Cuando consideramos la idea de seres con habilidades que superan por mucho los confines de lo natural, y después los imaginamos conviviendo dentro del mismo entorno por un periodo prolongado de tiempo, quizá resulta obvio deducir que los grandes poderes también involucran grandes egos, así que por consiguiente los enfrentamientos serían inevitables. Claro, cuando la gente común se enfrenta con el ego de por medio no pasa de un par de bofetadas. Cambia a esa gente por superhéroes y la conflagración involucrará explosiones, devastación y uno que otro muerto inocente que “nada más pasaba por ahí”.
Desde los primeros minutos de ‘Capitán América: Guerra Civil’ (‘Captain America: Civil War’, d. Anthony Russo, Joe Russo) podemos intuir que el escenario arriba planteado era una inevitabilidad desde el momento en que el grupo de héroes conocido como Los Vengadores se formó para defender la ciudad de Nueva York de un ataque a manos de extraterrestres. La gota que derrama el vaso es una misión para capturar a un peligroso terrorista donde un grupo de emisarios diplomáticos pierde la vida en el proceso, debido a una combinación de errores cometidos por la “Bruja Escarlata” Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen) y el “Capitán América” Steve Rogers (Chris Evans), quien comandaba el operativo.
El Secretario de Estado Thaddeus Ross (William Hurt) convoca a una reunión con Los Vengadores para soltarles un ultimátum: las presiones políticas internacionales exigen al grupo de héroes firmar un convenio donde se comprometen a operar bajo instrucciones y mandato de la ONU, hecho que divide de inmediato al grupo. Por un lado, el pragmático “Iron Man” Tony Stark (Robert Downey Jr.) admite que se han estado manejando dentro de unas reglas tácitas que les eximen de ciertas responsabilidades durante el cumplimiento del deber, mientras que el idealista Rogers se envuelve en una bandera de libertad y derechos para decir que no deberían pedir autorización para hacer el bien.
Ambos tienen parte de razón en este análisis, pero el Capitán cuenta con un motivo ulterior para abstenerse de firmar el tratado: su otrora amigo “Bucky” Barnes, convertido en el “Soldado de Invierno”, está siendo responsabilizado por un sangriento atentado donde perdió la vida el soberano de la nación africana (y ficticia, no la busquen en sus apuntes escolares) de Wakanda. Barnes parece operar bajo el influjo de alguien, así que Rogers cree que puede ser rescatado y redimido ante los ojos de la sociedad. Este punto está en plena contradicción con lo que piensa T’Challa (Chadwick Boseman), hijo del fallecido presidente y nuevo protector de su país… en más de un sentido.
Parecería por momentos que la historia amenaza con convertirse en un interminable debate cuyo único fin es el de elegir bandos, para después diseminar nuestra empatía por uno u otro en redes sociales. Pero no, el gran mérito de la cinta dirigida por los hermanos Russo (quienes también realizaron la magnífica cinta previa del Capitán América) es precisamente el intercalar con gran ritmo los momentos de deliberación con las secuencias de acción. Por si fuera poco, el conflicto que divide a los protagonistas no es tan sencillo como decir “blanco y negro”: hay infinidad de matices intermedios que nos hacen reflexionar al punto de poner en tela de juicio nuestras propias simpatías por las causas encontradas, sin que la historia determine de antemano quién tiene la razón y quién se equivoca.
De entrada pienso que ‘Capitán América: Guerra Civil’ es la película más completa entre las 13 entregas que conforman el presente Universo Cinematográfico de Marvel. La premisa es francamente compleja, pero nunca es difícil de seguir para el espectador. El dilema que nos presenta no ofrece soluciones facilonas ni incongruentes con la naturaleza de quienes las plantean. Y hay que decir que no hay cinta más ambiciosa, al punto de que podríamos considerarla como una tercera parte de Los Vengadores tan sólo por la multitud de héroes reunidos, que además de los ya mencionados también suman a Vision (Paul Bettany), War Machine (Don Cheadle), Falcon (James Mackie), Viuda Negra (Scarlett Johansson), Hawkeye (Jeremy Renner), Ant-Man (Paul Rudd) y a un reimaginado Spider-Man (Tom Holland), con un admirable debut como propiedad de los estudios Disney y un futuro brillante en su próxima película como personaje titular.
El filme añade al brillante actor Daniel Brühl como Zemo, un villano enigmático y peculiarmente motivado que se hubiera beneficiado con un par de escenas más, pero cuya presencia es un buen augurio en futuras entregas de este universo, ya que podemos entender muchos de sus motivos para proceder contra los héroes. Reitero: la trama es fácil de seguir, pero la definición de nuestras simpatías no.
Las anteriores cintas de Marvel/Disney parecían haber entablado una “carrera armamentista” por presentarnos escenas culminantes de destrucción cada vez más grandes y ambiciosas, pero esta entrega también opta por modificar la fórmula: el enfrentamiento final es un evento mucho más personal, más humano y más doloroso que en filmes previos, y su resultado se siente más relevante que el simple acto de ver una aeronave gigantesca volando en mil pedazos, o un ciudad entera flotando kilómetros por encima de la superficie terrestre.
Toda la película depende, sin embargo, de algo más profundo que una escala de destrucción. Sin duda el gran cisma que ocurre entre Tony y Steve, los dos héroes más icónicos y carismáticos que hemos visto hasta el momento en la saga, cuya dinámica como antagonistas supera todas las instancias en que les hemos visto juntos con anterioridad para terminar de redondearlos como personajes bien estructurados.
Es comprensible que algunos de los participantes hayan recibido menos parlamentos debido a la magnitud de la obra, pero el resultado final tiene un balance admirable en cuanto al drama, a la comedia y a la acción. Lo mismo encontrarás referencias a Star Wars que chistes sobre el vestuario de los superhéroes. Hay una espectacular persecución motorizada y un genial gag visual con un emblemático “vochito”. Cada personaje demuestra las habilidades que les conocemos bien, más una que otra sorpresa. Y la evaluación final logra ansiados puntos extra tan sólo por el enorme placer de ver una batalla campal, cinco contra cinco, donde nos cuesta nombrar favoritos pero no podemos siquiera parpadear. Esto es lo que Marvel ha sabido cultivar en el espectador: la anticipación por ver algo que nos ha anticipado reiteradamente en múltiples avances, y aun así logra emocionarnos. Sí, esta guerra fraternal puede ser una lucha de egos… ¡pero qué forma de vapulearse físicamente durante la misma!