Considerando la gran biodiversidad animal que tiene México, ¿existe alguna especie que te parezca la más bella de todas? ¿Hay algún animal por el que tienes cierta predilección por encima de los demás?
En este momento, ya todos tenemos una especie favorita en mente. Ya sea porque la conocemos en vivo o porque la hemos visto en algún documental. Lo que es un hecho, es que nadie puede resistirse a la belleza de un quetzal o a la elegancia y presencia del jaguar.
Desde que nacen las grandes culturas en el mundo, los animales tienen un lugar preponderante en las creencias que dan identidad a cada civilización. Tanto así, que a lo largo del tiempo son un referente indispensable para entender la religión y organización social de cada cultura.
¿Pero por qué la importancia de los animales para la humanidad? Por el simple hecho de que ellos habitan este planeta desde antes que el hombre. Y son las culturas más antiguas como la egipcia, la china y las mesoamericanas quienes los han adoptado para explicar el origen de sus pueblos, es decir, su cosmogonía.
Del respeto a los animales y su consideración como un ser superior dentro del universo se construye la religión y veneración hacia ciertas especies. Ya lo dice Fray Diego de Landa en sus crónicas sobre la conquista de América:
“No hay animal ni sabandija al que los indios no le hagan una estatua. Y a todos los hacen a semejanza de sus dioses y diosas.”
Hoy transmitimos ¡Qué tal, Fernanda! desde Xcaret, en la Riviera Maya, considerada por los mayas como una de las ciudades comerciales más importantes de su cultura hasta la llegada de los conquistadores españoles.
Y son precisamente los mayas -quienes al vivir en una región de bosques tropicales- tienen contacto con toda clase de animales terrestres, acuáticos y aves. Adoptándolos en sus cultos religiosos, en la astronomía, las artes y hasta en su economía.
Es así como todos los animales de la cultura maya cumplen una función que los vincula entre los cielos, la tierra y el inframundo. Por ejemplo, el fuego del sol naciente es asociado con el vuelo y los colores de la guacamaya roja.
El jaguar representa el poder de lo nocturno, siendo además uno de los animales con mayor simbolismo para los mayas en un aspecto de majestuosidad y asociándolo con las clases altas, sacerdotes y guerreros.
Representante de la oscuridad y el inframundo, jaguar en maya se dice Balam, que es el nombre dado a los sacerdotes que interpretan la voluntad de los dioses. Aunque así como el jaguar es motivo de adoración, también dentro de la cultura maya existe otro animal que aún en nuestros días tiene un significado emotivo sumamente profundo en todo el mundo.
Hablo del perro, quien desde entonces tiene un simbolismo asociado con la fidelidad. Así como lo cuenta una antigua leyenda maya que cuenta que en estas tierras vivía un hombre muy pobre, que por lo mismo de su miseria siempre estaba de mal humor.
Pero tal pobreza y estado de ánimo no sólo afectan a este hombre, pues también sale perjudicado un perro que vive con él y en quien desquita su coraje maltratándolo con insultos y golpes.
El espíritu del mal -llamado Kakasbal- se llena de felicidad al enterarse de esta situación, pues está seguro que después de tanto maltrato, el perro debe guardarle un enorme rencor a aquél hombre.
Decidido a sacar partido a este odio, Kakasbal se aparece al perro y le dice: “Ven acá y dime qué te pasa, pues te veo triste.”
El perro responde con algo de temor: “Cómo no voy a estarlo, si mi amo me pega cada vez que quiere.”
A lo que Kakasbal le contesta con toda la mala intención: “Yo sé que es un hombre muy malo, de negro corazón. ¿Por qué no lo abandonas?”
El perro le dice que es su amo y debe serle fiel. Pero Kakasbal no se queda conforme con esta respuesta y le propone ayudarlo a escapar. A lo que el perro vuelve a negarse. Y aunque Kakasbal le dice una y otra vez que aquel hombre nunca agradecerá su fidelidad, el perro contesta que no le importa eso y seguirá siéndole fiel.
Sin embargo, es tanta la insistencia de Kakasbal, que el perro para quitárselo de encima le contesta: “Creo que me has convencido. Dime qué debo hacer para dejarlo.”
Kakasbal le pide su alma y el perro le pregunta qué le dará a cambio. Kakasbal responde que lo que él le pida. Entonces, el perro le dice: “Dame un hueso por cada pelo de mi cuerpo”. A lo que Kakasbal acepta.
El perro le pide entonces que empiece y el espíritu comienza a contar uno por uno los pelos del perro, pero cuando sus dedos llegaron a la cola, el perro se acordó de la fidelidad que le tenía a su amo y empezó a mover su cola de un lado a otro con felicidad.
Kakasbal perdió la cuenta y le reclamó al perro por qué se movía. A lo que le contestó: “No puedo con las pulgas que me comen de día y noche. Pero vuelve a empezar.” Y cien veces Kakasbal empezó a contar, y cien veces el perro movió su cola.
Cuando el espíritu maligno se da cuenta de la trampa, le dice al perro: “No cuento más. Me engañaste. Pero me diste una lección. Ahora sé que es más fácil comprar el alma de un hombre, que el alma de un perro.”
***
Después de escuchar esta leyenda en el periodismo de vida de hoy, te pregunto:
¿Estás de acuerdo en la lección que le da el perro al terrible Kakasbal? ¿Conoces otro animal más fiel que el perro? ¿Tienes alguna anécdota con alguno de tus perros relacionada con su fidelidad?
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