El mundo de lxs niñxs

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Por: Paola López Yrigoyen

Si tú dices “la ciudad de lxs niñxs”, muchxs millenials sonreirán porque recordarán pasajes de su infancia ahí. Igual con aquellxs pertenecientes a la generación Z, si dices “Kidzania”. En fin, mi ciudad de lxs niñxs o Kidzania es una ciudad interactiva en la que niñxs de dos a 16 años se divierten haciendo juegos de roles adultos. Ya sea de pizzerx, policía, actor/actriz, gasolinerx, doctorx, o conductorx de coche, lxs niñxs juegan, aprenden y se divierten pretendiendo que son y trabajan como adultxs.

Viéndolo en retrospectiva, literal, yo jugué a ser adulta un par de veces y fui muy feliz. ¿Por qué? Justamente porque sabía que en primera, era un juego, que no era mi realidad, afortunadamente; en segunda, porque al ser un juego sabía que no existía una responsabilidad real, y que lo que hiciera no tenía un impacto más allá de ese día de convivio y diversión.

Comprendo la suerte que tuve de poder jugar a ser adultx y que esa suerte no la comparten todxs. Para muchxs niñxs crecer antes de tiempo nunca ha sido y sigue sin ser hoy un juego, debido a que es su realidad del día a día, una dura realidad forzada por:

1- Conflictos bélicos
2- Tráfico de infantes con fines de explotación comercial o sexual
3- Condiciones socioeconómicas precarias que afectan alimentación, salud, sanidad, educación
4- Narcotráfico
5- Discriminación y violencia por género, raza, orientación sexual o identidad de género
6- Orfandad o mala salud de sus padres y madres
7- Deterioro ambiental

Sin embargo, algo que me parece interesante, y que me gustaría resaltar en este texto, es que ahora lxs niñxs no sólo están forzadxs a ser adultxs, sino que además parecen obligadxs a cargar con una responsabilidad e impacto de dimensiones mucho mayores. Sí, de dimensiones nacionales y globales, y no precisamente por estar envueltxs en un clima de violencia armada nacional o Estatal. Es decir, hoy no sólo vemos a Malala Yousafzai, la nobel de la paz más joven (a los 17 años), cuyo activismo adquirió notoriedad después de sufrir un atentado perpetrado por grupos talibanes; o a lxs sobrevivientes del tiroteo de Parkland luchando por políticas de control de armas en Estados Unidos. Hoy, se ve un fenómeno de activismo político infantil y juvenil que busca incidir en materias de política pública en Estados que se puede decir “gozan de cierta paz.” 




Ahí está Greta Thunberg no sólo luchando por la concientización global sobre el cambio climático desde los 16 años, sino ironizando sobre la derrota electoral de Trump. Jamie Margolin, activista climática desde los 15 años y creadora del grupo de cabildeo de jóvenes “Zero Hours”. Isra Hirsi, abordando el cambio climático desde la brecha racial, igual desde los 16 años. Marley Dias en una labor de visualización de mujeres negras en la literatura desde sexto de primaria. Desmond Napoles (Desmond is Amazing), artista drag y activista LGBT+ que hoy tiene sólo 13 años. Mari Copeny (Little Miss Flint), quien desde los ocho años le escribió al entonces presidente Obama para que atendiera la crisis de agua contaminada en su natal Flint, y le plantó cara a Trump a sus políticas migratorias y falta de acciones en su distrito. Y estos son sólo ejemplos muy puntuales y occidentales, que fueron mediáticos. No podemos olvidar que Tik Tok ha probado ser una plataforma activista juvenil muy exitosa, y que lxs amantes del K-pop (pop coreano) –jóvenes diversxs de todo el mundo,— fueron capaces de vaciar el mitin de Trumo en Oklahoma.     

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Estxs menores de edad, asi como sus seguidorxs infantes y adolescentes, sin necesidad inmediata de supervivencia ante violencia armada explícita, no están jugando a ser adultxs, están resignificando los roles de liderazgo —típicamente, pero no por eso convenientemente— “adultxs.” 


¿Es normal? Quizá es porque desconozco, pero ¿tenemos episodios históricos similares (de incidencia infantil en asuntos sociopolíticos no bélicos)? O, ¿es efectivamente un parteaguas no sólo social sino también histórico? Si es algo inédito, ¿podemos hablar del inicio de un mundo de lxs niñxs?

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