Durante las últimas semanas, el Popocatépetl había estado mostrando actividad explosiva importante comparada con la de meses previos al haber emplazado un domo durante finales de septiembre y su posterior destrucción los primeros días de octubre. Sin embargo, para aquellos que no han estado familiarizado al comportamiento del volcán, resulta “alarmante” ver cómo arroja material incandescente y cómo algunas de estas explosiones fueron escuchadas incluso tan lejos como la ciudad de Puebla a 40 km de distancia (relativa lejanía para escuchar una explosión).
Video: explosión del Popocatépetl 5 de octubre 2017 2:26 am (estruendo segundo al 45)
Muchas personas, ajenas a la situación que se vive en las comunidades y lo que se monitorea de manera científica, “pedían” el cambio del semáforo de alerta volcánica con base en el miedo por lo que a simple vista se observaba sin conocer que el principal peligro para este tipo de actividad está contenido en el perímetro más cercano al cráter del Popocatépetl, por eso existe un radio de seguridad de 12 km en torno al cráter.
La actividad del Popocatépetl es muy conocida por los habitantes que han aprendido a convivir con el peligro volcánico, ellos tienen plena conciencia de que deben acatar la orden de evacuación cuando las autoridades así lo indiquen. Aunque en las grandes ciudades no podamos verlo, los habitantes de las comunidades aledañas saben qué hacer y en caso necesario se tendría tiempo suficiente de evacuarlos (en algunos casos con sus animales de granja).
¿Y cómo es que se cambia el nivel de alerta volcánico?
Para entender esto, recordemos que cada nivel de alerta contiene una serie de escenarios el cual implica una mayor actividad y alcance conforme sube dicho nivel y ninguno de dichos escenarios contempla la espectacularidad de las explosiones que fueron reportadas.
Aquí consulta el semáforo de alerta.
http://www.files.cenapred.gob.mx/es/publicacionesRelevantes/CARTEL_SEMAFORO_ALERTA_VOLCANICA.pdf
A diferencia de un sismo, que es imposible saber cuándo va a ocurrir, los volcanes dan pistas y claras señales de cuándo su actividad es para tomarse con mayor atención y para ello existe un gran arsenal de instrumentos:
Monitoreo visual: Cenapred, encargado del monitoreo del Popocatépetl, cuenta al menos con 3 cámaras públicas infrarrojas y una térmica para observar el comportamiento visual como explosiones, exhalaciones, emisión de fragmentos incandescentes, lahares y algunos cambios en su morfología como derrumbes; también existen 2 webcams infrarrojas cercanas particulares y dos más panorámicas; a esto se le suman sobrevuelos al cráter para observar la formación de domos de lava y sus dimensiones.
Monitoreo geoquímico: con frecuencia se toman muestra de los manantiales que podrían tener cambios en su temperatura, conductividad eléctrica y composición química cuando el magma fluye por los conductos o asciende a la superficie, también se analiza vía satélite las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y dióxido de azufre (SO2).
Monitoreo geodésico: mide hasta los cambios más pequeños en el volcán o sus deformaciones como consecuencia de esfuerzos producidos al interior. Estos cambios están relacionados por las variaciones de presión por la inflación del volcán cuando el magma asciende o deflación después de un periodo eruptivo. Estas variaciones se miden a través de inclinómetros (triangulando distancias establecidas mediante espejos y emisiones de láser), GPS y hasta mediante InSAR (Interferometric Synthetic Aperture Radar) por satélite.
Monitoreo sísmico: es el método de monitoreo más importante que puede tener cualquier volcán en el mundo. Una correcta interpretación de las señales obtenidas, pueden indicar: fracturamiento de roca (sismos volcanotectónicos), por intrusión de magma, sobrepresurización del sistema y acomodo del volcán después de un periodo eruptivo; exhalaciones o sismos de largo periodo, que indican el movimiento de fluidos y/o bolsas de gas en los conductos; tremor, que indica movimientos de fluidos hidromagmáticos que generalmente está asociado al ascenso de magma que posteriormente forma domos de lava; explosiones, derrumbes y lahares (flujos de lodo).
