La importancia de los límites educativos en la vida de los hijos

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Un tema de la mayor relevancia hoy en día es el asunto de la crianza de los hijos y el respeto (o falta de) a las figuras de autoridad. No sé si es un problema del posmodernismo o tiene que ver con las fallas y el deterioro social particularmente de nuestro país. Hace años escuché en la radio a la escritora Ikram Antaki decir que una tarde en Coyoacán, mientras comía tacos, el niño de la mesa de al lado pateaba y pateaba su silla. Ella le pidió que lo dejara de hacer, ante lo cual su papá se levantó enfurecido a gritarle que su hijo podía hacer lo que se le pegara la gana y que ella no era nadie para decirle que no. Ella concluye su anécdota diciendo que esa es una buena representación del civismo en México.

Pero como yo no soy especialista en psicoterapia infantil decidí invitar a la psicoanalista Rosario Salgado Cuevas ([email protected]) que, como especialista en psicología infantil ve, con una frecuencia cada vez mayor, que a su consultorio llegan a tratamiento padres desesperados por que sus hijos presentan conductas disruptivas en casa, escuela y en su ambiente social, y por eso nos escribe acerca del tema. La próxima semana viene la segunda parte, donde ella nos da sugerencias de cómo ponerle límites adecuados a los niños en casa.

La queja que una y otra vez escuchamos, es que los niños y jóvenes parecen haber perdido la noción de “figura de autoridad” y manifiestan una serie de comportamientos que alertan a padres y maestros, entre los que se encuentran: faltas de respeto, actos de manipulación o intimidación y poca o nula capacidad para tolerar la frustración. Los padres denuncian que los chicos son cada vez mas demandantes, soberbios, arrogantes, tiranos, impacientes y egoístas.

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A la par expresan su frustración al no poder erigirse como agentes moldeadores de comportamientos estables y sanos en sus hijos, recurriendo a acciones como golpear, gritar, castigar o regañar

¿Será acaso que el comportamiento disruptivo de muchos chicos hoy día es una herencia inevitable de la época en la que vivimos?  O ¿Serán denuncias que revelan la relajación de nuestra labor educativa?

Me gusta más pensar en la segunda opción,  ya que hablar de lo que no se ha hecho o se ha dejado de hacer,  deja abierta la posibilidad a lo que, como padres y educadores, sí podemos hacer.

Lo anterior va de la mano con el concepto e importancia de los límites educativos, entendidos como aquellas reglas, normas y principios que regulan y equilibran el comportamiento de los niños y jóvenes.

Y es que es justo la falta de definición e implementación de límites adecuados, lo que en gran parte ocasiona que, los padres no puedan emprender su función educativa de manera efectiva, afectiva y productiva., llegando a menudo a confundir la imposición de límites con la compra de “recompensas”, la imposición de castigos o la indicación repetitiva a los hijos de lo que “no” pueden hacer.

Sin embargo los límites son mucho mas que eso, son la gran oportunidad de señalar la frontera de lo aceptado y lo prohibido, que permita al niño desarrollarse en un ambiente seguro, protegido y estructurante,  que garantice su libertad, a la vez que le aliente a progresar; ya que un pequeño que cuenta con límites firmes y amorosos muy seguramente desarrollará un sentimiento de confianza básica que le permitirá aventurarse, explorar, crear y ser laborioso.

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A la par,  muy seguramente contará con una imagen parental fuerte y consistente  que le brindará claridad de criterio y un punto de referencia sólido al que pueda volver una y otra vez.

De igual forma podemos esperar que un niño que reconoce sus propios límites y los de su núcleo familiar, muy seguramente será capaz de respetar y reconocer los límites de otras personas, con lo que ganará la posibilidad de ser aceptado y obtener las recompensas y aprendizaje que se derivan de los intercambios sociales.

Y  en relación a la capacidad para trabajar, una persona estructurada es más probable que tenga la organización y hábitos que le permitan completar sus objetivos.

Podemos hablar de muchas otros beneficios que se derivan de emprender una labor educativa comprometida, responsable y adecuada, a pesar de reconocer que no por ello tiene que ser sencilla; sin embargo dedicar tiempo y esfuerzo en la formación de los hijos muy seguramente garantizará que podamos disfrutar de un sin número de recompensas, aún desde el proceso mismo.

La próxima semana daremos algunos consejos de cómo poner límites efectivos.

 

 

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