diciendo que dejó a Mara Fernanda en la calle de su domicilio. Pero las cámaras de vigilancia demuestran que aunque el auto sí llegó al destino solicitado, Mara Fernanda nunca descendió del mismo. 

Este sábado, en mi página de Facebook publiqué mi postura sobre lo perjudicial que es viralizar este tipo de delitos, porque al mismo tiempo que ponemos en riesgo la vida de la persona secuestrada, estamos también dando información a los delincuentes sobre las tareas de investigación y haciendo partícipes a millones de personas que aunque con buenas intenciones, pueden complicar más las tareas de rescate.

Como siempre sucede en redes sociales, los puntos de vista son variados. Hubo quien compartió mi postura y quien estuvo en contra. Más del 90% estuvo de acuerdo. Algunos comentarios los contesté y agradecí todas las opiniones porque al final todos tenemos derecho a dar nuestro punto de vista.

Por un lado están las personas que defienden este derecho de hacer público un suceso así, esperando la ayuda de la sociedad para encontrar a su familiar o amigo desaparecido; pero también estamos los que pensamos que dar demasiada información a los medios es alimentar el morbo y permitir que éstos se beneficien de las desgracias ajenas.

¿Recuerdan el programa del Tío Gamboín? ¿Y ese servicio a la comunidad que aún existe en algunos canales de televisión? Que actualmente se han transformado en lo que conocemos como Alerta Amber, para los niños desaparecidos, o la Alerta Alba, para las mujeres que también se reportan desaparecidas. 

¿Qué pasa en estos casos que menciono? Se da la descripción física de las personas y algún dato del lugar y hora de la desaparición, además de medios de contacto para ayudar a su localización. Pero no más. Por eso mencioné que las declaraciones de los papás de Mara Fernanda fueron un error gravísimo. Sea el caso que sea, jamás debemos dar demasiada información.

Hace años, cuando inicié en esta carrera de periodismo, los medios de comunicación teníamos un código en el que si había un secuestrado o un desaparecido, se mencionaban los datos, así como con el Tío Gamboín o las Alertas Amber Alba, pero no se entrevistaba a las familias de las víctimas ni se desplegaba una cobertura minuto por minuto, como ha sido en el caso de Mara Fernanda.

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Estoy de acuerdo en las opiniones que escribieron respecto a que es tarea de las autoridades garantizar nuestra seguridad. Eso es un hecho innegable. Pero como periodista, mi opinión va dirigida a la responsabilidad que tenemos los comunicadores, los que estamos frente a un micrófono, frente a una cámara o escriben en un periódico. ¿Qué tanto podemos hacer para ayudar a las víctimas y no para beneficiarnos de las notas rojas o amarillistas?

Durante la investigación para hablar de este caso, me encontré con distintos medios que publicaron notas casi paso a paso de lo que ocurrió con Mara Fernanda, con horas y minutos, con las grabaciones de las cámaras de seguridad, apellidos y direcciones de la familia y amigos de Mara Fernanda, con los testimonios de los papás y con fotografías personales. Parece que se trataba de ganar una competencia de qué medio publicaba más detalles y más rápido.

Y también me encuentro con la noticia de otra niña de 15 años que desaparece después de tomar un taxi en la Ciudad de México. ¿Coincidencia o eso que llaman apología del delito? Dar ideas a los otros delincuentes es lo que originamos con este tipo de coberturas detalladas. Y por eso mi reflexión en Facebook que provocó tantos comentarios.

Este 15 de septiembre, a unas horas del grito de Independencia, otro grito, pero de indignación y coraje, se desplegó en las redes sociales cuando se anunció que el cuerpo de Mara Fernanda fue encontrado sin vida. 

Y en este programa no vamos a hablar de los detalles morbosos y crudos de cómo fue su muerte. Pero sí de la necesidad de cuidarnos más y de no contribuir a que estas noticias despierten el interés mediático, sino la conciencia social.

Después de que el cuerpo de una joven llamada Lesvy Berlín fuera encontrado ahorcado en una caseta telefónica en las inmediaciones de la Facultad de Ingeniería de Ciudad Universitaria, Mara Fernanda publicó en su cuenta de twitter el 5 de mayo: “#SiMeMatan es porque me gustaba salir de noche y tomar mucha cerveza”.

Foco rojo: Se están cometiendo feminicidios en todo el país y en lugar de buscar a los responsables y la manera de evitarlo, se está culpando a las víctimas. Y somos nosotros como sociedad los que debemos empezar a cambiar esos discursos misóginos para no educar asesinos y delincuentes. Todo tiene un origen, y lo terrible de esto es que muchas veces, ese origen es nuestra propia casa. Foco rojo en la manera en que educamos a nuestros hijos y en cómo los cuidamos.

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