¿Te imaginas cómo sería tu vida sin el sentido de la vista? ¿Has pensado como es un día cualquiera en la vida de un invidente?
Alfonso se preguntó lo mismo el día en que despertó en la cama de un hospital con los ojos vendados. A los 8 días del accidente le retiraron el vendaje y sólo pudo distinguir una diminuta luz por un ojo, pero nada más. Tenía apenas 19 años y una vida por delante entre tinieblas.
La tragedia de Alfonso comienza varios días antes del accidente, cuando le dice una y otra vez a su patrón que cambie el motor de la pulidora porque ya está muy viejo, pero el señor parece estar sordo y no le hace caso, ni a él ni a los demás trabajadores que le piden lo mismo.
Alfonso trabajaba en un taller donde fabrican y restauran muebles. Ese día, que nunca podrá borrar de su memoria, Alfonso recuerda que estaba reparando una silla cuando la lija se sale del rotor y le pega en los ojos. Después de eso, no recuerda nada porque perdió el conocimiento.
Cuando despierta, Alfonso se encuentra en la clínica, sin ver nada, con los ojos vendados. Los doctores no pueden darle un diagnóstico certero porque tienen que esperar la cicatrización, así que Alfonso se resigna y acepta aguantar unos días más.
Las enfermeras le prenden el radio para que se le pase el tiempo más rápido. Además, Alfonso se entretiene escuchando lo que pasa con los otros enfermos de las camas vecinas. No es tan fuerte el dolor físico, pero sí los nervios por los resultados de la cicatrización.
A los ocho días le retiran las vendas y se enfrenta a la terrible realidad: pasará el resto de su vida como invidente. Para su edad, esto significa una condena que le provoca un mal genio insoportable, rabia y frustración.
Durante los dos días siguientes, Alfonso se convierte en un hombre intratable y amargado con la vida. Sobre todo cuando recibe la visita de su patrón, quien le ofrece 100 mil pesos porque obviamente no estaba asegurado por riesgos profesionales.
De regreso a su casa, Alfonso no quiere hacer nada. En ese entonces vive con su novia, que por más intentos de aguantarlo con su mal humor y con todo el cariño y paciencia del mundo, no logra superar tanta amargura de alguien que no desea vivir y finalmente lo deja a los 2 meses.
Alfonso tampoco acepta la ayuda de amigos y familiares, pero también es cierto que fueron muy pocos los que se atrevieron a visitarlo esos primeros días en casa. Motivo por el cual se obliga a orientarse, chocando cada vez menos con las sillas y paredes.
Al día siguiente de que su novia lo deja, Alfonso no tiene otra opción que salir a la tienda para comprar pan. Esto es a las 3 semanas del accidente. La rabia de un principio comienza a bajar porque entiende que tiene que salir adelante.
Esa mañana en la calle, Alfonso se siente terriblemente desorientado, pero no regresa a su casa y sigue caminando, pasito a pasito. Hasta ese momento, Alfonso descubre que las banquetas no están hechas para personas ciegas. Cada hueco, cada resalto y cada piedra son un obstáculo muy grande para él.
Sin embargo, Alfonso llega a la tienda, compra el pan y regresa a su casa, ya con más seguridad. Algo que resulta ser un impulso tremendo para él, porque se da cuenta que es capaz de hacer cosas sin ayuda.
Poco tiempo después, Alfonso regresa a la casa de sus papás y lo único que les pide es que le acomoden la ropa de una manera específica, que le coloquen los calcetines para que pueda localizarlos fácilmente, las camisetas por colores, los zapatos por pares, la ropa interior en un cajón, etc.
Con esfuerzo, Alfonso empieza a realizar varias tareas por sí mismo: vestirse, comer, moverse por la casa, etc. Y cada día se orienta mucho más. Aunque claro que hay algunos inconvenientes como no encontrar el reloj, extraviar un zapato o no saber qué come hasta que lo prueba.
Como muchas personas con su misma condición, Alfonso descubre que una persona invidente necesita tener muy buena memoria, establecer rutinas muy precisas para saber en dónde están las cosas, dónde pone siempre el reloj, dónde están las monedas de 10 pesos, las de 5 pesos, en dónde deja las llaves, etc.
Rafael acudió a un centro de rehabilitación para ciegos y débiles visuales donde le enseñaron a manejar el bastón, lo que resulta una ayuda invaluable cuando se aprende a usar bien, porque no es tan fácil, pero brinda mucha autonomía. También aprendió a cocinar, identificando los olores de los ingredientes.
A los casi 4 meses del accidente, Alfonso ya sabe cocinar, bañarse, arreglar su ropa, viajar en transporte público y caminar por la calle. En resumen, ya es un hombre independiente, que para un invidente es sumamente importante para seguir adelante.
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Después de escuchar el testimonio de un invidente en este periodismo de vida, te pregunto: ¿Has hecho el ejercicio de cubrirte los ojos y tratar de hacer las cosas más comunes como vestirte o caminar por tu casa o en la calle? ¿Crees que existen las condiciones adecuadas en la ciudad donde vives para las personas invidentes?
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