La importancia de permitirnos ser malas mamás

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Me encantó el título del taller que la psicoanalista Sandra L. Vargas Viault (sandralvargas@gmail.com) va a impartir para nuevas mamás, y por eso le pedí que nos escribiera algo al respecto. Les dejo con este escrito que hizo especialmente para nosotras:

Aún recuerdo un artículo donde Winnicott, psicoanalista inglés (El odio en la contratransferencia, 1947) enumeraba una lista de razones por las cuales una madre “odiaba” a su bebé. Efectivamente, casi me caigo de espaldas ante semejante afirmación. “Sí las mamás deberíamos amar a nuestros hijos incondicionalmente” pensé… y sí, eso también sucede. Sin embargo, hasta que fui mamá entendí realmente el significado de aquel listado que refería Winnicott en su texto. Ser madre implica, para cualquier mujer, un cambio físico y psicológico para el que no se está nunca completamente preparada. Daniel Stern (psiquiatra y teórico psicoanalista) incluso titula uno de sus libros El nacimiento de una madre (The Birth of a mother, 1997) como la mejor manera de describir lo que sucede con una mujer al convertirse en mamá.

Cuando, varios años antes que yo, mi hermana tuvo hijos, escuchaba lo que me decía y entendía “perfectamente” a lo que se refería, pues “yo era experta en la materia” por ser psicóloga. No fue sino hasta que nacieron mis propios hijos que logré entender lo que quería decir. Era como si dar a luz hubiera abierto en mí una puerta de entendimiento diferente; más aún, una puerta de comprensión y empatía, una escucha diferente. Incluso en el consultorio podía escuchar a mis pacientes que eran madres desde otro lugar.

Convertirse en mamá acarrea cambios en todos los sentidos; se remueven perspectivas de nuestra vida, de nuestra infancia, de nuestro propio maternaje y de la relación con nuestra madre; aspectos muchas veces inconscientes de los cuales no teníamos noticia hasta que nos embarazamos y nos volvemos mamás.

Existe un fuerte temor a ser juzgada como “mala madre”; ser criticada por no cumplir con los estándares atribuidos a lo que la sociedad llama una “buena mamá” sin dejar de ser, por supuesto y al mismo tiempo, aquella mujer perfecta que vemos en las revistas y en la televisión. Estas ideas están arraigadas en lo mas profundo de nuestro ser y no cumplir con tales expectativas genera un inmenso sentimiento de culpa. A esto se suma el hecho de que tampoco somos quienes nos imaginábamos que seríamos al volvernos madres: esperábamos mucho más de nosotras mismas.

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Empezamos a sentir y hacer cosas que jamás imaginamos; todo, ante la presencia de un pequeño ser completamente vulnerable y dependiente de nosotras para su supervivencia, tanto física como emocional ¡qué terror y angustia esto de ser mamá!

La depresión post-parto termina por ocultarse, aun cuando los que nos dedicamos a la salud mental sabemos que aqueja a un alto porcentaje de madres en diversos grados que van desde el famoso baby blue hasta depresiones mayores que requieren medicación para ser tratadas. En algún punto de la curva estamos, o hemos estado, cada una de nosotras.

Sumémosle a esto la lista infinita de decisiones que debemos tomar en este estado emocional: ¿leche materna o fórmula?¿sólo pecho o biberón? ¿libre demanda u horarios? ¿co-lecho o cuna? ¿dejarlo que llore o cargarlo todo el tiempo? ¿pañales desechables o de tela? ¿come mucho o no come? ¿tiene cólicos? ¿duerme poco? ¿enfermera? ¿regresar a trabajar o quedarnos en casa?… y la cuestión no termina ahí: podemos agregar un sin número de decisiones que se suman cuando los hijos crecen (si eres mamá, probablemente sabes a lo que me refiero). Todo esto sintiendo que, por supuesto, no le damos gusto a nadie (la pareja, familiares, amigos y/o sociedad). Una vez que tomamos una decisión, las cosas no siempre salen como las habíamos planeado ¡qué frustración! Sí; de pronto, señores y señoras, queremos salir corriendo, tirar la toalla. Entiendes entonces la famosa lista de razones por las que “odiamos a nuestro bebé” u odiamos ser mamás.

La buena noticia es que nuestros niños no necesitan una madre perfecta, sino todo lo contrario: una madre “persona”, “humana”, que se equivoque una y mil veces. Y así como el autor inglés nos aterrorizó con la lista de razones para odiar a nuestro bebé, también nos da esperanza diciendo que lo que realmente necesita un niño es “una madre suficientemente buena”. Es decir: nuestra imperfección es suficiente. Aún más, es lo mejor que les podemos regalar: esa facultad de ser personas con derecho a errar, a equivocarse, a no tener la razón y a permitirse sentir lo que sea que esté sintiendo, desde la más inmensa alegría, el más profundo dolor o el más agitado enojo.

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¿De qué sirve a un niño una madre maniquí? De absolutamente nada, se vuelve persecutoria e inalcanzable. Con cada uno de nuestros “fracasos” les abrimos la posibilidad de aprender algo nuevo, de tolerarse a sí mismos y de conocer sus propias emociones. Y ¿qué decir de nosotras mismas? ¡También! Es nuestra oportunidad de aprender con cada equivocación, así que: ¡que vivan las malas madres! Son ellas quienes, al final del día, crían hijos sanos y amorosos.

Sé, sin embargo, que permitirnos esto no es tarea fácil. Personalmente, con el nacimiento de mi hija encontré confort al hablar con otras mamás de mi zona. Tengo la fortuna de vivir en un complejo de edificios con un parque donde nos encontrábamos mamás sin necesidad de ponernos de acuerdo; coincidíamos y así empezábamos charlas acerca de nuestros temas, de la crianza y de cómo nos sentíamos. Yo era una mamá más, escuchando y siendo escuchada por otras. Nos acompañábamos en esta “tribu” de mujeres, como aquellas que solían existir para apoyarse durante el postparto y la crianza de los hijos.

Sé que en la actualidad es difícil encontrar estos grupos si el entorno no lo propicia. De alguna manera las redes sociales han ocupado este lugar de soporte: hoy en día existen grupos de madres que se apoyan y acompañan a través de estos medios. Aún así, me parece importante informarnos y aprender acerca de los temas que nos aquejan. Así empezó mi inquietud por abrir un espacio, un híbrido entre un taller psicoeducativo y un grupo de apoyo para todas nosotras que somos madres, en dónde podamos construir juntas algo diferente; un espacio para conocer, aprender y acompañarnos, para permitirnos hablar con libertad y sin temor a ser juzgadas; para aprender de cada experiencia y fortalecernos como mujeres/madres.

Si tu quieres participar en el taller o requieres información escríbeme y mi mail
sandralvargas@gmail.com

 

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