Biodiversidad en México

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Como ya es costumbre, al caer la tarde y una vez que la noche ha cubierto la blancura de la playa, el pequeño Ikal sale de su humilde choza y clava la mirada en el cielo. Entonces, como si se tratara de la primera vez que lo hace, comienza a gritar emocionado:

-“¡Hay, Luna, Yaamil! ¡Hay Luna!

Un grito que se repite cada noche en que la Luna ilumina la lúgubre oscuridad de la selva maya, justo a unos metros del mar, donde vive Ikal con su papá Yaamil. Y es que a sus 10 años de edad, Ikal es el encargado de comprobar cada noche si hay luz suficiente para sacar a pastorear los becerros.

Desde el papá de Yaamil, y el papá de su papá, y desde que Ikal tiene memoria, su familia se ha dedicado a la crianza y engorda de becerros como medio de subsistencia. Pero a partir de la llegada de los hombres de las ciudades que poco a poco han ido ocupando las tierras y las playas cercanas a la selva, el pastoreo ya no es posible durante el día.

El constante tránsito de autos por las carreteras, los turistas y el calor han propiciado que Ikal y Yaamil salgan en las noches de Luna con su ganado y se internen un poco en la rica vegetación selvática donde los becerros encuentran un festín. Porque la naturaleza es sabia desde hace siglos y dotó a estas tierras mayas de una variedad infinita de flores y frutos.

Los antepasados de Ikal decían que los dioses viajaron por todo el mundo compartiendo su poder y sabiduría, pero cuando llegaron a México encontraron una tierras tan ricas y fértiles, que dejaron caer las semillas de las especies vegetales y animales que en ningún otro lugar del mundo se encontraban.

Una de esas semillas hizo brotar con la unión de la tierra y el agua una masa de barro con forma indistinta, que los mayas llevaron a sus pirámides, donde artesanos y sacerdotes moldearon durante días y noches enteras hasta terminar la figura de un animal que sería venerado como una deidad de lo femenino, de lo oculto y de la noche.

Esa figura, una vez que por influjo de los dioses cobró vida y aliento, fue llamada “jaguar”. Pero los hombres no contaban con la concentración del poder del universo que dotó a este animal de un carácter indomable, tanto como su belleza. Así que tuvieron que dejarlo en libertad y cuidarse de su furia cuando por las noches salía de cacería.

La leyenda del jaguar sigue vigente para Ikal y Yaamil, a pesar de los siglos que han pasado, ya que cada noche que salen con los becerros constatan que el dios de ojos penetrantes y gran velocidad merodea la selva en busca de alimento. Es por eso que Yaamil carga su rifle en cada paseo nocturno.

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Una que otra vez, algún becerro se aleja del rebaño y se convierte en la cena del dios jaguar. Pero cuando Yaamil logra distinguir a la fiera gracias a la Luna y dispara con certeza, ese día no sólo regresa a la choza con el número de becerros íntegro, sino con una piel para vender en el mercado al día siguiente.

En este periodismo de vida, la historia de Ikal y Yaamil refleja una triste realidad de supervivencia y al mismo tiempo un grave atentado a la biodiversidad que actualmente vivimos en México, ya que precisamente el jaguar es una de las especies animales que conforman esta riqueza ecológica de el territorio nacional y que está amenazada por el hombre.

Pero, ¿qué es esto de “biodiversidad” que tanto escuchamos?

La biodiversidad o diversidad biológica es la variedad de la vida, así en palabras simples. Abarca a la diversidad de especies de plantas, animales, hongos y microorganismos que vive en un espacio determinado, a su variabilidad genética, a los ecosistemas de los cuales forman parte estas especies y a los paisajes o regiones en donde se ubican los ecosistemas.

México es parte del grupo de países que en conjunto poseen alrededor del 70% de la diversidad mundial de especies. Y aunque representa el 1% de la superficie terrestre, aún así alberga el 10% de la diversidad biológica del mundo. Los estados con mayor biodiversidad son Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Guerrero y Michoacán.

Otro dato importante es que entre el 50% y 60% de las especies de plantas conocidas en el mundo se encuentran solamente en nuestro territorio. Esta exclusividad, por decirlo de alguna manera, es lo que llaman endémicas, porque no existen en ningún otro país.

La mala noticia es que de acuerdo al Kew Royal Botanic Gardens, el 21% de las especies de plantas en el mundo están en peligro de extinción. Y los científicos estiman que aproximadamente 150 a 200 especies se extinguen cada 24 horas. ¿El motivo? La pérdida y deterioro de hábitats, especies invasoras, sobre explotación (como la tala indiscriminada), contaminación y el cambio climático.

Y si todavía hay alguien que piensa que esto no le perjudica porque vive en las grandes ciudades o porque cree que la tecnología puede sustituir todo lo que necesita. Aquí te paso unos datos que te van a dejar pensando:

Más del 60% de los habitantes del mundo necesita las plantas porque con ellas se elaboran medicamentos; Uno de cada 3 bocados de la comida que consumimos depende de polinizadores como las abejas, los murciélagos y las aves; Entre el 10% y el 12% de la población mundial dependen de la pesca y la acuicultura (que es el cultivo de organismos que viven en medios acuáticos, como peces, moluscos o algas); Y los ecosistemas regulan la disponibilidad y calidad del agua potable.

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Hoy inicié este periodismo de vida con la historia de los pobladores en las zonas selváticas en Yucatán, que para defender su ganado no tienen otra opción que disparar a los jaguares, los cuales aprovechan la noche para salir de cacería, como parte de su instinto. Una actividad que sin saberlo atenta contra la biodiversidad del planeta.

Hasta el año pasado, se tenía un conteo de 64 mil jaguares en el mundo. En Yucatán, Oaxaca y Chiapas sólo quedan mil 800 ejemplares; en Sonora y Sinaloa hay unos 400; en Nayarit, Jalisco y Colima, aproximadamente 300; y en Michoacán como 650. ¿Cuál es la buena noticia después de estas cifras alarmantes?

La invención de un dispositivo en Reino Unido para identificar la presencia de un felino, una motosierra o el disparo de un arma, puede dar aviso a las autoridades pertinentes que eviten la matanza y depredación de la biodiversidad en estas zonas difíciles de monitorear.

Este dispositivo llamado AudioMoth es un detector acústico pequeño, de bajo costo y menor uso de energía que los tradicionales. Es capaz de identificar sonidos en el espectro audible y los inaudibles para el ser humano, pero sobre todo ubicar disparos con armas de fuego y mandar alertas de amenaza. ¿Quieres una noticia mejor?

La bióloga que desarrolló este dispositivo es una mexicana llamada Evelyn Piña Covarrubias. El proyecto fue parte de su doctorado en la Universidad de Southampton en Inglaterra, y fue posible gracias a su talento en conjunto con los investigadores de la universidad.

Pero algo muy importante para salvar la biodiversidad de México y del mundo es lo que podemos hacer todos y cada uno de nosotros. Cada vez que hacemos un esfuerzo por no utilizar el auto, cada vez que separamos la basura y reciclamos, cuando evitamos contaminar el agua con pilas y detergentes, todas esas acciones suman esfuerzos para la conservación del ecosistema mundial.

Yo te invito a que me escribas a las redes sociales de QTF y me digas qué haces para contribuir al cuidado del planeta. ¿Qué tan responsable eres de tus acciones a favor del mundo que habitas y que habitarán los niños del futuro?

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