México y Venezuela mantendrán relaciones diplomáticas como siempre

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  • José Briceño Ruiz explicó que Nicolás Maduro tiene el poder institucional, económico y militar para consolidar su tercer mandato
  • La decepción y pérdida de esperanza de que las condiciones van a mejorar, generará un nuevo movimiento migratorio que nos afectará, añadió

Nuestra nación no reconocerá ni desconocerá a ningún presidente de Venezuela, tampoco tendrá una relación de cercanía ni mostrará al vecino sudamericano como un aliado estratégico; ese país no será un tema central en la agenda de la política exterior mexicana, consideró el académico del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM, José Briceño Ruiz.

Aplicada durante décadas, “la famosa doctrina Estrada” es un principio fundamental de política exterior. Para nuestro país los temas importantes serán cómo lidiar con Donald Trump y con ello la migración, así como la revisión del Tratado entre México, Estados unidos y Canadá, T-MEC, entre otros.

Aunque en este momento el tópico Venezuela es relevante en Latinoamérica, reconoció el investigador, hay que recordar que sus crisis son cíclicas.

Nicolás Maduro, dijo el universitario en entrevista, tiene el poder institucional, económico y militar para consolidar su tercer mandato. Ese control total le da un carácter autoritario a su gobierno, y en contra de la voluntad de la gente.

Luego de las recientes manifestaciones de protesta, la respuesta de la sociedad se verá reducida y habrá un periodo de desencanto “porque había esperanza de un cambio con Edmundo González Urrutia, pero no pasó nada”, y seguirá el régimen político que numerosos gobiernos cuestionan.

La institucionalidad de la política exterior mexicana, detalló, plasmada en la fracción décima del artículo 89 de la Constitución, se ha mantenido a lo largo de más de 70 años con algunas variantes. Incluso en la década de 1960, cuando América Latina se sumó a Estados Unidos en la expulsión de Cuba de la Organización de los Estados Americanos, con base en esos principios México no se unió al bloqueo contra la isla.

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Es una actitud pragmática; simplemente hay un marco constitucional que refiere la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en los asuntos internos de otras naciones.

En ese contexto, entre ambos países se mantendrán las relaciones diplomáticas y consulares como siempre, al igual que los intercambios económicos y las inversiones mexicanas que pueda haber en aquella nación, pero sin ser el centro de la política exterior, insistió el experto.

Briceño Ruiz opinó que el “fenómeno Maduro” es un problema para la izquierda democrática latinoamericana, una suerte de “papa caliente” que no sabe cómo tratar. Le cuesta demasiado observar violaciones a los derechos humanos y guardar silencio. “Es muy dramático lo que está viviendo”.

Ese dilema va a continuar y en algún momento deberá tomar una posición clara, más definida, porque hasta ahora ha sido ambigua también en los casos de Colombia y Brasil; la estrategia ha sido mirar para otro lado. “El único país que claramente ha dicho que el venezolano es un gobierno autoritario y que no lo reconoce, es Chile. Aunque en el resto, no tengo la menor duda, hay una preocupación de lo que pasa en Venezuela”.

Hay que recordar que eso puede marcar el futuro de lo que pasa en Cuba o en Nicaragua, porque hay una imbricación entre los tres países demasiado fuerte; a pesar de sus problemas, Venezuela sigue siendo un soporte en materia de energía para la isla, y esta es, para la izquierda, “una utopía que hay que seguir defendiendo”.

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Briceño Ruiz consideró que existe la posibilidad de que la relación de México con Venezuela afecte la del primero con Estados Unidos; al respecto se podrían presentar varios escenarios, tomando en cuenta al personaje impredecible que es Donald Trump.

Su gobierno será “inclemente” con Cuba y Venezuela mediante sanciones y otras medidas, y “no se sentirá muy cómodo” con un México un tanto indiferente frente a lo que pasa en la República Bolivariana, por ello los estadounidenses podrían ejercer presión al gobierno mexicano.

O bien, impulsar el cambio de régimen político porque la mayoría de la población cuestiona al gobierno de Maduro, que es endeble a nivel interno e internacional.

Una tercera posibilidad es una negociación. El magnate es un empresario y negociador, y “personalmente no descarto un acercamiento porque comparten preocupaciones fundamentales, como la migración”. Además, no hay que olvidar que la crisis en Ucrania y el tema del petróleo y la energía son importantes para Estados Unidos. En los dos casos Venezuela es un actor principal.

Ante el desencanto de la población por la juramentación del venezolano para un tercer mandato, y las narrativas simplistas y poco realistas de la oposición (como los dichos de María Corina Machado, de que el día 9 de enero el país iba a cambiar, o que el gobierno de Maduro pasaba por su momento más débil cuando en la realidad nada pasó), la salida de territorio de esa nación será, para muchos, la única opción.

La decepción y pérdida de esperanza de que las condiciones van a mejorar generará un nuevo movimiento migratorio que afectará a México, país de paso hacia la Unión Americana. “Venezuela seguirá ahí, como un tema de gran complejidad y difícil de descifrar para la política latinoamericana”, concluyó Briceño Ruiz.

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