¿Qué se hace cuando la justicia nos falla? La pregunta no es a título personal, sino en el marco social más amplio y más inclusivo, donde no nos ceñimos a un solo hecho cuyo fallo nos parece inapropiado, puesto que la inconsistencia de resolver nuestros conflictos de manera equitativa parece un mal generalizado.
Esta es la gran pregunta detrás de ‘Tres anuncios por un crimen’ (‘Three Billboards Outside Ebbing, Missouri’, d. Martin McDonagh), un poderoso drama que explora la frustración desde ángulos muy diversos para terminar descubriendo que a veces los culpables reales de las grandes injusticias en este mundo se mueven entre las sombras y no están destinados a revelarse ante nuestros ojos, pues nosotros mismos estamos demasiado preocupados en nuestra problemática existencia para descubrirles.
En el pequeño poblado de Ebbing, Missouri, aparecen de la noche a la mañana tres grandes anuncios espectaculares que estaban prácticamente olvidados a la vera de un camino vecinal poco transitado. Cada uno ostenta una breve frase: “Violada mientras moría”, “¿Aún no hay arrestos?” y “¿Por qué, Jefe Willoughby?”, que por separado no parecen demasiado polémicos, pero en conjunto narran la frustración de una madre llamada Mildred Hayes (Frances McDormand) que aún no tiene respuestas sobre la violación y muerte de su hija adolescente, ocurrida hace varios meses.
El mencionado Willoughby (Woody Harrelson) es el sheriff de la localidad, un hombre que goza de la simpatía generalizada de la población local y la lealtad inquebrantable de sus alguaciles, particularmente del violento y racista oficial Jason (Sam Rockwell), quien al parecer fue defendido por su superior tras un turbio asunto de violencia dirigida a un sospechoso afroamericano.
Willoughby se nos presenta como un cariñoso padre de familia, profundamente enamorado de su joven esposa (Abbie Cornish) y no particularmente sospechoso de negligencia en cuanto a la investigación del crimen mencionado en los anuncios. El secreto a voces, sin embargo, es que está terminalmente enfermo, y de pronto las exigencias de Mildred para que el atribulado servidor público resuelva sus demandas se convierte en un hecho que el pueblo percibe como un ataque injusto.
El guion (también a cargo del director McDonagh) nos lleva a contemplar múltiples puntos de vista y a intentar reconciliar sus motivaciones dentro del gran panorama de esa nación estadounidense olvidada por el progreso y rescatada por la miope filosofía de Donald Trump en forma de votos electorales. El sentimiento generalizado en esta película es que la maldad no nos es inherente, sino que deriva de una crianza donde nos negamos a sentir el dolor ajeno y a comprender las circunstancias del prójimo. Si el sheriff local no puede resolver un asesinato, ¿es justo que la madre de la víctima lo pinte como el villano de SU historia? Y si el imperfecto Willoughby llegó a mostrar comprensión y simpatía por uno de sus alguaciles, sin importar lo erróneo de su proceder, ¿es realmente malo o tan solo un ingenuo que aún cree en la bondad humana y en la redención?
La obra de Martin McDonagh siempre busca balancear la violencia con el humor, y este acto de equilibrismo es evidente en el filme. Las actuaciones son impecables, pues siempre se nos muestra una percepción distinta de la gran historia por contar de manera ágil y honesta, donde todo miembro del reparto aporta un pequeño engrane más que permite el avance de la maquinaria.
Superficialmente podríamos afirmar también que la historia toma la ruta más cómoda para deducir que “así es el mundo” y que no debemos esperar grandes cambios en su proceder pues nuestra naturaleza misma nos impide lograrlos. Esa sería la apreciación más cínica que uno puede desarrollar a manera de evaluación, y quizá es el mayor problema que la película presente cuando se estime su impacto real como crítica social. ¿Podemos creer en el acto de redención de un racista violento? ¿Es justo creer que la dolida madre de la víctima está actuando de manera equivocada? ¿Y tiene razón su familia sobreviviente al reaccionar de manera tan visceral ante lo que está sucediendo?
El filme está cosechando toda clase de elogios en materia actoral, con plena justicia. Pero también hay quien critica su agenda político-social, con críticas que van de la trivialización hasta la ingenuidad respecto a problemas más reales y profundos que simples puntos de vista divergentes. En lo personal creo que ‘Tres anuncios por un crimen’ hace todo lo que puede por hacernos creer en una naturaleza humana que rara vez se manifiesta en la vida real. La hechura de la película es brillante. Su reflejo de la triste realidad sobre los prejuicios y la intolerancia del género humano quizá no lo sea tanto.
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