Sentado en la piedra de mi existencia veo sorprendido aparecer tu silueta desnuda entre la bruma de la mañana sin sol, para que nada brille más que tú ni sea más que tú. Despacio flotando en suaves movimientos, deslizas tu desnudez que se dibuja enmarcada por la niebla como un traje perfecto hecho para ti, percibo tu presencia como el regalo arrebatado de mis sueños donde yo diseño los espacios y creo los entornos perfectos a tu presencia. Tus labios entreabiertos perfuman el ambiente con tu erotismo, que en cada paso asiente la inevitable presencia de tu femineidad tan cotidiana en mi pensamiento. Vienen a mi mente los recuerdos cálidos de haber existido ahí en el vientre de una mujer, en el interior de ustedes, húmedo, envuelto, acomodado y justo en el espacio perfecto, después, acariciado dejando sensaciones que erizan la piel y que traen remembranzas de la presencia femenina en todo el discurso de mi vida.
Avanzas con tu pelo que flota en alabanzas a tu figura, que te persigue, te acaricia, te cubre y te acompaña como el adorno perfecto del ensueño que escapa de mis murmullos que invocan que aparezcas con conjuros, como rezos, que apenas se perciben pero que surten su efecto; tus muslos enmarcan tu sexo en un ritmo cautivante de promesas que absorben la mirada de mis extasiados ojos, me levanto y camino hacia ti sorprendido de la familiaridad que se aproxima, te tomo de los brazos y me acerco para cerrar la brecha de luz entre nuestros cuerpos y al final de las mejillas, y siento la entrega de tu voluntad que me invita a dibujar movimientos y dobleces en ti, que en cada respiración me confirman cual es el trayecto de tus deseos que con intensidad a cada momento necesitan solo el inicio, o la insinuación, para dejarse llevar con vehemente convicción.
Leonardo en tu sonrisa, Botticelli en tu cautivadora sensualidad, Shakespeare en tu compleja expresividad y yo, yo, que puedo hacer sino seguir perplejo abandonado a tus deseos, enganchado en mi existencia porque así fui concebido, para amarte y sorprenderme con tu presencia, tus ojos, tus caderas, tu piel suave y todas las curvas de tu interminable anatomía que se exhala en el aire que sale de tu boca y tu nariz, para que yo lo aspire hasta el fondo de mi ser, en mis huesos y en mi sangre y que ya nunca me olvide que estas para mí y yo para ti.
Miras hacia el cielo porque tus pensamientos te llevan ahí y aumenta mi curiosidad por descubrir lo que tienes adentro, ¿Por qué desvías tu mirada? y ¿Por qué la siento intensa, cargada de tus recuerdos de las experiencias vividas y de los anhelos apasionados del momento?, quiero descubrir ese secreto de tus fantasías y hacerlas mías.
Me invade la sensualidad en tu cuerpo desnudo, el erotismo que flota y te rodea, que regalo tan maravilloso tu presencia que solo por creer que lo que pienso es lo que quieres, hace que se estremezca mi humanidad completa y surja la lujuria que se apodera con fuerza de mis brazos para hacerla realidad en ti.
En la intimidad bailo contigo, siento enamorado que mi alma flota con la tuya en la inmensidad de lo intangible, se regocija y se aletarga, arrullado por los latidos de tu corazón, que me recuerdan de donde vengo y a donde iré, cuando se apague el sonido del incansable reloj, que en minutos y segundos hace una vida o dos o tres o muchas.
Cuantas sensaciones despierta en mí tu desnudez, me dicen de tu entrega, de tu valentía para enfrentar el viento y la luz, de la capacidad de mimetizarse con la oscuridad y de la posibilidad de que en rítmicos movimientos enciendas el interruptor de mis deseos, arrebates mis suspiros y te adueñes de mis pensamientos.
El torrente de tus venas se agolpa en tu cabeza de manera progresiva, enervante, en éxtasis y luego se va flotando entre las nubes y regresa a tu cuerpo sudado, desfallecido y palpitante, regresándole la calma y la respiración.
En la pausa eres tú y soy yo otra vez para reinventar el momento una vez más o mil veces más el destino lo dirá.
Dr. Alejandro Cárdenas Cejudo
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