Ciento dieciséis velitas ¿Y tú? ¿Cuántas quieres?

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Cada cierto tiempo nos sorprendemos con las notas de color sobre el cumpleaños de las personas más longevas del mundo. Una cámara viaja a su casa y los vemos rodeados de sus hijos, ya ancianos, nietos, bisnietos y hasta tataranietos, solo para enterarnos al poco tiempo que esa persona centenaria acaba de morir y su lugar lo ocupa alguien más.

Se ha intentado dilucidar qué tipo de vida ejemplar llevan estas personas que, en su mayoría, pasan sus últimos días confinados a sillas de ruedas o a sus camas, para descubrir que no hay un patrón. No hay un ritual de vida ascética y frugal en ellos, que nos dé una luz sobre cómo deberíamos vivir nuestras vidas para lograr llegar a los tres dígitos y hasta salir en la tele o, mejor dicho, en YouTube y Snapchat.

Muchos, inclusive, mantuvieron vicios como el tabaquismo y alcoholismo, sin que se los llevaran, como es de suponer, prematuramente a la tumba. La persona más longeva de la que se tiene registro era francesa y se llamó Jeanne Calment que nació el 21 de febrero de 1875 y murió el 4 de agosto de 1997, con 122 años y 164 días de edad. En éstas épocas olímpicas hasta los minutos cuentan.

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La persona viva más longeva hasta el momento de escribir éste artículo es la italiana Emma Morano que nació el 29 de noviembre de 1899 y tiene 116 años y 262 días de vida. Uno pensaría son tan longevas por ser mujeres y llevar una dieta mediterránea. En lo concerniente al género las primeras trece personas súper centenarias verificadas son todas mujeres. Con respecto a la dieta, 6 son estadounidenses, que no tiene una cultura culinaria, digamos decente, la francesa, la italiana, una canadiense, una ecuatoriana y una jamaiquina o jamaicana, como prefieran usar su gentilicio. Así que la dieta, por lo pronto debe ser muy heterogénea.

Muchos hacemos ejercicio, controlamos nuestra dieta, tratamos de llevar una vida ordenada, justamente para tener una mejor calidad de vida y aspirar llegar a nuestra esperanza, que en México es de 74 a 76 años, y claro, las mujeres sí tienen una esperanza de vida mayor. Tal vez recuerden la película “The Green Mile” o “Milagros Inesperados” como fofamente se le tradujo al español. El protagonista vive, digamos, para no echarla a perder, un poco más que la esperanza de vida.

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La naturaleza y la evolución, no se equivocan, estamos hechos para vivir algunas décadas, nuestros músculos, nuestras articulaciones, nuestros cerebros, caducan, por mucha dieta y ejercicio que hagamos, nuestra fecha de caducidad está en nuestro ADN. Tal vez si viviéramos todos más de cien años, 120, 150 años, con una edad aparente de 50 o 60 años nos sentiríamos muy solos, por la pérdida de nuestros hijos y demás familiares, o muy acompañados, en caso que todos pudiéramos acceder a una vida extendida, por toda nuestra familia estacionada en la misma edad.

Por ahora, el plantear las consecuencias de la “inmortalidad” está en el campo de la ciencia ficción, pero muy pronto, en pocas décadas será, ineludiblemente una realidad. ¿Quién querrá ser inmortal? ¿Cuánto costará? ¿Quién tendrá acceso a ese privilegio? ¿Quién y cómo se arrogará el papel de Dios para decidir, con la tecnología? Quién vive más y quién debe morir. Es un dilema ético y filosófico del siglo XXI.

Inicié este artículo, aunque usted no lo crea, pensando en hablar del tiburón de Groenlandia. ¿Y qué tiene que ver con la longevidad? Lo leerán, la próxima semana.

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