Toda esta información se utiliza en conjunto para diagnosticar el comportamiento futuro del volcán tomando muy cuenta su pasado eruptivo. Es por ello que las decisiones sobre evacuaciones no son tomadas por el simple hecho de tener un espectáculo visual importante si no hay evidencia del aumento de todos los demás parámetros, incluso el cambio de alerta puede producirse aunque no exista manifestación visual eruptiva.
En estos casos, cuando la actividad del Popocatépetl ha incrementado notablemente, se reúne el comité científico asesor del Popocatépetl integrado por especialistas de Cenapred, científicos de la UNAM e incluso asesores de otros países, quienes, en conjunto, realizan un diagnóstico donde se plantean escenarios probables con base en todos los parámetros obtenidos de tal forma que puedan emitir las recomendaciones pertinentes a Protección Civil para que finalmente la Secretaría de Gobernación declare el cambio en el nivel de alerta.
Teniendo la gran mayoría de los datos públicos, como los sismogramas, es imposible que se “oculte” la información como muchas personas conspiracionistas sugieren. Lamentablemente la desinformación abunda mucho en siempre y rumores como estos crecen viralmente porque siempre será más fácil creer en las palabras vacías de los demás que tomarse la molestia por investigar.
Para contrastar el dramatismo visual de las explosiones del Popocatépetl y un verdadero alto nivel de sismicidad sin manifestaciones visuales, tenemos al volcán Agung ubicado en Bali, Indonesia.
Desde septiembre, Agung mostró un dramático incremento en su sismicidad que inmediatamente alarmó a la población cercana al sentir las sacudidas que el volcán producía. El nivel sísmico llegó a un nivel crítico que fue declarada la alerta máxima evacuando a más de 100,000 personas en alto riesgo.
Sin embargo, a pesar de que hoy en día la sismicidad se mantiene en valores considerados muy altos, la erupción no llega. Esta es un arma de doble filo puesto que los evacuados, alejados de sus hogares y su vida cotidiana, comienzan a desesperarse al igual que las autoridades que comienzan a tomar en cuenta el regreso de estos habitantes a sus hogares y la erupción (probablemente explosiva) podría producirse en cualquier comento siendo el peor de los casos si se toma la decisión, o por voluntad propia, de regresar a sus hogares que se encuentran en zona de riesgo.
Sin embargo, a pesar de que hoy en día la sismicidad se mantiene en valores considerados muy altos, la erupción no llega. Esta es un arma de doble filo puesto que los evacuados, alejados de sus hogares y su vida cotidiana, comienzan a desesperarse al igual que las autoridades que comienzan a tomar en cuenta el regreso de estos habitantes a sus hogares y la erupción (probablemente explosiva) podría producirse en cualquier comento siendo el peor de los casos si se toma la decisión, o por voluntad propia, de regresar a sus hogares que se encuentran en zona de riesgo.
Por último, aunque por ahora el Popocatépetl ha registrado un menor número de explosiones, no lo perdamos de vista pues recordemos lo que sucedió en 1999 después del terremoto de magnitud 7.0 en Tehuacán, Puebla.
Al día siguiente de aquél sismo del 15 de junio de 1999, el Popocatépetl registró un enjambre sísmico que marcó el inicio del crecimiento del domo de lava que sería más grande que ha tenido el Popocatépetl. Aunque tardó poco más de un año para finalmente observar un aumento contenido en su actividad, en diciembre de 2000 registró el tremor muy grande y con varias horas de duración que indicó el rápido ascenso de magma hacia la superficie; esta actividad culminó el 22 de enero de 2001 con una erupción importante que generó flujos piroclásticos y lahares. Especialistas de Cenapred indicaron que el sismo del pasado 19 de septiembre pudo haber acelerado la actividad que ya tenía un proceso previo (con la erupción estromboliana de finales de septiembre y las explosiones de octubre); pero aún debemos vigilar de cerca su comportamiento ante la posibilidad (remota) de un escenario similar al de 2000 – 2001.
Así como México es un país sísmico, y vaya que lo vivimos en septiembre, también es un país altamente volcánico que no debe tomarnos por sorpresa si estamos bien informados de cómo es que estos peligros naturales pueden afectarnos.
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