La noche en que conocí al Charro de México

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Ese día era un día de fiesta, lo recuerdo tan bien como si fuese apenas ayer, mi mamá nos había mandado bañar temprano porque iríamos a la ciudad.  No era una visita a la ciudad cualquiera, no señor, esa tarde estaría en vivo con su espectáculo ecuestre Don Antonio Aguilar.

Semanas antes mi padre y yo habíamos ido a comprar provisiones a la ciudad, fue al salir de una bodega de abarrotes cuando lo vi pegado a un viejo portón de madera, el cual padecía el pasar del tiempo y el color verde alternaba con las venas naturales.

¿Pero, podría ser posible?, mi corazón comenzó a latir más aprisa y con la voz que apenas me salía le dije a mi padre: “Antonio Aguilar viene a cantar,” mientras cargaba la camioneta apenas si me hizo caso y dijo: “Nombre, ¿cómo crees que va a venir para acá?, el anda por México, Monterrey, Estados Unidos, Puerto Rico y lugares así.”

Yo sin decir más le jalé la chamarra de cuero a mi padre y apunté para el portón; el volteó y lo pudo ver, ahí estaba, era ni más ni menos el anuncio de publicidad que avisaba que  efectivamente vendría Don Antonio, la Familia Aguilar y su espectáculo ecuestre.

Mi padre comenzó a caminar hacia el portón, sacó su paliacate rojo, se quitó el sombrero y mientras se secaba el sudor comenzó a leer al mismo tiempo que se le dibujaba una sonrisa en el rostro.

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“Apá ¿y si venimos a verlo?,” le dije tímidamente esperando no hacerlo enojar.

Mi padre se dio media vuelta y apenas lo escuché decir: “luego vemos.”

¡Dios de mi vida! No dijo que no. Si hubiera dicho que no desde un inicio era un no rotundo, categórico e inflexible, pero si era un “luego vemos,” las posibilidades eran muchísimas.

Esa misma noche justo que terminaba su cena, se levantó y le dijo a mi mamá: “De este sábado en 15 días vamos a ver a Antonio Aguilar, prepárate y prepara a los muchachos.”

Todos nos volteamos a ver azorados.

El día llegó, y ya todos listos, nos subimos a la camioneta y partimos, en la parte de adelante iban mi padre, mi madre y mi hermanita, atrás de la camioneta mi hermano de 11 y yo de 12 años.

¡Era sin duda el día más feliz de mi vida! Después de tantos discos, de tantas películas iríamos a verlo en persona y con toda su familia.

Llegamos a la plaza de toros, mi padre se bajó y nos dijo que nos esperáramos, a mí me pareció una eternidad que no regresaba, una hora y media después regresó y se acercó a la ventana con mi mamá, le dijo algo, abrió la puerta y mi madre bajo. Cuando intentábamos bajar nosotros, nos dijo: “Espérennos aquí arriba de la camioneta, que al cabo están cerquita y se va a oír bonito.”

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En ese momento sentí como se derrumbaban todas mis ilusiones mientras los veía perderse entre la multitud.

Yo me acosté en la caja de la camioneta viendo el cielo que empezaba a ponerse negro y estrellado.

Momentos después inició el espectáculo y alcancé a escuchar todo, los comediantes, las cantantes, en fin todo el elenco, cuando de pronto escuché “Con ustedes Don Antonio Aguilar.”

Don Antonio comenzó a cantar, echar relajo a sus hijos y lanzarle piropos a su bella mujer, entonces simplemente cerré los ojos y lo vi, lo vi tan bien que comencé a disfrutarlo, comencé a sonreír mientras veía lo que tantas veces había visto en el cine.

En ese momento vi a Don Antonio Aguilar, a su familia a sus caballos… y fui feliz.

 

¡Hasta la próxima semana ¡

 

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