En un predecible momento cuando la gran pantalla anuncia el inicio de la ansiada película escogida, la emoción escurre por los ojos y la boca, los oídos se agudizan, la piel se pone perceptiva y sobre la columna una descarga suave y confortable nos prepara para disfrutar del «tan apreciado evento de presenciar una película».
Da inicio la primera escena captando la atención de todo el público y desde ese momento progresivamente, la emoción, la sorpresa, la alegría, la tristeza y la incertidumbre acompañada de una gran carga de energía discurre entre los asistentes.
Se escuchan suspiros, alguien tararea alguna de las melodías, se perciben sollozos y el silencio se entremezcla con los parpadeos, el personaje se adueña de los sentimientos de los asistentes, los emociona, los hace reír, los conmueve y en algunos momentos los hace llorar, de verdad comparte la vivencia contigo.
En una avalancha de emociones Rami Malek, con suavidad va conquistando cada momento de nuestra atención hasta adueñarse por completo de la atención y captar la concentración de tal forma que manipula los sentimientos de manera magistral haciéndote vivir la historia de Freddy Mercury como si estuvieras en cada momento de su vida.
Cada escena empata perfecto con la vivencia y la música en un enlace perfecto que al ritmo de la batuta responde a la perfecta ejecución de cada movimiento en un artística expresión.
Sin lugar a duda una presentación magistral muy «a doc o ad hoc» al talento del personaje en la vida real, en un trabajo de producción y dirección con gran creatividad, que no defraudará a ninguno de los asistentes, más aún si son amantes de la música.
Bohemian Rhapsody una gran y conmovedora película con destacadas actuaciones.