Una cosa resulta evidente cuando vemos una película basada en un libro de Dan Brown: hay un límite en cuanto a lo que puede hacer un director competente cuando el material base es tan pobre. Digamos que no puedes darle a un chef las sobras de tu refrigerador y esperar un platillo digno de un restaurante galardonado por la guía Michelin.
Esta es la sensación clara que se tiene al ver Inferno (d. Ron Howard), la tercera entrega en la franquicia que Brown comenzó con ‘El Código de DaVinci’ y prosiguió con ‘Ángeles y Demonios’. No estamos ante una saga literaria de primer nivel, pero al menos la primera novela tenía un atractivo kitsch disfrazado de “ingeniosos” acertijos históricos que, vistos a la distancia y con objetividad, eran más bien incongruentes y forzados dentro de la trama. Pese a todo la mayoría del público los tomó con buen humor, e hizo de la primer entrega fílmica un producto exitoso.
En esta ocasión partimos de territorio familiar, comenzando por la exótica locación italiana donde encontramos a nuestro protagonista de confianza, el profesor Robert Langdon (Tom Hanks, quien misericordiosamente no luce el lamentable corte de pelo que le conocimos en un principio). El talentoso simbolista, académico y experto en criptología despierta en un hospital de Florencia con una extraña herida en la cabeza, sin saber cómo ocurrió ni por qué se encuentra en Europa.
Una doctora inglesa (Felicity Jones) simpatiza con el caso de Robert. Bueno, al menos le cree, que ya es ganancia. Cuando un intento de asesinato subsecuente fracasa, Jones y Langdon se unen en la desesperada huida por el Viejo Continente que les llevará a desenmarañar un complicado esquema destinado a acabar, sin decir agua va, con más de la mitad del género humano. ¡Y tú que creías que sólo Iron Man tiene que combatir esta clase de amenazas!
El precedente de este ataque queda sentado por un video muy bien producido y con potencial viral, donde el excéntrico e intenso billonario Bertrand Zobrist (Ben Foster) explica que la humanidad se dirige a una extinción total en un lapso de cien años, y que sólo un cataclismo masivo donde sus números se reduzcan drásticamente puede salvarla. Obviamente este video y otras pistas que van surgiendo poco a poco, enfundadas en convenientes acertijos que involucran obras de arte familiares para Langdon, proveen un recorrido visual por idílicas locaciones europeas. Imagínate la franquicia de Jason Bourne, pero con esfuerzos físicos más a la altura de gente que hace spinning porque el crossfit les parece demasiado extremo.
Un libro de Dan Brown me bastó para saber que no era uno de mis autores imprescindibles, así que ignoro si ‘Inferno’ se apega fielmente al material original o si hubieron libertades creativas suficientes como para menguar el impacto de esta película. Lo cierto es que la dirección continúa, un poco inexplicablemente, en manos del prestigiado realizador Ron Howard. Uno pensaría que a estas alturas ya le habría cedido los mandos a algún talento a su cargo, pero no es el caso: Howard sigue aportando su sello personal a estas películas, y cabe decir que al menos es algo que se agradece. El ritmo es razonablemente bueno (considerando la historia), los personajes que rodean a Tom Hanks le brindan cierta credibilidad al producto y su progresión hacia un final gratificante se desenvuelve con soltura. Howard dirige bien, ese punto no se discute.
El problema es otro, la verdad. ‘Inferno’ se siente a ratos como una película que tendría mucho más credibilidad si se situara en otra época, en un pasado no muy distante. La cadencia y las motivaciones parecen extraídos de una colección de cintas de suspenso ideadas a principios de los 90, y quizá por eso es que el producto final se siente tan… gastado. Hay algunos comentarios alusivos al estilo rústico de Langdon expresado por la joven doctora interpretada por Jones, pero se sienten más como un contexto sobre las edades de los protagonistas antes de ser siquiera guiños de complicidad con la audiencia. Créanme: Dan Brown no es TAN ingenioso en ese sentido.
Si hay algo que funciona son las actuaciones, pues al menos vemos reunidos a intérpretes multinacionales que parecen entender la ridícula solemnidad detrás del producto y mejor optan por divertirse con él. Sobresale Sidse Babett Knudsen como una ejecutiva de la Organización Mundial de la Salud quien, “sorpresivamente”, también tiene una historia sentimental al lado de Langdon. Los siniestros operativos de un nebuloso grupo conocido como ‘El Consorcio’ son capitaneados por un efectivo Irrfan Khan, quien aporta mucho en un rol que es una auténtica caricatura en lo que a villanos concierne.
En esencia, ‘Inferno’ es una película que a veces resulta más entretenida que ingeniosa, pero que termina por mostrar muchas debilidades propias de un género cuyo compromiso con la evolución no es muy firme. Es algo paradójico que un actor tan versátil como Tom Hanks se encuentre encasillado en un rol recurrente que ofrezca tan poco para lucir sus atributos interpretativos, pero eso no es precisamente su culpa. Y el filme en sí se detiene a un paso de ser calificado como “desastroso”, pero eso tampoco es una validación. Así que recomendémosla solamente a los lectores más asiduos de la obra de Dan Brown. Deben existir, ¿o no?
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