Osiris Méndez, de 19 años, fue asaltada, violada en tres ocasiones y secuestrada por un conductor de Uber. La joven compartió un video de 45 en el que narra – llorando – todo lo que sucedió aquella noche.
El pasado 26 de julio ella se dirigió a “un antro” en la colonia Providencia, de Guadalajara, donde trabajaba de las 10 de la noche a las 3 de la madrugada. Como siempre, minutos antes de salir de su turno pidió un servicio de Uber.
Cuando llegó el chofer, notó que no coincidían las placas del Nissan Versa con las de la aplicación. El conductor se identificó como Alberto y le dijo que había fallas en la plataforma; por eso, dijo, en ese momento iba a “cargar el viaje”. Osiris subió, pero ya en marcha se dio cuenta de que el vehículo en el mapa de la aplicación no avanzaba y que tomó una ruta que no correspondía para ir a su casa.
Como había acordado con su padre tiempo atrás por si corría peligro, le envió su ubicación en tiempo real a través de WhatsApp. En tanto, el sujeto se detuvo afuera de una vivienda. Ella intentó abrir la puerta del vehículo, pero tenía el seguro para niños. Enseguida comenzaron las amenazas y los insultos: “Ya valiste verga”.
Mientras seguía con los insultos, le arrebató todas sus pertenencias, incluido el celular, y le pidió las contraseñas de sus tarjetas. Osiris obedeció por miedo. Pensó que se trataba sólo de un robo.
Le pidió que la dejara ir, pero el tipo comenzó a manosearla y le ordenó que le practicara sexo oral o la mataría. No pudo resistir: “Me daba asco y tenía ganas de vomitar”, relata.
El sujeto decidió violarla. “Tenía asco y miedo. Estaba en un shock grande por las amenazas que tenía”, expresa la joven al recordar los hechos.
De nuevo suplicó que la liberara, pero el agresor daba vueltas por la colonia Providencia mientras le decía que la violaba por despecho porque su exnovia le fue infiel con un DJ y ella “pagaba las consecuencias”. Añadió que si “quería volver a coger” con él podría pagarle hasta 30 mil pesos, y le enseñó su cartera con 500 pesos.
El sujeto se volvió a detener, esta vez afuera de una finca en una calle oscura, cerca de la avenida Manuel Acuña y Terranova. Otra vez le exigió sexo oral bajo amenaza de muerte. Ella de nuevo tuvo asco, no pudo. Él la violó por segunda ocasión en el asiento trasero del vehículo y amagó con traer a otros hombres.
Ahí mismo se produjo una tercera violación. El sujeto comenzó a conducir de nuevo, cuando fue alcanzado por el padre de la muchacha. Le dijo que se detuviera. El agresor le preguntó a Osiris si conocía al otro conductor y aceleró. “Nos quieren asaltar”, le dijo.
La persecución se prolongó por varias calles y concluyó rumbo a la carretera a Chapala, en el retorno de Lázaro Cárdenas, donde el violador perdió el control del auto y chocó.
La víctima y su agresor bajaron del vehículo. Un indigente se acercó a ella y preguntó si estaba bien. El agresor, que la sujetaba del brazo, la jaló pero ella logró zafarse. Entonces el sujeto escapó. Osiris le pidió ayuda al indigente, pero éste “no quería problemas” y no hizo nada.
La joven corrió hacia el viaducto de Lázaro Cárdenas, donde pedía a los conductores que la auxiliaran, pero nadie se detuvo. Sin embargo, vio pasar el auto de su padre, quien alcanzó a verla y se estacionó metros adelante. “Corrí con mi papá y lo abracé”, relata entre sollozos.
Su padre iba en compañía de unos amigos, quienes intentaron localizar al violador, pero no lo consiguieron.
Cuando la policía arribó al lugar, su trato no fue el adecuado, se queja la víctima. Le preguntaron si quería denunciar, y si había consumido alcohol y drogas.
En el Centro de Atención para la Mujer le mostraron varias fotos del celular del sujeto y así lo pudo identificar. El pasado 17 de agosto la Fiscalía General del Estado informó que detuvo a Alberto “N” en la colonia Colinas de Tonalá.
Osiris ahora espera que el sujeto sea procesado y en su video fechado el 4 de septiembre alienta a que otras víctimas de violación no se queden calladas, sin importar si son hombres o mujeres. Considera que únicamente con la presión que ejerció por medio de sus abogados y de las redes sociales, pudo conseguir que la autoridad detuviera a su agresor.
A pesar de que asiste a terapia, le da miedo salir a la calle. Renunció a su trabajo y hace pocos días comenzó a contactar a sus amistades. “Quiero volver a ser yo”, reclama.
Con información de Proceso