El subgénero fílmico del “buddy comedy” no tiene traducción precisa al español. ¿“Comedia de amigos/cuates/compadres”? No, definitivamente el término se queda corto, pues en esencia depende de que los dos protagonistas que unen sus fuerzas por un bien común desarrollen una empatía muy gradual, cuya culminación en amistad genuina y/o respeto mutuo quizá suceda al final de la película. A veces este vínculo no ocurra sino hasta la secuela, incluso, pues lo más entretenido de esta clase de historias es ver el choque entre personalidades.
El mencionado choque se da, y con generosa abundancia, a todo lo largo del desarrollo de ‘Dos tipos peligrosos’ (‘The Nice Guys’, d. Shane Black), una comedia extremadamente afortunada que hace múltiples guiños a los filmes que la inspiraron, pero siempre con una genuina nostalgia y una apreciación por un cine que, antes que nada, entretiene. Gracias, Hollywood, en realidad hacía falta refrescar esta sensación después de tantas películas profundas de policías o investigadores torturados y complejos. A veces lo único que nos hace falta es ver a dos actores conversando a bordo de un convertible, con una abeja asesina gigante aportando al diálogo desde el asiento trasero.
Comencemos por dichos actores, quienes son la base para que esta obra marche sobre rieles: Russell Crowe es Jackson Healy, un tipo rudo que se gana la vida “ajustando cuentas” para clientes que tienen problemas contundentes más allá del alcance policiaco, como lo demuestra la dolorosa lección que le da a un desagradable tipo involucrado sentimentalmente con una menor de edad. Durante uno de sus trabajos termina dándole una golpiza a Holland March (Ryan Gosling), un investigador privado alcohólico, semi competente y bastante deshonesto.
La trama, desarrollada en la urbe californiana de Los Angeles durante 1977, nos envuelve poco a poco en un caso de desaparición que parece más simple de lo que es en realidad, y que termina por integrar a los protagonistas en una complicada sociedad en busca de esclarecer el paradero de una misteriosa chica llamada Amelia (Margaret Qualley). La elusiva joven en apuros está hundida en el sórdido submundo del cine pornográfico, retratado aquí con una curiosa reverencia estética a lo ‘Boogie Nights’, pero su trasfondo acusa a una conspiración de altos vuelos que toca a los magnates de la industria automotriz norteamericana, al crimen organizado y a funcionarios del gobierno.
Healy y March detonan de inmediato una armonía escénica indudable. Esto es atribuible en gran medida a un espléndido guión a cargo del director Black, quien saltó a la fama escribiendo la original ‘Arma Mortal’ de Mel Gibson y Danny Glover en 1987. En ‘Dos tipos peligrosos’ la historia también apuesta por un par de antihéroes complejos, donde Gosling es mucho más competente de lo que acusa su personalidad narcisista y pésima ética profesional, mientras que Crowe muestra un lado heroico y a la vez vulnerable.
Para que una “buddy comedy” funcione óptimamente, es preciso tener una conciencia. Aquí la encontramos a través de Holly (Angourie Rice), la hija adolescente de March, quien manifiesta tener un instinto detectivesco nato (a menudo superior al de papá) y una necesidad clara de saber que hay buenas personas haciendo lo correcto en este mundo. Esta postura ingenua no está reñida con saber comportarse a la altura de las circunstancias cuando se ve inmersa en el agresivo ambiente de la película, pues la vemos actuando como un elemento que aporta complejidad a la historia, no como una niña boba en apuros. Anotémosle otro acierto a la cinta, pues.
El cuadro actoral no requeriría de mayores aportaciones, pero aun así ocurren de la mano de Kim Basinger como la poderosa y atribulada madre de Amelie. También hay un trío de convincentes matones interpretados por Keith David, Beau Knapp y un magnífico Matt Bomer, quien logra desprenderse de la imagen de “niño bonito” para imprimir un aire de amenaza genuina a su personaje del despiadado asesino a sueldo “John Boy”.
Para una película que depende mayoritariamente de diálogos ingeniosos, ‘Dos tipos peligrosos’ no se queda corta con las escenas de acción, cuya intensidad y surrealismo van en aumento gradual hasta culminar con una espectacular secuencia en un hotel durante un evento de las armadoras automotrices de Detroit. Todos estos gratos momentos están ambientados por una banda sonora plagada de reconocibles éxitos setenteros, como cereza del pastel.
En breve: esta película hace desear que la taquilla sea tan generosa como para inspirar una secuela. Cuando el cine de acción ocurre con ideas de convertirse en franquicia, prácticamente podemos oler la desesperación en el ambiente. No así con la dupla de Healy y March: tienen el carisma, las personalidades complejas, los comentarios mordaces y el espantoso guardarropa para garantizar un futuro brillante. Con tanto a favor, sería una pena desperdiciar la oportunidad.
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