La maldición de Eva: El maltrato a la mujer en la relación de pareja

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Le robo el título de su libro de ensayos a Margaret Attwood, una de las escritoras de más prestigio internacional, para hablar del tema incómodo del maltrato a la mujer en vista de que la semana pasada se conmemoró el Día de la Mujer, lo que da pie a hablar de la desigualdad y el maltrato que aún sufre el “sexo débil” (o debilitado).

La Dra. Attwood, dando un seminario en una universidad de Canadá preguntó a los hombres que qué les amenazaba de las mujeres y ellos respondieron que sentirse minimizados o poco capaces de responder a las demandas emocionales o económicas de una relación, etcétera. Al hacerle la misma pregunta al grupo de mujeres universitarias ellas respondieron que ser atacadas al cruzar el campus universitario durante la noche. Es evidente que hombres y mujeres no somos iguales, aunque no debemos generalizar ni a todas las mujeres ni a todos los hombres.

Las cifras siguen siendo escandalosas. Por ejemplo, según el INEGI, 47% de las mujeres mexicanas han sufrido violencia emocional, económica, física o sexual durante su actual o última relación (si quieren saber más chequen la siguiente página http://www.inegi.org.mx), y ahora súmenle que somos número uno en trata de blancas… ¡bueno!

Tendemos a pensar que es porque el hombre es más fuerte físicamente, o económicamente, o que, cuando la mujer es madre, se vive atada a los hijos  y por eso se encuentra en una posición más vulnerable. En muchos casos, sobre todo en países donde la riqueza o el apoyo del gobierno no se distribuyen equitativamente entre los sexos como lo es en México, esto es cierto. Sin embargo también podemos ver casos, y muchos, en los que la mujer podría optar por salir de la relación abusiva y sin embargo permanece en ella inexplicablemente.

Mi amiga la periodista Fernanda de la Torre dice que el maltrato se va instaurando en la relación poco a poco: “si metes a una rana en agua hirviendo esta salta y se va, sin embargo si la metes en agua tibiecita, y se la vas calentando poco a poco ni cuenta se va dando de cómo se va escaldando. Para cuando se percata, ya no tiene fuerzas para saltar.”

De inicio las relaciones fluyen naturalmente y eso va generando entrega y apertura. Los momentos amorosos abundan y se van generando recuerdos y vivencias de pareja, así como planes y proyectos para el futuro. Estas “postales” quedan grabadas de forma que uno siempre desea regresar a vivir a esas primeras sensaciones, lo que yo llamo “perpetuar una relación alimentándola de la nostalgia”. ¡No se debe vivir de la nostalgia! la relación debe ser sana y disfrutable todo el tiempo.

Existen múltiples formas de abuso y maltrato en la relación de pareja. A Karina, una mujer independiente y laboralmente exitosa de 27 años, su pareja le comenzó a poner en duda todo lo que ella le relataba, dudando de su veracidad continuamente,  y cuestionando toda decisión que tomaba tanto en el trabajo como a nivel personal. Poco a poco aderezaba con críticas su apariencia personal, su casa, su familia y sus amistades. Cuando ella mostraba interés en los asuntos de él, este le decía que era intrusiva, controladora e invasiva y por eso no le contaba nada.  Cuando peleaban, el asunto  que motivó la pelea inicialmente perdía importancia y él aprovechaba para acusarla de ser irracional, exagerada y un sinfín de calificativos más. En las formas también se imponía pues él solía atropellarla verbalmente, levantando la voz e interrumpiéndola hasta que ella se desesperaba y le gritaba de regreso.  Así las cosas, parecía una relación pasional pero… no hay que confundir la pasión con el maltrato.

