Juntas aprendimos a sostener la mirada y a no temer que hubiera quien se sintiera desafiado. Pronto asumimos el deber de cuidar a la otra, nos supimos en peligro e hicimos del quinteto un escudo.
Aquel día negro descubrí que todos esos ojos poseen la puerta al centro de lo que más quiero. No me canso de verlos, pero sé que solo cuando los veo desde lejos son compadeces de mostrar toda la tristeza que guardan.
Supimos que la vida se te fue en promesas rotas y que ni bailando soñaste ya con la playa. Pero mirabas con calma, sin tener miedo. No fuimos promesa; somos realidades que ni la ausencia logra desarmar, almas que se guían entre el tiempo.
Nosotras.
Descubrimos de golpe que las ganas de vivir, en efecto, podían dejarse de sentir. Pero seremos capaces de perdonarte, ya casi lo hacemos. No habrá olvido y sabremos si acaso se te fueron las ganas o es que te las quitamos. Las ganas de vivir.
Tenemos el pretexto perfecto para dejar de pensar en aquel sonido aterrador que detonaste, pero si de verdad se te fueron las ganas y te dolía despedirte, pero aún así te fuiste, ten por seguro que seremos quienes pidan perdón.
No sé cómo llevaré la cuenta. ¿Será un año más sin ti o un año menos?
Cataré y cantaremos fuerte. Nuestros corazones hacen magia.
Me aferro a la justicia. Nos aferramos, querida. Sabemos que existen mundos distintos y que merecemos vivir en ellos, sabemos que las playas merecían tus pasos.
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