Desastroso entretenimiento

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Amigos críticos, quiero pedirles un favor: dejemos de estudiar al cine de desastre como si este subgénero estuviera compitiendo por el Oscar a Mejor Película, ¿de acuerdo? Se los imploro, es desgastante enfrentarse a otra producción donde el eje de la trama central es un cataclismo de proporciones bíblicas, y donde es obvio que se gastaron más presupuesto en maquetas o CGI que en guionistas, para después tener que darle media estrellita de calificación a la dichosa peli con el sobado recurso de: “es una afrenta a la inteligencia del público”, o algo similar.

Es en serio, tenemos que asumir que el cine de desastre es, por definición, escapismo ridículo y entretenimiento vacío, y una vez reconciliados con esa postura, evaluar un producto por lo que es, no por lo que queremos que sea. Esa es la misión que quiero adoptar en la evaluación de ‘Geo-Tormenta’ (‘Geostorm’, d. Dean Devlin), una película que podría dedicarme a destrozar desde el punto de vista artístico, pero que en mi opinión merece al menos la consideración de ser apreciada como un producto de entretenimiento, lisa y llanamente.

Jake Lawson (Gerard Butler) es uno de esos geniales científicos que sólo existen en películas de esta índole: devastadoramente varonil, poseedor de un impecable humor negro que sale a relucir en los momentos más dramáticos y con serios problemas para tolerar a figuras de autoridad. Esta última característica le llevó a ser despedido hace unos años de su proyecto más brillante, una red de satélites que pueden terminar con desastres naturales mucho antes de que se conviertan en amenaza real.

El problema es que el sistema es vulnerado. Los Estados Unidos terminan con el rostro manchado de fracaso cuando la mentada red de satélites que ellos montaron y que administran a través de la Estación Espacial Internacional (ISS) es víctima de un ciber-ataque (el “¡ME HACKEARON!” llevado al extremo), con la triste consecuencia de ver un poblado completo de Afganistán convertido en paletas heladas con forma humana. Hay un saboteador con la clara misión de destruir el frágil equilibrio que mantiene el orden y la civilidad entre las naciones. Sólo un hombre puede detenerlo. Adivinaste, ese hombre es Jake Lawson.

El científico le hace la firma promesa a su hija adolescente de regresar a salvo del espacio exterior (otro cliché muy socorrido y efectivo) y se lanza en pos de su destino. La ISS está poblada de varios talentosos individuos provenientes de diversas naciones (¡Hola, Eugenio Derbez!), y Lawson tendrá que aprender a convivir con ellos a la vez que busca cómo resolver el asunto de los súbitos cambios climáticos provocados por el misterioso hacker. Y bueno, también tendrá que lidiar con su hermano Max (Jim Sturgess), quien estuvo encargado de despedirlo la última vez que trabajaron juntos y que ahora debe mantener al volátil Jake bajo una semblanza de control.

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El elenco está lleno de rostros familiares haciendo cosas que te sonarán lógicas, por ridículas que sean en la vida real. El Presidente de EEUU es Andy García, así que asumimos que parte de las metas de esta película es provocarle un disgusto a Donald Trump, viendo a un hispano a cargo de la Casa Blanca. La novia de Max es la estoica y eficiente agente especial Sarah Wilson (Abbie Cornish), quien lo mismo conduce un auto de línea entre un cataclismo que arrasa con una ciudad que te pone en orden a un pasado de listo con un par de bien acomodados golpes. Ed Harris es el Secretario de Estado, y no sabemos muy bien a qué atenernos con él, ¿es parte del complot geodestructivo? ¿Es buen tipo? ¿Es calvo natural? Zazie Beetz es una astuta ingeniera de sistemas con una figura que te mueres. Eugenio Derbez es Eugenio Derbez EN EL ESPACIO. Sólo falta que haya tiburones dentro de los tornados de esta película para ganarse un sello de “demasiada diversión para ser procesada por tu arcaico cerebro”.

Y, lo cierto es que… ‘Geo-Tormenta’ está bien divertida. No es sarcasmo, lo juro. Sí, el extraño complot político que motiva el hackeo y los subsecuentes eco-desastres es rebuscado y tedioso en parte, pero justo cuando quieres gritarle a la pantalla “¡MUÉSTRENME OTRA CIUDAD CONOCIDA EN PROCESO DE DESTRUCCIÓN!”, el atolondrado guion se tropieza con el botón de los efectos visuales y tienes una popular playa brasileña congelándose. O un tsunami devorando una metrópoli. O una serie de torbellinos bailando como si convivieran en un bailongo de pueblo. O a Eugenio Derbez EN EL ESPACIO. Se los digo, no hay cómo criticar tanta honestidad a la hora de distraer nuestras mentes. La triste realidad de cataclismos de la vida cotidiana en México, Puerto Rico o cualquier otro sitio recién devastado por la naturaleza nos debe ayudar a distinguir entre una obra de ficción desmesurada y un testimonio sobre el ecocidio latente, en mi humilde opinión.

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¿Y es que saben algo? Hubo una época, muy lejana ya, en la que el cine de desastre atraía talento de primer nivel. Gente como Paul Newman. Gene Hackman. Jack Lemmon. Alain Delon. Steve McQueen. Eran los nombres que deslumbraban en un póster, que terminaban desfilando en alfombras rojas y aceptando premios. Eran otros tiempos. Los efectos visuales de los años setenta comenzaban a explorar las posibilidades en materia de aportar algo a la narrativa, de manera que el desastre mismo se convertía en un personaje más. Y estábamos bien con ello.

Hace unos veintitantos años, en los principios de mi carrera editorial, hubo un resurgimiento de este género. Los Irwin Allen de los setenta fueron sustituidos por los Roland Emmerich, los Michael Bay. Vamos, Dean Devlin dirige ‘Geo-Tormenta’, y fue productor de la original ‘Día de la Independencia’ (1986) al lado de Emmerich, quien después procedería a destruir la Tierra aún más con ‘El Día Después de Mañana’ y ‘2012’. Recuerdo que uno de mis mentores en el mundo de las revistas me comentó, con toda seriedad, que películas como ‘Tornado’ o ‘El Pico de Dante’ eran lo que más le emocionaba de ir al cine. Este hombre era un individuo extremadamente culto, de gustos por demás refinados, así que algo no cazaba con su postura.

Me decidí a indagar por qué se atrevía a emocionarse por películas sobre volcanes surgiendo en medio de la ciudad de Los Ángeles o por asteroides impactando nuestro vulnerable planeta, en vez de reservar butaca para un sentido drama de Krzysztof Kieslowski o una sagaz comedia de los hermanos Coen. “Ya no están haciendo películas para competir con ‘Breakfast at Tiffany’s’, ¿sabes? Ah, pero cada vez hay formas más ingeniosas de destruir la imaginación con efectos”. Hoy, más de veinte años más tarde, entiendo a lo que se refería. ¿Diversión por encima del arte? ¿Quién lo hubiera pensado? Así que relájate, baja tus expectativas y disfruta de una de las mejores/peores entregas del año. Y cuando quieras ponerte en plan pretencioso con tus argumentos, recuerda: Derbez. EN EL ESPACIO.

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