Hay que ponerle límites a la IA

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Los sistemas de inteligencia artificial (SIA) no deben reemplazar la cognición humana y tienen que estar supervisados por las personas y subordinados a ellas, consideró el académico y exdirector de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), de la UNAM, Jorge Enrique Linares Salgado.

En este ámbito, los individuos siempre deben actuar y decidir, añadió en el Seminario TIC, organizado por la Dirección General de Tecnologías de la Información y Comunicación, donde se abordó el tema Los desafíos de la ética en la inteligencia artificial.

El académico adscrito al Colegio de la FFyL refirió que actualmente los SIA superan a la inteligencia humana en el procesamiento de datos masivos o big data, porque lo hacen casi de forma instantánea. “Ninguna persona puede procesar tan rápido la información, como ya lo hacían las computadoras, y ahora lo hacen esos sistemas con algoritmos, que pueden clasificar, ordenar, comparar y, en ese sentido, comienzan a tomar decisiones”.

El experto en ética de la ciencia y la tecnología, y filosofía de la tecnología, explicó que la IA, o cognición humana simulada, replica por medios tecnológicos y digitales los comportamientos y capacidades inteligentes que, normalmente, poseemos los seres humanos.

Dichos sistemas se pueden utilizar para mejorar todo tipo de servicios, estudios, cálculos, planeación y organización con herramientas digitales; propiciar un nuevo modelo de servicios sociales mediante bases de datos y una red de asistencia pública; generar información de interés para investigaciones y monitoreo en ámbitos públicos o privados; o establecer bases de datos, a fin de desarrollar sistemas comerciales con la información de usuarios.

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Linares Salgado señaló que no hay que perder de vista que los sistemas de IA son mercantiles, incluso son bienes de capital y están en un mercado capitalista. La mayoría de los desarrollos e innovaciones provienen de empresas privadas y no de instituciones públicas.

El universitario reiteró que la creación tecnológica e industrial ha tenido una lógica de crecimiento imparable y de aceleración a partir del siglo XX, y eso impide que las personas podamos evaluar con detenimiento los riesgos que se producen. “Se invisibilizan y a veces es difícil descubrirlos hasta que se convierten en daños”.

Entre los desafíos y riesgos de la inteligencia artificial están que las máquinas y los SIA pueden restringir la autonomía de las personas, afectar su capacidad de decisión y razonamiento, o influir en la política y en la toma de decisiones empleando sesgos discriminatorios en sus algoritmos.

Asimismo, obstruir derechos fundamentales como el de la privacidad y la intimidad; suplantar a trabajadores humanos en tareas automatizables; exacerbar las desigualdades sociales y económicas; dañar el clima y el ambiente con el uso desproporcionado de energía y agua; así como mayor contaminación.

Pero el principal, consideró el especialista, es que los SIA no sean en el futuro tan inteligentes, adaptables, sensibles, empáticos y deliberativos como puede ser la mayoría de los seres humanos.

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Citó que de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, 25 por ciento de los trabajos convencionales serán sustituidos por sistemas de IA: se crearán nuevos empleos, pero la mayoría subordinados al mantenimiento de los SIA. Parece un hecho que reemplazarán las labores repetitivas, peligrosas y de tareas cognitivas básicas, que hoy realiza la mayoría de las personas.

Esos sistemas tienen consecuencias ético-políticas intencionales o no intencionadas: “no tienen conciencia o mala fe, como los humanos, pero pueden fallar”. Los errores y daños que ocasionen los SIA podrían ser graves y tener consecuencias, por lo que se requiere transparencia, responsabilidad y rendición de cuentas de quienes sean los encargados de su diseño, construcción y operación.

La IA, recalcó Linares Salgado, no deberá nunca tomar decisiones cruciales (de vida o muerte) o de gran impacto social y ambiental reemplazando a los seres humanos, ni cancelar o eludir el debate y la deliberación democrática y la participación ciudadana en la toma de decisiones.

Entre los principios éticos de esta herramienta, “todos igualmente indispensables”, se encuentran los de protección a la privacidad y la intimidad; de responsabilidad y solidaridad; de evaluación y participación democrática, justicia y equidad; inclusión de la diversidad; de preservación de la responsabilidad humana, y desarrollo sustentable, de acuerdo con la Declaración de Montreal para el Desarrollo Responsable de la IA.

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