El domingo otra noticia de migrantes se unió a las historias de muertes y tragedias que desafortunadamente leemos a diario en los medios informativos. De nueva cuenta, un migrante centroamericano que intenta llegar a Estados Unidos cruzando México, se convierte en víctima de la pobreza, el hambre y los conflictos que lo orillaron a salir de su país.
A sus 45 años, Vicente cruza la frontera Sur de México para unirse a los miles de indocumentados que ven a “La Bestia” como el conducto para alcanzar el famoso sueño americano. El viaje de Vicente inicia en Tapachula, Chiapas, y terminó en el cruce de los bulevares Lázaro Cárdenas y López Mateos, en Mexicali.
En este cruce ferroviario, Vicente pierde el equilibrio y cae del tren apodado “La Bestia”, precisamente bajo las llantas, que en tan sólo un segundo le amputan las piernas. Este caso es uno entre los aproximadamente 37 que se registran al año. Según datos del Instituto Nacional de Migración y la Cruz Roja, entre los años 2002 y 2014, 476 migrantes fueron mutilados por “La Bestia”, sin contar a los desaparecidos y muertos.
Lo que viven estas personas son verdaderas tragedias, como la de Vicente. También asesinatos, violencia y abusos de los traficantes que les cobran pequeñas fortunas al inicio de cada viaje. Esto que ocurre en México, también se puede ver en otras partes del mundo. Por ejemplo en Siria que ya son más de 7.6 millones de desplazados internos y medio millón en Yemén.
La mitad de todos los migrantes internacionales viven solamente en 10 países, pero el mayor número -unos 46 millones aproximadamente- residen en Estados Unidos, que cuenta con un crecimiento alarmante de inmigrantes de China, India y Latinoamérica. El segundo país con más migrantes es Rusia, en particular Ucrania y Kazajistán.
Alemania y Francia albergan cantidades enormes de migrantes provenientes de Turquía y Argelia. En Arabia Saudita hay muchísimos trabajadores de Asia y otras naciones del Golfo Pérsico. Pero el caso más impactante es el de los Emiratos Árabes Unidos, que el 84% de su población está formada por migrantes.
Si en México tenemos “La Bestia” como una de las vías para los indocumentados, en los demás países también hay rutas específicas. Por ejemplo, los que salen de Libia lo hacen por el Mediterráneo. Miles de migrantes del África tiene que cruzar dos peligrosos mares, uno de arena y otro de agua, antes de llegar al continente europeo.
Completar esta travesía puede tomar meses e incluso años, ya que deben atravesar varios países con la ayuda de traficantes inescrupulosos. Muchos de los que salen por Libia son jóvenes eritreos que huyen del servicio militar, además de somalíes y nigerianos.
En el Mediterráneo oriental, miles de sirios cruzan de Turquía a Grecia, junto con afganos e iraquíes. Recordemos que la guerra civil en Siria es la responsable de que la mitad de la población haya escapado de sus hogares. Se calcula que por lo menos 4 millones de sirios viven como refugiados en otros países.
Un dato que nos puede ampliar el panorama de esta situación es el siguiente: el desplazamiento forzado de sirios en el mundo es el más alto desde las migraciones y expulsión de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Las fotografías y videos de los migrantes que cruzan el Mar de Andamán han dado la vuelta al mundo y alertado sobre el peligro del tráfico de personas. En muchos casos, los migrantes son secuestrados y luego trasladados a Malasia, otros son abandonados a su suerte.
Un caso de alarma es el de los migrantes que huyen de Myanmar y Bangladesh, y se quedan varados en el mar en los barcos de pesca controlados por los contrabandistas en las costas de Indonesia, Tailandia y Malasia.
Según el informe de la Organización Internacional para las Migraciones, casi 3 cuartas partes de los migrantes que toman las rutas del Mediterráneo que conectan el norte de África y Europa han experimentado explotación y prácticas de trata de personas.
En México, además de “La Bestia”, existen otras rutas, a veces más peligrosas que el “tren de la muerte”, como también lo llaman. Una de estas vías alternas es la marítima, en la que los polleros utilizan balsas o pequeñas embarcaciones para bordear las costas de Chiapas.
Zarpando del puerto de Ocós, en San Marcos, Guatemala, se realizan escalas en los pueblos costeros de Mazatán, Acapetahua y Tonalá, en Chiapas. Después siguen por el Golfo de Tehuantepec hasta el puerto de Salina Cruz, en Oaxaca. Una vez que los migrantes llegan a Ixtepec y suben al tren que va a Veracruz, de allí siguen por tren o autobús hasta Tamaulipas.
Otros migrantes ocupan la ruta del Pacífico, utilizando la línea del ferrocarril carguero que cruza los estados ribereños del Océano Pacífico. Salen de la Ciudad de México, cruzan los estados del centro y siguen por Jalisco, Sinaloa y Sonora, hasta Mexicali.
La ruta de Altar es para los migrantes que no pueden abordar el tren carguero en el sureste de México. Caminan por brechas entre cerros para evadir los controles migratorios en los autobuses comerciales, pues es constantemente revisado por la Policía Federal y el Instituto Nacional de Migración.
La manera en que viajan es por autobuses particulares desde Chiapas hasta Tijuana, recorrido que se tarda varios días y en un negocio bastante irregular, porque las empresas no están registradas como transportistas, pero realizan viajes cada semana con la fachada de compañías de turismo.
Los datos que te presento en este periodismo de vida son sólo una mínima parte de las millones de historias, muertes, tragedias y negocios sucios que rodean a los movimientos migratorios alrededor del mundo.
Tal vez, antes de pensar en muros o reforzamiento de los controles migratorios, los países deberían ocuparse de ofrecer las condiciones necesarias para que su gente no se vaya, en el plano económico, social y político.
A ti que me escuchas esta mañana en ¡Qué tal, Fernanda! te pregunto: ¿En dónde crees que está el verdadero problema de las migraciones? ¿En los países vecinos, en el control migratorio de los que somos paso hacia otras naciones, en el negocio que representa cruzar a la gente?
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