Quienes han presenciado este evento en su vida saben que han navegado encima de todas las expectativas de vida y han tomado todas las oportunidades para sublimar y racionalizar la caminata que deberá llevarse sin tregua desde el principio hasta el fin.
No podemos desaparecer la hostilidad que significa no poder tener una vida normal al lado de quien de por sí ya sobrevive a la circunstancia de enfrentar la vida sin el recurso que la lógica, la prudencia, la cotidianeidad y cordialidad te dan.
Cada que veo escurrir las lágrimas en el panorama de desolación que puede significar tener un hermano, un padre, una hija o cualquier ser querido que conviva en el cauce de nuestra existencia con este problema, me recuerda las palabras de una madre que revelaba su desesperación ante la posibilidad de tener que morir primero que su hijo discapacitado por este padecimiento que limitaba su entendimiento de la vida y le restaba sentido común a sus decisiones.
Una mala interpretación al observar la mirada de alguien puede terminar en una agresión, una distracción en un atropellamiento, un dosis inadecuada de medicamentos en una noche terrible de insomnio, fiebre, angustia, desesperación y hasta la muerte en ocasiones.
Es algo que no termina nunca, algo en lo que estamos involucrados y que necesariamente tenemos que afrontar en ocasiones con tan pocas herramientas que se nos hace imposible. Sin embargo aún con todos los recursos, el apoyo, entrenamiento y decisión el evento puede resultar insufrible y terriblemente agobiante.
El hecho de tener a un familiar con este tipo de problemas, escuché decir a alguien una vez, era una gran oportunidad para diversificar la manera de mirar la vida, las situaciones, las oportunidades y la manera de crear fortalezas, era la oportunidad de ayudar a cruzar el puente de la existencia hasta el final a alguien sin directrices para encontrar la salida. Que entereza, que capacidad de metalizar y que admiración sentí por esta persona y por las personas que vean lo que sucede de esta forma.
Los riegos de que el amado padre acabe tirado en uno de esos basureros o seudo-asilos donde suelen mandarlos, viviendo en condiciones deficientes, poca salubridad, a cargo de irresponsables, pero sobretodo sin amor, el amor de quienes el amó con tanta vehemencia, es una realidad dolorosa y la triste respuesta a la incapacidad que tenemos de lidiar con este problema.
El tío que te quiere ahorcar, la hermana que ha intentado suicidarse 10 veces, el primo que se masturba en el avión, la madre sumida en las drogas y el alcohol en la desesperación de no poder conciliarse en un espacio de tranquilidad que le permita pensar si la vida tiene o no que ser así y si existe alguna opción para ella son escenarios aterradores.
Como dormir pensando que alguien que quieres se puede o te puede hacer daño, que no tiene el recurso de los demás para concretar su vida y que ya nadie quiere saber nada del él, es una realidad atemorizante. Cerrar los ojos para no ver es abandonar al afectado a una mayor desgracia de la que vive y vives.
Arrepentimiento, llanto, desesperación, evasión, olvido, desconocimiento, temor, apatía y cobardía son elementos de la desgracia de ser parte de este programa del que no obtuvimos invitación aunque era en tu casa y en tu vida.
Inteligencia, valentía, decisión, energía, amor y aprendizaje son los recursos que llevan una buena parte de aceptación sin lo cual no se podrá extender la mano para ayudar, pero que de ninguna manera garantiza el éxito aunque si una oportunidad de lidiar con el problema de mejor manera.
El problema requiere recursos económicos e intelectuales, un apoyo multidisciplinario, rehabilitación, médicos, psicólogos, trabajadores sociales, psiquiatras y familiares forma parte del equipo sin el cual no se puede enfrentar esta complejidad.
Es necesario conocer el origen de la enfermedad, erradicar los sentimientos de culpa, conocer los síntomas y signos de la enfermedad, el impacto social del proceso, recursos para poderlo reintegrar a una vida en su entorno y oportunidades de conservar el equilibrio en tiempo.
Habrá quien tendrá que ser recluido para su protección y tal vez quede en el olvido con sus propios recuerdos en la ensoñación de su viaje personal añorando por momentos a quienes le son familiares o en la completa ausencia de su irrealidad en el limbo de la incongruencia.
O aquellos en tratamiento que con los medicamentos o lapsos cortos de tratamiento intrahospitalario pueden reintegrarse a la vida, que con frecuencia no revelan su problemática por el riesgo de ser calificados como anormales y sus familiares acotan en participaciones o comentarios ante los demás.
O aquellos que divagan en los límites de la irracionalidad, con un ojo en la oscuridad, en una vida llena de confusiones, desaciertos y dudas, sin entender que tal vez un poco de ayuda sería el gran cambio solo con tocar la puerta del experto psiquiatra con sus miles de llaves para abrir puertas a una vida donde el dominio te pueda pertenecer en la toma de decisiones en la certeza de que tu análisis es acorde a la normalidad o con la oportunidad de integrarte socialmente a una vida de mejores oportunidades.
Sea cual sea la situación hay mucho que aprender y mucho que implementar, esperemos que los cambios venideros en el estudio de estos intrincados problemas psiquiátricos encuentren soluciones para integrar a la vida a estos pacientes y sus familias.
Dr. Alejandro Cárdenas Cejudo
Medicina Interna
Hospital Angeles del Pedregal
Fellow del American College o Physicians
Representante de ISIM en México