Uno hace hasta lo imposible con tal de no dejar el vicio…

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Eso decía mi maestro, el Dr. Armando Barriguete: “Uno hace hasta lo imposible con tal de no dejar el vicio, inclusive dejarlo.” El Dr. Barriguete, especialista en alcoholismo, explicaba que uno hace algunos “tratos” para demostrar y demostrarse a uno mismo, que no es adicto a tal o cual cosa. El alcohólico dejará de beber seis meses para dejar claro que no tiene un problema, y una vez cumplido el plazo, retomará el objeto de su adicción con igual o mayor ímpetu que antes.

Así mismo, los adictos nos engañamos de mil maneras. Yo que me declaro adicta al tabaco (con 4 años y medio de abstinencia) pasé por fases en las que me obligaba a sólo fumar socialmente, por ejemplo. Lo malo es que entonces socializaba más y encontraba mil razones para salir y ver a mis amistades, pero sólo las fumadoras, para que me regalaran un cigarro.

Los alcohólicos se ponen ciertas “reglas” que siguen sólo un rato: beberé sólo vino, o sólo cerveza, o sólo el fin de semana, en fin, más engaños con tal de no admitir que su adicción los domina, y que, aunque no estén consumiendo alcohol (o tabaco o comida, etc.) están pensando en él todo el tiempo.

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Lo cierto es que vamos generando tolerancia al objeto de nuestra adicción, y así cada vez fumamos más, o bebemos más o necesitamos más de tal o cual droga o medicamento (tranquilizantes o somníferos por ejemplo). Cuando el alcoholismo ya está muy avanzado, con una sola copa le cambia la personalidad a la persona que lo sufre, eso reportan los familiares, sin embargo él o ella necesitan mayor cantidad para obtener el efecto deseado. Igualmente, el adicto tendrá un síndrome de abstinencia que tendrá que aliviar, a veces con la misma sustancia que lo generó, la famosa “cruda” que se alivia con una cerveza, por dar un ejemplo.

Y aunque existe un deseo persistente por controlar o interrumpir el consumo de la sustancia uno tiende a tener múltiples recaídas.  Yo creo que estas recaídas son útiles porque permiten al adicto ver que está completamente a merced de su adicción. A mí me queda perfectamente claro que no puedo darle ni una caladita a un cigarro pues se encenderían en mi cerebro todos los centros del placer y no podría parar. Sobra decirles que he dejado de fumar muchas veces, mismo número de veces que he recaído, con cualquier pretexto.

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La obtención y el consumo de la sustancia adictiva toman gran parte del tiempo del adicto, así como la recuperación de sus efectos. Un adicto a los tranquilizantes recurrirá a varios médicos para obtenerlos, y yo podía salirme de una fiesta a las dos de la mañana para ir a buscar una tienda que me vendiera cigarros. A veces el consumo de la sustancia adictiva restringe o dicta las actividades sociales, laborales o recreativas, lo que es más claro en el alcohólico que a veces faltará al trabajo debido a una resaca que lo inhabilita. Sin embargo, la sustancia se continúa consumiendo, aún con la conciencia de los problemas psicológicos, físicos, familiares y sociales que generan.  La cocaína se seguirá consumiendo a pesar de que el adicto sabe que le causará depresión como efecto rebote, y la marihuana (cuya adicción es psicológica más que física) se consumirá a pesar de que las habilidades laborales se verán afectadas por el “síndrome amotivaciónal” que esta genera.

En fin, hay mucho de qué hablar en torno a las adicciones, pero al menos ya empezamos definiendo, según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (cuarta edición), en una forma general, qué es una adicción.

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