Salvemos una vida

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El ruido ensordecedor hacía vibrar los vidrios de la ventana.

Desde la habitación de Gaby, parecía que un tornado golpeaba con fuerza la estructura de aquel enorme edificio de 14 pisos.

Un grupo de niños en la calle miraba el cielo, emocionados por el espectáculo. No era la primera vez que presenciaban algo así, pero los divertía ser testigos de la fuerza de aquel aparato que provocaba semejante alboroto.

Lo más sorprendente es que Gaby se encontraba en el piso 12. Y aún así, el estrépito de aquel helicóptero, descendiendo en el último nivel, parecía como si estuviera a escasos 10 metros de la niña.

A diferencia de los niños de la calle, que corrían y saltaban de un lado a otro, gritando entusiasmados… Gaby apenas si tenía fuerzas para levantar un poco la cabeza e intentar asomarse por la ventana de la habitación. Pensaba que con un poco de suerte, lograría ver el helicóptero.

Para una niña de ocho años, que lleva más de cinco meses en aquella cama de hospital, la llegada de ese helicóptero era una gran novedad.

Posiblemente, era más emocionante porque Gaby veía en el rostro de su mamá algo que desde hace mucho no había vuelto a contemplar: esperanza.

Los pensamientos de Gaby fueron interrumpidos con la llegada de su papá, que abrió la puerta de la habitación y entró gritando: “¡Ya llegó!”.

Acompañando al padre de Gaby, un par de camilleros y dos enfermeras entraron también y comenzaron a preparar a la niña para llevarla a “dar un paseo”, como le dijo cariñosamente una de las enfermeras.

Mientras avanzaban por un pasillo que no parecía tener fin, Gaby le preguntó a su mamá: “¿Todo va a estar bien?”. A lo que ella contestó: “Ahora sí, te prometo que todo estará bien, mi amor”.

Han pasado tres meses desde aquella tarde en que Gaby escuchó el estrépito del helicóptero llegando al hospital. Hoy tiene las fuerzas que aquel día no le permitieron levantarse para ver por la ventana.

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Hoy escucha nuevamente ese mismo sonido, acercándose más y más. Y le pregunta a su mamá: “¿Es otro helicóptero, verdad?” Y ella le contesta sonriendo: “Sí, mi vida. Es otro helicóptero que le salvará la vida a otro pequeño”.

Gaby es otra niña que recibió una segunda oportunidad para vivir, gracias al trasplante del riñón que llegó ese día en helicóptero. Otra historia de éxito, que forma parte de los 21 mil 322 pacientes inscritos en el Registro Nacional de Trasplantes, tan sólo hasta el mes de abril de este año.

¿Saben cuántos mexicanos están en lista de espera por un transplante de riñón? Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (la OMS), hay casi 9 mil personas en espera. Y se han realizado más de 43 mil transplantes de este órgano vital en nuestro país.

Un trasplante es un procedimiento médico, por el cual se trasladan órganos, tejidos o células de una persona a otra, con el fin de mejorar la calidad de vida del paciente.

 

¿Pero qué órganos se pueden trasplantar? El corazón, hígado, intestino, páncreas, pulmón y riñón. Los tejidos como las córneas, huesos, pelo, piel, sangre y válvulas cardiacas. Y las células incluyen a la médula ósea.

Según el Centro Nacional de Trasplantes (el Cenatra), en 2016 se realizaron 6 mil 685 trasplantes en nuestro país. Tan sólo en la Ciudad de México se llevaron a cabo 2 mil 373 trasplantes; en Jalisco, se realizaron 864; en el Estado de México 454; en Guanajuato 342; en Coahuila 280; y en Puebla 278.

¿Y saben qué órgano es el que tiene mayor demanda? El riñón, como en el caso de Gaby. Como ella, actualmente hay 12 mil 477 pacientes que esperan un riñón para seguir viviendo.

La Ley General de Salud establece que todos somos potenciales donantes, a menos que en vida expresemos lo contrario. ¿Se dan cuenta? Todos tenemos la posibilidad de salvar una vida.

En 2006, la Organización Mundial de la Salud estableció el 6 de junio como el Día Mundial de los Trasplantados. Esto con el propósito de crear conciencia sobre la cultura de donación, para salvar a millones de personas que padecen enfermedades crónicas o terminales, y que mediante un trasplante podrán seguir viviendo.

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Así como Gaby, hay millones de niños, millones de hombres y mujeres. Enfermos que son padres, hermanos, hijos. Enfermos que muchas veces conocemos. Enfermos que tal vez nunca lleguemos a conocer, pero que sí podemos ayudar si nos unimos a esta cultura de donación.

¿De qué manera? Muy simple. Expresando a nuestra familia esta voluntad de donar nuestros órganos al fallecer. Y hacerlo de manera legal también, mediante la tarjeta de donador voluntario que podemos descargar en la página del Centro Nacional de Trasplantes, en la dirección: www.cenatra.salud.gob.mx

Recuerda que los mexicanos hemos sufrido terremotos, inundaciones, huracanes. Desastres naturales que se han llevado miles de vidas inocentes. Y que siempre nos hemos dado la mano.

Recuerda que no sabemos qué día dejaremos este mundo. Que son millones de mexicanos los que están enfermos, que están pasando por una enfermedad terminal. Que no sabemos si por desgracia un día estaremos en ese lugar.

Pero sobre todo, recuerda que somos millones, muchos millones más, los que podemos ayudar con un acto de altruismo y generosidad infinita como la donación de órganos. Vamos a pensar en los demás como miembros de una gran comunidad, como una gran familia, como un país de mexicanos que se ayudan, que se cuidan, que se procuran.

Vamos a crear conciencia sobre la importancia de la donación de órganos y hagamos de nuestro México un país donde la esperanza de vida sea cada vez mayor, donde menos gente muera si podemos evitarlo, donde todos nos demos la mano, donde historias como la de Gaby sean noticias en los medios, buenas noticias…. Donde quede más claro que nunca, que somos más, pero muchos más los buenos que cuidamos y abogamos por la vida.

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