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Hijo mío, cuando te sientas muy triste y sólo y yo no pueda estar ahí contigo, quiero que recuerdes esto. Siempre que tenemos miedo, angustia y muchas ganas de llorar, con nuestra mente hacemos que todo nuestro alrededor se vea negro. Como si se inundara el espacio de obscuridad. Tú sabes que cuando un espacio lo pintas todo de negro y apagas la luz, no puedes ver nada. Te empiezas a desesperar, te sientes ciego, sordo, mudo. No alcanzas a ver a tus amigos, ni a las cosas que te rodean. Lo mismo que si te dejaran en un lugar que desconoces, solo, a media noche.

Con cada lágrima que derramas, el lugar se va haciendo más y más obscuro. Como si te estuviera brotando pintura negra de los ojos, manchando tu cara y cayendo al piso. Tantas y tantas lágrimas que forman un mar donde te ahogas. Nadie te puede ver, y tú no puedes ver a nadie. Los ojos te pesan, te empieza a doler la cabeza, y te invade un cansancio por todo el cuerpo. Eso sucede cuando tu mente deja que se escapen solo pensamientos negativos. Así nos pasa a todos.

Es entonces cuando tienes que tratar de cambiar ese momento. Lo tienes que hacer rápido, antes de que la obscuridad te paralice. En ese instante, quiero que cierres los ojos y pienses en tu color preferido. ¿Cuál es? ¿Azul? ¿Verde? ¿Morado? Escoge uno, y comienza a colorear todo el espacio en el que te encuentras de ese color maravilloso. Todo; muebles, piso, paredes, cosas, personas. No te olvides de ningún rincón, de ninguna ventana, de las ropa, árboles, pelotas, papeles, mesas. Será como si te hubieran dejado entrar a tu lugar favorito, al mundo de color. De tu color. Diviértete, sonríe, haz travesuras con tu pincel. Ese que sólo tú tienes, ese que sólo tú puedes ver.

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Ahora, respira lentamente pero profundo. Ve dándote cuenta cómo ese color te tranquiliza. No trates de escuchar lo que dice la gente, ni de ver lo que hacen. No te preocupes por quién te ve o quién te ignora. Nadie puede saber lo que tú piensas. Ese es un don que tienes, muy tuyo. La mente es silenciosa. Te imagines lo que te imagines, veas lo que veas, es algo que sólo tú puedes reconocer. Date cuenta cómo ahora que este lugar ha cambiado de color, por fin puedes empezar a ver todo lo que hay en él con confianza. Ya no se siente obscuro ni triste. Hay luz, iluminación, gestos, movimientos, materiales interesantes, juegos. Es como si al fin te hubieran quitado la venda de los ojos después de mucho tiempo de tenerlos tapados.

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Hijo, aprender a cambiar el color de los lugares, de los momentos, de las personas, hace que tengas control sobre cualquier situación. Tienes la capacidad de hacerlo en cualquier situación y lugar. En la noche, si tienes miedo. En la escuela, si te sientes solo. Cuando estés leyendo un libro frente a todo el salón, o a punto de meter un gol en el futbol. Es un poder que tiene tu mente y tu corazón. Una herramienta que te ayudará siempre a sacar lo mejor de cada momento. Pero acuérdate, que así como puedes pintarlo del color que te agrade en un segundo, también puedes colorearlo de negro en otro segundo. No dejes que eso pase. Sé el dueño de tu pincel. Sé el artista de tu vida. Y haz que todo y todos sean parte de tu arcoíris. Un arcoíris que, como todos, no incluye el color negro.

 

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