El próximo 20 de mayo se cumplirán 78 años de la fundación de un lugar que con sólo escuchar su nombre gran parte de la humanidad siente escalofríos, coraje y tristeza por un periodo de la historia que está marcado con sangre y muerte en los libros, pero sobre todo en el recuerdo de muchos sobrevivientes que pasaron por el infierno en la Tierra.
Estoy hablando de Auschwitz, el campo de concentración más grande que establecen los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en las inmediaciones de Cracovia, en Polonia.. Aunque en realidad se trata de un complejo de 3 campos: uno de concentración, otro de exterminio y uno de trabajos forzados.
Se estima que más de un millón de personas perdieron la vida en Auschwitz, de los cuales 9 de cada 10 fueron judíos. ¿Cómo es posible alcanzar estas cifras? No es difícil considerando que las 4 cámaras más grandes de gas mortífero podían contener al menos a 2 mil personas al mismo tiempo.
Pero si las intenciones homicidas de los nazis ya son dignas de toda condena, más lo es el cinismo con el que cometen sus atrocidades, como el letrero que encuentran los presos al llegar a este campo de concentración, donde se lee: “El trabajo te hace libre”. La realidad es que el exterminio a través del trabajo es uno más de los métodos nazis para asesinar.
Los que llegan a Auschwitz y no son conducidos directamente a las cámaras de gas tienen otro destino igualmente terrible como trabajadores. Se les afeita la cabeza; les tatúan un número de identificación en el antebrazo izquierdo; los hombres deben usar chaqueta a rayas y un pantalón harapiento; las mujeres son obligadas a llevar un vestido de trabajo; y ambos deben usar zapatos o zuecos que no son de su número.
Con la ropa que trabajan es con la que duermen, hacen todo y viven los días, meses o años que permanecen en Auschwitz. Las condiciones de las barracas donde pasan la noche son terribles: no hay ventanas, entra lo mismo el frío intenso que el calor sofocante, no hay baño y sólo tienen un balde para hacer sus necesidades.
Pero eso no es todo. Hay que pensar que estas barracas tienen aproximadamente unas 36 literas de madera y 5 o 6 presos tienen que compartir una sola, durmiendo en forma transversal. Imagina 500 personas en cada barraca que en teoría debe albergar a no más de 36.
La comida en este lugar consiste en sopa aguada hecha con carne y verduras podridas, un poco de pan, a veces margarina, té o una bebida amarga que es parecida al café. Obviamente, la diarrea es algo bastante común en todos los presos, lo mismo que la deshidratación, la debilidad y múltiples enfermedades.
Los que no mueren al bajar del tren no saben si tienen suerte o todo lo contrario. Son obligados a trabajos forzados, se encargan de la cocina, son peluqueros para rapar a los que llegan, las mujeres clasifican las pilas de zapatos, prendas y otras pertenencias que les quitan al llegar al campo de concentración.
¿Qué pasa con estas cosas que les confiscan? Algunas se mandan a Alemania y otras se quedan en los depósitos de almacenamiento cerca de los hornos crematorios. Mientras que los presos con más fuerzas son enviados a trabajar en las minas de carbón y canteras, en proyectos de construcción, excavación de túneles y canales.
Otros se encargan de sacar con palas la nieve de las rutas o limpiar los escombros de las vías y ciudades atacadas por asaltos aéreos. Muchos son enviados a las fábricas que producen armas y otros productos que sostienen la guerra. Incluso empresas privadas como la Bavarian Motor Works -BMW-, que producen motores de aviones y automóviles, piden prisioneros de Auschwitz como mano de obra barata.
Para los que tienen idea de escaparse de Auschwitz, era inevitable encontrarse con una serie de obstáculos: cercas electrificadas con alambre de púas alrededor de todo el campo de concentración, guardias con ametralladoras en las numerosas torres de vigilancia y la certeza de que cualquier intento fallido les causará una lenta y dolorosa muerte para escarmiento de los demás.
Si por algún momento intentamos relacionar estos campos de concentración con alguna cárcel, debemos saber que en Auschwitz no existían ni derechos humanos, ni justicia. Los guardias nazis pueden castigar cruelmente a cualquier prisionero en el momento que quieran, ya sea por capricho o por lo más trivial.
Otro capítulo terrorífico ocurre con los experimentos médicos de Josef Mengele, que usa a hombres, mujeres y niños en tratamientos dolorosos, traumáticos y crueles, con el objetivo de probar mejoras en los servicios médicos para soldados y aviadores alemanes. Otros favoritos para estos experimentos de Mengele son los enanos y gemelos.
Ante semejantes condiciones y maltrato, es obvio que los prisioneros de Auschwitz no aguantan más de unas semanas o algunos meses. Los que presentan signos de enfermedad o una debilidad que les impida trabajar son enviados a las cámaras de gas. Tristemente, también hay personas que no soportan este infierno y se suicidan arrojándose a las cercas electrificadas.
El 27 de enero de 1945 el ejército soviético ingresa a Auschwitz y libera a los presos que siguen con vida. Lo que ven los deja impactados: personas que parecen cadáveres ambulantes, quebrados física y emocionalmente, con todos los huesos del esqueleto apenas cubiertos por la piel.
Sobreviven menos de 2 mil prisioneros, ya que una vez que los alemanes saben que perdieron la guerra, obligan a casi 60 mil presos a evacuar el campo, maltratándolos brutalmente para asesinarlos antes de que fueran rescatados. Entre el millón de judíos asesinados, se calculan también 74 mil polacos, 21 mil gitanos y 15 mil prisioneros de guerra soviéticos.
En el recuento escalofriante de lo ocurrido en Auschwitz que te presento en este periodismo de vida hay varios puntos que nos invitan a la reflexión sobre las consecuencias de la guerra y del odio racial.
Temas que no son materia del pasado histórico, porque en estos días aún hay líderes y presidentes de naciones poderosas que están en contra de los extranjeros, de los que tienen distintas religiones o preferencias sexuales. El nazismo y las consecuencias del holocausto es un foco rojo frente al odio que se propaga en el mundo.
La historia tiene el registro de todo lo que te acabo de contar, pero también están los testimonios de los sobrevivientes de estos campos de concentración. Muchos han inspirado libros, películas y series. Son historias escalofriantes y conmovedoras.
Por eso, hoy te pregunto a ti que escuchas ¡Qué tal, Fernanda!: ¿conoces algún caso de sobrevivientes de los campos de concentración? ¿Tienes abuelos que pasaron por estos horrores? Escríbeme a las redes sociales de QTF y comparte tus comentarios.