Dicen que las joyas son para siempre y que el amor es eterno.
Elizabeth Taylor y Richard Burton protagonizaron una especia de película de amor en la vida real, donde comprobaron ambas afirmaciones.
La historia comienza con Harriet Annenberg Ames, hermana del publicista millonario Walter Annenberg, quien fue la primera dueña del famoso diamante talla gota o pera de 68 quilates.
Esta piedra preciosa proviene de la mina Primer Mine en Sudáfrica. Extraída en 1966, el diamante en bruto, incoloro de 214 quilates, fue tallado por el joyero americano Harry Winston.
Un años después, Harriet compra el diamante y al poco tiempo de usarlo decide venderlo porque le parece muy ostentoso y peligroso para llevarlo en las calles de Nueva York.
Cartier paga por la joya la cifra de 1 millón 50 mil dólares y lo monta en un collar de diamantes y otras piedras preciosas.
Por ese entonces, Elizabeth Taylor y Richard Burton ya eran esposos.
La diva de Hollywood y el actor británico de cine y teatro protagonizan la historia de amor más bella y tormentosa del cine internacional, que incluye dos divorcios, una adopción y el deseo final de ser sepultados juntos.
Pero en 1969, la luna de miel aún continúa y Richard Burton hace que el diamante viaje hasta Suecia para que lo vea Elizabeth y decida si lo quiere. Como efectivamente ocurre.
La subasta para obtenerlo incluye grandes personajes de talla mundial, como el sultán de Brunei, Hassanal Bolkiah; el magnate Aristóteles Onassis; y el joyero Harry Winston, su creador.
Comienza la subasta y la primera oferta es de 200 mil dólares. La segunda sube a 500 mil dólares y sólo quedan 9 interesados. Finalmente, quedan 2 ofertas capaces de ofrecer 650 mil dólares.
Y en el último momento, otro magnate de nombre Robert Kenmore ofrece 1 millón 100 mil dólares y se queda con el diamante.
Richard Burton enfurece por no haber conseguido esa prueba de amor para su bella Liz y al día siguiente envía a su abogado para negociar con Kenmore que le venda la joya. Algo que al final sucede, con la condición de exhibir el diamante en Nueva York y pagar la misma suma.
La exhibición en Cartier del diamante recibía al rededor de 6 mil personas diariamente.
En su diario, Richard Burton escribe que aquella joya de semejante esplendor sólo podía pertenecer a la única mujer en el mundo de incomparable belleza, su esposa Liz Taylor.
Liz mandó a rehacer el collar a su medida con otros diamantes y a partir de ese momento la joya se bautizó como Taylor-Burton Diamond.
Después de que el diamante viajara de Estados Unidos a Mónaco, custodiado por dos guardias armados, el estreno del diamante ocurre en en baile Scorpio, durante una gala en el Hotel L’Hermitage, con motivo de los 40 años de la Princesa Grace de Mónaco.
La segunda vez que Liz usó el diamante fue durante la ceremonia de los Oscar en 1970.
En 1974, la película de amor entre Liz Taylor y Richard Burton finaliza con un divorcio, tras el cual Liz se empeña en borrar todo rastro de su ex esposo, incluyendo el diamante y lo vende a Henry Lambert por 5 millones de dólares.
El dinero de la venta lo utiliza Liz para construir un hospital en Botswana, donde curiosamente se casa nuevamente con Richard Burton un año después.
Henry Lambert vende el diamante al libanés Robert Mouawad, quien lo tiene bajo custodia actualmente en un museo de Beirut.
En el periodismo de vida de hoy, te cuento la historia de uno de los diamantes más famosos. Diamante que se vuelve una leyenda no sólo por su valor económico, sino por su dueña que fue también una de las mujeres más bellas del mundo.
Pero, ¿cómo es que se origina esta fascinación por las joyas? ¿Por qué les damos este valor?
En muchas culturas, las joyas son vistas como un símbolo de riqueza. El material y el trabajo necesarios para fabricarlas ya hacen que tengan un valor.
Son objetos ornamentales para el cuerpo, de piedras y metales preciosos.
La palabra “joya” proviene del francés antiguo “joie” que significa alegría o gozo, y al mismo tiempo del latín “iocus” que significa broma o falta de seriedad.
Las joyas han tenido distintos usos a lo largo de la historia:
Símbolo de riqueza; uso funcional, en broches y cierres; de carácter simbólico, para indicar estatus o pertenencia a un grupo, religión o secta; de protección, a manera de amuletos; y como expresión artística, porque muchas joyas ornamentales son una obra de arte.
La primera referencia que existe sobre una piedra preciosa está en la Biblia. En el Génesis, donde se dice que “Havilá es una tierra de buen oro, bedelio y la piedra de ónice”.
Los diamantes fueron extraídos por primera vez en la India, aunque Plinio el Viejo habla de ellos en la antigüedad en algunos de sus escritos.
En la Prehistoria se tienen referencias de las primeras joyas como cuentas de concha de caracol marino perforadas, encontradas en las cuevas de Blombos, que datan de hace 75 mil años.
Los primeros ejemplos de joyería se remontan a 5 mil años atrás. También se encontraron vestigios ornamentales en las Tumbas Reales de Ur, de la cultura mesopotámica de hace 4 mil años.
Los griegos comenzaron a usar oro y gemas en el año 1600 antes de Cristo.
En fin, las joyas siempre han estado a lo largo de la historia y si algo no ha cambiado es ese valor afectivo que muchas personas les damos, porque además del valor intrínseco, también los momentos y los motivos por los que damos o recibimos una joya determina mucho su valor.
Por eso, en este periodismo de vida hoy te pregunto: ¿Qué joya has dado o recibido que signifique mucho para ti? ¿A quién se la diste o quién te la regaló?
Escríbeme a QTF y comparte tu historia conmigo.