Steven Spielberg sabía lo que hacía en 1975 cuando dirigió el filme clásico que cambió nuestra concepción del cine de verano: ‘Tiburón’ (‘Jaws’). Y es que el realizador, enfrentando las limitantes tecnológicas de la era para hacer que un atemorizante escualo pareciera real en la pantalla, optó por explotar el horror por una vía muy simple: haciéndonos anticipar la fatalidad de cada escena creando un miedo irracional por lo que NO estábamos viendo.
El recurso sigue siendo válido hoy en día, como lo demuestra ‘Miedo Profundo’ (‘The Shallows’, d. Jaume Collet-Serra), una película que logra convencer a base de una estructura eficiente, un personaje central que no actúa a fuerza de impulsos incoherentes, una fotografía impactante y más de un guiño al previamente mencionado clásico de Spielberg. Y bueno, contar con Blake Lively en bikini tampoco le hace daño, para ser honestos.
Lively interpreta a Nancy, una tejana estudiante de medicina a punto de dejar la carrera por estar inmersa en una crisis existencial. Como es natural, eligió las costas mexicanas (aunque las locaciones reales son en Australia) para emprender un recorrido turístico en memoria de su recientemente fallecida madre, quien sucumbió ante una enfermedad incurable. Y como su compañera de viaje se excedió con el tequila la noche previa, descubrimos a la joven adentrándose en la selva rumbo a una idílica playa para practicar algo de surf en solitario.
El día de Nancy comienza bien: el paraíso que se revela ante sus ojos es tan espectacular como alguna vez lo describió su madre, quien estaba embarazada cuando lo descubrió en su juventud. La arena es imposiblemente blanca, las cristalinas aguas son de una belleza incomparable, las olas son perfectas y hasta el par de surfistas locales que se encuentra ahí son simpáticos y amigables, advirtiéndole de un traicionero arrecife de coral que hay que evitar durante la fluctuación de la marea.
De pronto los locales se marchan y la protagonista queda aislada sobre las aguas, con la bahía entera a su disposición, pero hace un descubrimiento desagradable: una ballena muerta flota inestable en la cercanía, con muestras visibles de haber sido mordida por un gran depredador. Justo cuando Nancy comienza a pensar que el lugar no es tan perfecto como aparentaba, un descomunal tiburón blanco la ataca violentamente.
Sobrevivir el ataque inicial es de esperarse en una película de suspenso, pero el primer acierto de la historia es evitar que su personaje principal caiga presa del pánico. Por medio de conversaciones telefónicas previamente sostenidas con su familia, podemos deducir que Nancy viene de una estirpe que sabe sobreponerse a la adversidad. Sus conocimientos de medicina le permiten reaccionar de manera lógica, echando mano de los pocos recursos a su alcance una vez que pierde la tabla de surf y queda varada sobre las rocas coralinas que la marea baja ha dejado al descubierto. La situación es desesperada, pero la trama siempre nos brinda una alternativa lógica por develar aún en sus instantes más trágicos.
Es necesario reconocer el mérito del director Collet-Serra para abordar ‘Miedo Profundo’ con una visión congruente. El realizador catalán se ha dedicado últimamente a dirigir a Liam Neeson en varios filmes de “acción geriátrica”, pero no se olvida el toque magistral para el suspenso que exhibió en ‘La Huérfana’ (‘Orphan’, 2009). En esta ocasión lidia con la frialdad de un depredador puro con instintos perfectos para atrapar a su presa, pero también con la inventiva y el sentido común del otro gran depredador de la naturaleza: el ser humano.
Las tribulaciones de Nancy y su sufrimiento durante la película tampoco caen en el terreno de la explotación del dolor, algo que debemos agradecer. Y Lively, quien hasta la fecha ha destacado meramente por su considerable atractivo físico, tiene por fin la oportunidad de mostrar algo de rango actoral. El resto del reparto tiene intervenciones tan fugaces que cuesta trabajo evaluarlas, pero nada en el guion se siente forzado ni implausible. Vamos, ni siquiera la relación de amistad que la protagonista termina entablando con una gaviota herida que le acompaña sobre la roca.
En esencia, ‘Miedo Profundo’ es una película que sabe emplear cada uno de sus 86 minutos de manera eficaz. La metáfora de supervivencia es inteligente, los efectos visuales convencen, las escenas de acción son tensionales y la narrativa es ágil. Mi recomendación personal: busca a alguien que haya visto ‘Tiburón’ de Spielberg en el cine durante los años setenta y pídele que te acompañe. En el peor de los casos caerán en comparaciones odiosas entre eras y estilos, pero en el mejor le harás recordar la época en la que la gente dejaba de meterse a nadar, por simple miedo a aquellas amenazas que no podían ver bajo las aguas.
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