Historias del Diván
Para la familia, y en especial para los padres, la adolescencia representa lo instintivo, lo posible y lo caótico, esto es, el lado negativo de lo que simbolizaba la vida de los padres en su infancia.
Para el adolescente estas vivencias parentales no coinciden con su realidad, pues de alguna forma él todavía actúa muchas de las características que les han sido adjudicadas por ellos.
Para Fernández Mouján, estas funciones tienen para el adolescente más imitación y desafío que realidad.
La situación despierta en los adultos diferentes sentimientos respecto de los adolescentes:
- Curiosidad y miedo ante lo instintivo en el adolescente.
- Admiración, envidia y celos por sus posibilidades (tienen el mundo a sus pies)
- Amor, odio y culpa, pues sienten en su hijo adolescente un peligro (rompe con lo establecido) que puede despertar reacciones de odio, pero al mismo tiempo los ven como “salvadores” con la posibilidad de ayudarlos con las viejas estructuras que no podrían romper solos.
En todos los casos, el advenimiento de la adolescencia generará angustia en el medio familiar, ya que implica cambios en la dinámica de la familia.
Normalmente el adolescente confronta a sus padres con su propio matrimonio o su estatus de pareja, que a estas alturas muchas veces se encuentra deslavado. Mientras ellos comienzan a explorar su sexualidad, sus padres se sienten en declive, lo que les genera, a los padres, angustia, miedo y, claro, envidia.
León Grinberg dice que en realidad, en “mundo adolescente” debe ser considerado como una verdadera estructura social cuyos integrantes conforman una multitud ansiosa que oscila entre dos polos:
- La inestabilidad determinada por sus cambios psicobiológicos y la inseguridad que le ofrece el ambiente social.
- La búsqueda de un continente estable que confiera solidez y garantía a su
tambaleante identidad.
Podemos decir que la inestabilidad emocional y las dudas del adolescente lo llevan a sentirse despersonalizado, ya no sabe quién es o lo que en verdad quiere.
Como dejan de idealizar a los padres, pierden el marco de referencia que éstos le daban, y es así como llega el momento en que el joven debe crear su propia identidad, misma que se ve reforzada por la adopción de una ideología, la cual le dará un marco de referencia y una estructura a seguir. Desde el punto de vista social, esta ideología le permite sentirse parte de algo.
Por otra parte es importante ver de qué parte deriva la elección de esta ideología; la ideología puede provenir de la parte sana o de la parte enferma de la personalidad.
En el primer caso, la ideología será el producto del proceso de elaboración que implica un conocimiento auténtico y no racionalizado de las razones que orientaron dicha elección.
En el segundo caso, la ideología será el resultado de un conflicto neurótico, pues el adolescente se somete a la ideología de su grupo de pares que funciona como un superyó parásito e impositivo.
Por su problemática, el adolescente es el portavoz de una estructura en crisis que
comprende a su familia y a la organización social; se transforma entonces en representante de los grupos sociales marginales, justamente por ser él mismo un sujeto en transición y por sentirse al margen de la familia y la sociedad.
Mientras los adultos continúen presentándose como un muro gigantesco e inexpugnable ante los adolescentes, ellos continuarán estableciendo sus propias barreras contra la comunicación, en una conspiración de silencio o en el establecimiento de una cultura y un lenguaje propios, cuya función sea excluir a los adultos.