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Tal parece que esto de los miedos va y viene por épocas: de pronto sufrimos un terror irracional por la posesión demoniaca, luego por los tiburones, pasamos a los psicópatas con motosierra en mano, después vamos a las arañas… el caso es que no nos ponemos de acuerdo en cuanto a UN miedo generalizado y compartido, pues lo que asusta a unos es entretenimiento para otros, y viceversa.

Esta conclusión es lógica tras ver ‘Eso’ (‘It’, d. Andy Muschietti), un “remake” de una propiedad intelectual del amo del horror Stephen King que hoy día merece la reinvención para conectar con las audiencias modernas. A la distancia parece un refrito más, intentando aprovechar esa nostalgia ochentera que permea cantidad de producciones recientes. Y sin embargo, una vez que dejamos de lado esa cínica apreciación, descubrimos una película de terror con un interesante mensaje y una manufactura bien lograda que fluye ágil a lo largo de sus 135 minutos.

La acción se desarrolla en Derry, ese ficticio pueblito de Maine donde el autor Stephen King ubica una gran variedad de sus intrincadas historias. Esa localidad constituye prácticamente un personaje más, con su evocadora imagen de una Unión Americana donde las banderas ondean en un verano idílico y las calles ostentan una callada belleza. Muy pronto nos damos cuenta de que esta localidad es lugar de origen de cruentos acontecimientos cíclicos, cobrando vidas al por mayor cada 27 años, y el hilo conductor de los mismos parece ser la siniestra presencia de un aterrador payaso llamado Pennywise (Bill Skarsgård).

Es justamente el mencionado ser quien termina con la vida de un pequeño llamado Georgie (Jackson Robert Scott) en la primera escena del filme. Meses más tarde vemos que la desaparición del menor fue tan solo la primera de muchas más, un hecho que la gente parece obviar y que sin embargo llama poderosamente la atención de Ben (Jeremy Ray Taylor), el regordete niño recién llegado a Derry que elige ocultarse de los bravucones locales y abrazar su soledad leyendo acerca de la historia del pueblo en la biblioteca local.

Un incidente violento con el imprescindible “bully” del pueblo (Nicholas Hamilton) lleva a Ben a conocer al hermano mayor del desaparecido Georgie, Bill (Jaeden Lieberher), cuya tartamudez oculta una naturaleza inquisitiva y un genuino deseo de descubrir el destino final de su hermanito. Le asisten en esta labor el resto de sus amigos: el bocazas Richie (Finn Wolfhard), el hipocondriaco Eddie (Jack Dylan Grazer) y un retraído chico judío llamado Stanley (Wyatt Oleff), ocupado en la inminente celebración de su Bar Mitzvah. Es obvio que este grupo no está formado por los tipos más populares de la escuela, pero aprenden a vivir con el apodo colectivo de “Los Perdedores” e incluso a apropiárselo con cierto orgullo.

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A la fórmula se suman gradualmente dos elementos más. El primero es una adolescente pelirroja e independiente llamada Beverly (Sophia Lillis), quien enmascara el abuso que sufre en casa a cargo de su propio padre con una actitud decidida y desafiante. El segundo es un muchacho afroamericano de nombre Mike (Chosen Jacobs), quien trabaja en el rastro local sacrificando ovejas a la vez que lidia con una reciente tragedia personal en la que perdió a ambos padres.

Hay otro hilo común en estos adolescentes: la presencia recurrente del terrorífico payaso antes mencionado, a quien sólo atinan a referirse como “Eso”. No les queda claro cómo es que sólo ellos perciben su presencia y su constante amenaza, pero saben que los adultos no están para ayudarlos, así que eligen hacer un frente común tanto para defenderse de los ataques como para revelar los motivos detrás de la reciente ola de muertes y desapariciones.

El gran acierto de ‘Eso’ es establecer bien las personalidades de sus jóvenes protagonistas, de forma que entendemos su difícil paso por la adolescencia complicado con un peligro real en torno a sus vidas. Nos identificamos con uno o más de sus problemas personales, nos afecta su destino, nos ponemos en su lugar y aprendemos que los miedos de cada uno de ellos les definen como individuos, como también lo hacen las maneras que tienen de afrontarlos.

Un filme de terror vive, sin embargo, de arrancarle sustos oportunos tras crear la tensión necesaria en el espectador, y ese es otro logro de la película. La interpretación de Pennywise por parte de Skarsgård da en el clavo desde su primera aparición y sostiene la narrativa en el tono amenazante e incierto que va en aumento hasta un desenlace por todo lo alto (o por todo lo bajo, si nos ponemos quisquillosos con la ubicación física del enfrentamiento). No, esta no es la clase de producción que depende de galones de sangre corriendo por la pantalla en todo momento para reflejar horror, sino que se conforma con explotar racionalmente los miedos de la audiencia en situaciones bien definidas.

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Completando los puntos más destacables está la humanidad de esta historia. Así es: esta película de terror sobrenatural se siente profundamente cercana a quienes somos. Gran parte se debe a magníficas actuaciones de su muy joven reparto (la expresiva Lillis destaca particularmente, y seguramente será una joven estrella en muy poco tiempo). Otro componente es la fórmula de “jóvenes unidos ante un enemigo común”, que tanto ha funcionado desde los tiempos de ‘E.T. El Extraterrestre’ hasta la serie ‘Stranger Things’ y que remite a historias donde los protagonistas maduran de verdad al crecerse frente a la adversidad.

Pero finalmente ‘Eso’ es entretenimiento fílmico en un género que a veces es repetitivo y predecible, pero que aquí viene enmarcado en una producción cuidada a detalle. Tiene un humor lógico en un grupo de chicos que hacen bromas soeces sobre sus respectivas madres y hermanas, tiene momentos donde se explora el difícil tránsito por la pubertad y el dejar atrás la niñez. Tiene horribles tragedias documentadas en viejos periódicos adornando la pared de una habitación, en contraste con un póster de New Kids On The Block. Tiene mucho que mostrarnos más allá de una sonrisa descarnada y una mirada asesina, y por eso merece un lugar en las salas de cine que, para sorpresa de nadie, pinta para ser duradero y para dejar una huella en el público. Y claro, te hará sentir un breve escalofrío cada vez que veas flotar un globo rojo cerca de tu persona.

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