Historia de Tlaquepaque y la leyenda de la monja

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Como mexicano, ¿qué tanto conoces tu país? ¿Has visitado algún pueblo mágico, los municipios del interior de la República? ¿Sabes a qué ciudad se le llama “lugar sobre lomas de tierra barrial”?

A Tlaquepaque, cuyo nombre se deriva de la palabra Tlacapán y significa “hombres fabricantes de trastos de barro”. Aunque la explicación más probable puede ser que “Tlaquepaque” proviene de Tlakenauake, nombre del dios impersonal de los nahuas.

Otras versiones aseguran que Tlaquepaque significa “Vista Alegre” o “Campos Alegres”, pero lo cierto es que en este lugar desde donde hoy transmitimos en vivo ¡Qué tal, Fernanda! se respira un aire de cordialidad y de historia por su arquitectura, sus colores y sabores.

Antes de que los conquistadores españoles llegaran a estas tierras, los pueblos Toluquilla, Zalatitán, Coyula, Tateposco, Tlaquepaque, Tapechi -también conocido como Tepetitlán- y Tequepexpan, formaban junto con Tonalá un solo reino que gobernaba una mujer llamada Cihualpili Tzapotzinco.

Habitado por indígenas tonaltecas y más tarde por tecos, los pobladores de este reino reciben a los españoles en marzo de 1530, los cuales entraron por San Martín de las Flores -llamado antes Tlaxicoltzingo-.

La reina de Tonalá da la bienvenida a Nuño de Guzmán con su comitiva, y éste la bautiza con el nombre de Juana Bautista Danza, porque como parte del recibimiento la reina dispone una danza de honor para los visitantes.

Sin embargo, la fiesta duró muy poco, pues Nuño de Guzmán toma posesión del reino de Tonalá y de sus pueblos dominados por éste, el 25 de marzo. Para 1548 el poblado también es bautizado como San Pedro, por sugerencia de Fray Antonio de Segovia.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI, San Pedro se vuelve jurisdicción de la ciudad de Guadalajara y para 1621 también forma parte de los franciscanos. Hasta que el 26 de noviembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo entra a la ciudad con el movimiento independentista en pleno auge.

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De hecho, Tlaquepaque es la cuna de la proclamación de la independencia de Jalisco por el brigadier Pedro Celestino Negrete. El documento se firma en esta villa el 13 de junio de 1821. Y en el decreto del 27 de marzo de 1824, se establece que San Pedro pertenece a Guadalajara.

Un año después, San Pedro aparece registrado como pueblo con ayuntamiento que comprende también a los pueblos de San Andrés, Santa María y San Sebastián. En 1835 don Manuel López Cotilla funda en Tlaquepaque las primeras escuelas oficiales mixtas.

En 1843, San Pedro adquiere la categoría de villa y estaba conformado por tres ranchos. Pero vuelve a ser marco histórico cuando llega Benito Juárez en 1858 y el 22 de marzo de ese año se firman aquí Los Tratados de Tlaquepaque.

Desde finales del siglo XIX, el municipio empezó a llamarse San Pedro Tlaquepaque, pero en 1917 el Licenciado Manuel Aguirre Berlanga -gobernador de la entidad- decretó que solamente se llamara Tlaquepaque. Aunque por tradición aún hay gente que lo sigue llamando San Pedro Tlaquepaque.

Como sucede en muchos lugares con una larga historia, aquí en Tlaquepaque existe una construcción bastante antigua y peculiar que hoy en día alberga el Museo de Premio Nacional de la Cerámica “Pantaleón Panduro”, una escuela de artes y algunas oficinas del gobierno local.

Pero en sus inicios se trató de un hospital y casa de ejercicios, que construye Fray Luis Argüello y empieza a dar servicio con ayuda de las monjas josefinas en las últimas dos décadas del siglo XIX.

Sin embargo, esto no es lo más atractivo de la historia que envuelve a la construcción, sino la leyenda de una de estas monjas que entró y nunca volvió a salir ni a incorporarse a su convento.

El edificio dejó de funcionar como hospital El Refugio en 1979 y todas las monjas se fueron, menos ella. Han pasado casi 40 años y varias personas aseguran que durante las noches silenciosas se escuchan los pasos de la monja y se alcanza a ver su silueta caminando por los pasillos.

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Cuentan que un médico que no creía en historias de fantasmas, al conocer la leyenda de la monja se desternilló de risa y aseguró a sus colegas que lo suyo era la ciencia y no los mitos. Al tercer día de asegurar esto, se encontraba con otro médico en los dormitorios platicando de los pacientes de aquel día cuando de repente cambió su semblante.

Su compañero afirma que aquel doctor empalideció en un segundo y su mirada desencajada apuntaba hacia la puerta del dormitorio como si hubiera visto al diablo. Después señaló con el índice un lugar en el pasillo y con gran esfuerzo logró gritar: “¡La monja! ¡La monja viene hacia a mí!”.

El médico intentó incorporarse, pero no pudo. Cuando por fin pasó la visión, contó a su colega que vio a una monja de blanco sin pisar el suelo, arrastrando una cadena que hacía un espantoso ruido con los eslabones y aseguró que se dirigía hacia él. Al distinguir las facciones de la monja, ésta se esfumó de inmediato.

Sobra decir que esa fue la última noche que aquel doctor pasó en el hospital, pues al siguiente día pidió su traslado y se fue casi corriendo. Hoy hay testimonios que aseguran que la monja sigue apareciendo en los pasillos del antiguo hospital.

***

Después de escuchar este periodismo de vida, te pregunto: ¿Conoces Tlaquepaque? ¿Alguna vez visitaste este museo o conocías la leyenda de la monja?

Estas historias son parte del encanto que hacen mítico un lugar como Tlaquepaque, donde además de su belleza arquitectónica, también hay varias opciones para divertirte o simplemente venir a descansar a esta bella ciudad.

Si aún no la conoces, no dejes pasar la oportunidad y aprovecha que ya estamos a nada de las vacaciones de verano y date una vuelta por Tlaquepaque.

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