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Con el tiempo, Karina comenzó a dudar de sí misma, de qué estaba bien y qué tan culpable era ella de generar estas reacciones en su pareja. El hombre narcisista suele encontrar placer en paralizar a su pareja, hundiéndola en la confusión y la incertidumbre. Karina comenzó a subir el tono, el volumen de sus reacciones, quizás con la finalidad de hacerle saber a su pareja  la locura que se iba gestando en ella. Él sabía perfecto qué botones apretar para que ella actuara la parte impulsiva y desquiciada de la relación. Muchas mujeres comienzan a tomar antidepresivos, tranquilizantes y hasta dejan de comer. Se van anulando, matando en vida, aportando así el mayor éxito al hombre misógino, aquel que odia a las mujeres: el ya no ser nadie, no ser más que un objeto de uso.

El ejemplo de Karina es uno entre muchos. La infidelidad, el acoso, el control, la ira, la manipulación, los celos, la incapacidad para escuchar o mirar a la pareja, considerarla un individuo, un Otro que se debe aceptar y apreciar en su diferencia… y eso sólo para hablar del maltrato psicológico.

¿Qué pasaba con Karina que no se salía de la relación? Lo primero es la confusión en la que se encontraba, pues entendía que las cosas no debían ser así y sin embargo pensaba que podría regresar la relación a como era antes. Del maltrato no hay camino de regreso. Una debe vencerse como lo hace ante cualquier adicción, debe ser humilde y decirse “yo no puedo con esto, esto me sobrepasa y, o me hundo, o me salgo y me salvo”. Muchas mujeres tienen una actitud  (no sé si llamarla pedagógica) de pensar que pueden “curar” al otro, que lo van a “hacer entender qué está mal” y por ello cambiarán y serán mejores personas, pero eso sólo pasa en las películas o en la vida real muy raramente, la verdad es que no somos tan “eficaces”.

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Una parte dolorosa para Karina era que estaba enamorada, había abierto su vida a este hombre y juntos habían hecho planes de casarse, de comprar una casa linda, tener un par de hijos, viajar por el mundo… en fin, él era su proyecto de vida y ella trataba de siempre recordar y apoyarse en todo lo bueno que tenían juntos, que ella pensaba que era mucho, para soportar lo malo.

Por otro lado, cada vez que ella deseaba hacer una pausa en la relación para pensar las cosas, él la reconquistaba con súplicas, promesas de cambio, regalos y planes nuevos. A algunos hombres maltratadores les amenaza mucho que la mujer se separe de ellos y piense, que recupere la cordura y la compostura, por lo que evitan la distancia a toda costa, lo que de nuevo es vivido por la mujer con un acto “pasional” de un amor “desmedido”.

Para no hacer la historia más larga, Karina empezó a sentirse físicamente enferma, angustiada, deprimida y sin ganas de levantarse en la mañana. La última pelea con su pareja ya fue intolerable pues su sensibilidad ya estaba a flor de piel y decidió buscar ayuda. Se metió a terapia y dejó de “editar” la información que daba sobre su relación (uno suele proteger su relación y no contar los aspectos humillantes o vergonzosos) y aceptar la confrontación y todos los aspectos  de ella misma que la hicieron estar ahí. Fernanda Familiar al tratar el tema del maltrato dice que es como sufrir un síndrome de Estocolmo (en la que el secuestrado se vive dependiente de su secuestrador, siente que su vida depende de él e inclusive se siente agradecido y afectivamente involucrado). Cuando una sufre la ruptura de una relación piensa que lo que va aliviar ese sufrimiento es el retorno a la relación, con un abrazo del amado todo se olvida. Pero no, uno debe “desintoxicarse”  de las  relaciones de maltrato como lo hacemos de cualquier adicción.

También es cierto que una se vuelve “adicta” a la adrenalina que genera una relación así, y cuando se da la separación y se regresa al estado de calma, se extraña este acelere, este nerviosismo, el reto de la continua bronca… de esto también uno debe desintoxicarse.

Pues sí, cargamos con la maldición de Eva; somos vulnerables porque nuestra inteligencia y pragmatismo fácilmente se ven obnubilados por la vida afectiva. Pero nunca hay que olvidar que para que el amo exista debe haber alguien dispuesto a colocarse en el lugar del esclavo. Esta dialéctica hegeliana lo deja claro: sólo una misma se puede descolocar del lugar del maltrato.

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