Alrededor del mediodía del martes 2 de agosto se formó la tormenta tropical “Earl” poniendo fin a una “sequía” de ciclones en el Mar Caribe; los últimos ciclones en “navegar” por aquellas aguas fueron el huracán Sandy (Cat. 3) , en octubre de 2012, y la tormenta tropical Hanna, en octubre de 2014.
Recordemos que el Atlántico tuvo un inicio muy adelantado. En enero se formó el primer ciclón tropical con el huracán Alex y fue hasta junio, al inicio de la temporada, cuando tres tormentas tropicales surgieron: Bonnie, Colin y Danielle. Sin embargo, estos ciclones no se formaron en el Mar Caribe y es por esta razón que se habla de una “sequía”.
La baja actividad ciclónica en el Atlántico había estado influenciada por los efectos indirectos de El Niño ya que los vientos alisios (soplan de este a oeste) fueron muy intensos impidiendo el desarrollo ciclónico en esta cuenca oceánica.
Otro factor que actuó en contra de los ciclones en el Atlántico fueron los intensos vientos saharianos que habían estado enviando grandes nubes de polvo a esta cuenca oceánica. El polvo inhibe el surgimiento y desarrollo de ciclones tropicales debilitando aquellos ya formados al aportarles aire seco, además, incrementan la cizalladura vertical del viento en la altura (como soplar la espuma que gira en una taza) impidiendo que el sistema pueda formarse.
El Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC por sus siglas en inglés), ha pronosticado que “Earl” impactaría al sur de Quintana Roo – Belice para la tarde o noche del miércoles. “Earl” se degradará a depresión tropical pero se prevé que al entrar nuevamente al Golfo de México se vuelva a intensificar como tormenta tropical y tome rumbo hacia las costas de Veracruz.
Solo los pronósticos a corto plazo –menos de 24 horas– son confiables.
Mientras tanto, en el Pacífico, junio empató el récord establecido en 1985 con la formación de 8 ciclones en un solo mes. Está constante formación ciclónica podría haber estado influenciada por los efectos de El Niño y sus remanentes de aguas cálidas.
“El Niño” oficialmente desapareció y la tendencia es que la temperatura superficial del océano continúe a la baja dando paso a un fenómeno de “La Niña” pero de intensidad débil. Esto normalizaría los ciclones tropicales aunque sus efectos se podrán apreciar hasta la próxima temporada.
Independientemente de los ciclones, estamos en plena temporada de lluvias y hemos observado cómo el drenaje de las grandes ciudades es muy insuficiente. Recientemente, un estudio elaborado por el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM, mencionó que el clima actual en la Ciudad de México se debe a la desaparición de los lagos, de la cubierta vegetal, así como la urbanización intensiva que se manifiesta en un aumento en la temperatura y en la intensidad de las lluvias. Las fuertes tormentas que han azotado la Ciudad de México ahora dejarían de ser un patrón inusual para convertirse en un patrón estándar.
Como ciudadanos tenemos una tarea simple para mitigar, aunque sea un poco, el riesgo de inundaciones al depositar la basura donde corresponde y no en calles que luego termina en barrancas y drenaje.
P.D. – Hace unas semanas, en este mismo espacio, mencioné la posibilidad de caída de ceniza en la Ciudad de México por la actividad del Popocatépetl. Finalmente esto sucedió durante las primeras horas del 1 de agosto con una prolongada erupción estromboliana.
Esta actividad aún está lejos de terminar ya que Cenapred sigue reportando sismos volcanotectónicos que son precursores a mediano – largo plazo de una actividad que pudiera ser mayor a la observada estas semanas con la posibilidad de que se forme un gran domo de lava cuyas explosiones, que destruyen los domos de lava, serían más importantes de las que hemos visto. Sigamos al pendiente de la información que Cenapred proporcione e informémonos con fuentes confiables.
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