Con gran énfasis señalo lo siguiente: LOS SISMOS NO SE PUEDEN PREDECIR. No hay tecnología en el mundo que permita decirnos el día ni la hora exacta (ni siquiera días o semanas aproximados) pero sí se han realizado los esfuerzos (investigaciones) para saber cuál es la zona más probable para que se produzca un sismo y qué tan fuerte podría ser.
La sismología tiene la gran desventaja que todo proceso no puede ser directamente observable o fácilmente medible, requiere instrumentación (mucho muy costosa) para obtener datos que permiten realizar modelaciones matemáticas para una interpretación cercana a la realidad a diferencia de la meteorología que nos brinda pronósticos del tiempo -relativamente precisos- porque sí se pueden medir y observar de forma directa.
Todos estos estudios realizados logran dar estimaciones de dónde se encuentran las zonas con mayor probabilidad de generar un sismo y qué tan fuerte podrían ser debido a las evidencias del pasado tales como depósitos de sedimentos por tsunami en zonas costeras, relatos o escritos antiguos, al igual que el periodo de retorno.
El sismo del 18 de abril de 2014, que tuvo su epicentro en el área de Petatlán, Guerrero, es claro ejemplo de lo mencionado anteriormente respecto al periodo de retorno ya que los sismos previos ocurrieron en 1943 y 1979 lo cual nos da una idea de que un próximo sismo, en esta zona, esperarlo alrededor del año 2050.
No todo sismo se genera en las zonas costeras del Pacífico mexicano. Si observamos el mapa utilizado en la imagen de portada, vemos que la zona centro de México existen sismos intraplaca con periodos de retorno de 20 a 30 año como los sismos del 28 de agosto de 1973, llamado terremoto de Orizaba, y del 15 de junio de 1999, llamado terremoto de Tehuacán, ambos con daños severos en extensas zonas y decenas de personas fallecidas.
Es una realidad que la gran preocupación en México se centra en la “Brecha de Guerrero” que es una zona donde no han ocurrido sismos de gran magnitud en más de 100 años. Así como sabemos que esta es una zona donde no ha temblado, también podemos estimar que tan grande podría ser el sismo (esto es lo que nos permite saber la tecnología y las investigaciones) e incluso qué tan intenso podría ser sabiendo que esta zona de Guerrero está más cerca de la Ciudad de México que el terremoto de 1985, sismólogos prevén que podría ser sería hasta 3 veces más fuerte.
Existen fuentes con diferentes estimaciones en cuanto al área de ruptura aunque para este caso práctico se supondrá (usando datos conservadores) que el área de ruptura sería de 150 km de largo por 50 km de ancho con un deslizamiento de 5.7 metros tomando en cuenta que la placa de Cocos se subduce bajo la placa de Norteamérica a razón de 5.5 cm/año y esta acumulación, hasta 2016, equivale a 5.7 metros dado que el último sismo ocurrió en 1911. Con esos datos se puede realizar la siguiente estimación:
Utilizando la fórmula de Momento Sísmico à Mo = µ * A *d
- Donde
- µ = parámetro de rigidez (valor es constante a profundidades determinadas)
- A = área de ruptura (largo x ancho) = (150 x 50)
- d = desplazamiento
- µ = 3×1011dyne/cm2
- A = (150*50)
- d = 5.7 metros
- Mo = 3e+28 dyne-cm
Aplicando la fórmula de Magnitud de Momento (Mw) à Mw = 2/3 Log10 (Mo) – 10.7
- Mw = 2/3 Log10 (1.3e+28 dyne-cm) – 10.7
- Mw = ̴8
Se sabe la probable magnitud, se sabe el lugar donde podrá ocurrir, pero no se puede saber cuándo.
Los sismos en México seguirán existiendo tal y como han existido en el pasado. La verdadera cuestión no es cuándo volverá a ocurrir sino qué tan preparados estamos para enfrentarlos en nuestros hogares, oficinas y escuelas.
Los sismos que hemos observado en Japón, Italia, Ecuador y Nueva Zelanda, deben servirnos de ejemplo: aprendamos como eliminar o reducir nuestras vulnerabilidades observando en estos países (como las construcciones antiguas) cómo jugaron un papel clave para que se generara un desastre. Aunque México cuenta con alerta sísmica (igual que Japón), el factor humano juega un papel clave para el riesgo de desastre si seguimos sin hacer simulacros frecuentemente, no respetamos las normas de construcción y no educamos a las nuevas generaciones que desconocen los alcances de los fenómenos naturales como los terremotos.
P.D.- A lo largo del año he estado mencionando que no debemos perder de vista la actividad del Popocatépetl. El 25 de noviembre, registró la explosión más importante de los últimos años con una columna eruptiva de 5 km sobre el cráter y este martes despertamos con otra erupción de ceniza que llegó hasta la zona de Tuxpan, Veracruz. Sigamos atentos a su evolución y a los reportes de Cenapred quienes han estado trabajando y reportando constantemente, no como lo que he dicho desde hace 2 años sobre el Observatorio Vulcanológico del Volcán de Colima.
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