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Hace un par de reseñas hice una especie de “acto de contrición del crítico cinematográfico” en el que, a grandes rasgos, manifesté mi intención de evaluar a las películas por el objetivo que se plantean a sí mismas, y no necesariamente juzgar toda realización sobre una injusta tabula rasa con elevadísimos estándares artísticos. Después de todo suena un poco dispar el pretender que un intenso drama “Oscareable” tenga las mismas aspiraciones que la simple misión de entretener de un “blockbuster” veraniego.

No sospeché que tendría que sufrir tan rápidamente después de una resolución así, gracias al estreno de ‘La gran fuga’ (‘Overdrive’, d. Antonio Negret), una película que podría pasar por entretenimiento vacío e inofensivo bajo la óptica más generosa, pero que más bien se la pasa intentando convencerte durante 93 minutos de que, en efecto, es tan mala como meter la lengua en un toma de corriente.

La acción comienza en Mónaco, en una subasta para hipermillonarios donde la puja más escandalosa es por un Bugatti 1937 valuado en más de 40 millones de euros. Acto seguido vemos como el preciado vehículo es robado por los audaces hermanos Foster: el rudo y silencioso Andrew (Scott Eastwood) y el locuaz e irreverente Garrett (Freddie Thorp). “Medios hermanos”, nos explican más adelante, cuando por enésima vez nos preguntamos por qué uno de ellos es tan inglés como el Big Ben mientras que el otro no podría ser más gringo si estuviera comprando armas en un autoservicio mientras vota por Trump. En fin, a la trama…

La complicada maniobra para robar el auto tiene éxito, pero el festejo de los Foster es muy breve. Resulta que le robaron el coche al tipo equivocado: un caricaturesco mafioso francés que colecciona autos históricos llamado Jacomo Morier (Simon Abkarian), quien está a punto de meterles un escopetazo a los insolentes pillos cuando ellos le interrumpen con la interesante propuesta de robarle un Ferrari 250 GTO 1962 de incalculable valor a su máximo rival.

Si Morier era un cliché hecho villano, su odiado oponente le dice “aguántame la cerveza mientras me retuerzo el bigote, vato”. Su nombre es Max Klemp (Clemens Schick), está tatuado como mafioso ruso (algo que no nos explican, pues sus orígenes parecen ser de buena cuna), se pasea descamisado por su propiedad y mete a sus asesinados en barricas de vino. Quiero creer que no guarda dichas barricas junto a las que tiene con vino legítimo, pues es obvio que un muerto en descomposición debe alterar el “bouquet” de toda la bodega, pero bueno… el caso es que Morier les de una semana a los Foster para perpetrar el robo del Ferrari, con la clara amenaza de darles muerte si no le cumplen.

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¡Ah, pero los Foster no trabajarán solos en esta misión aparentemente imposible! Tenemos a Stephanie (Ana de Armas), quien además de ser novia de Andrew es la experta hacker más guapa en la historia de la cinematografía. Ella a su vez integra al equipo a Devin (Gaia Weiss), la carterista callejera más guapa en la historia de la cinematografía. Y claro, reclutan a cuatro pilotos de autos deportivos que parecen escapados de un anuncio de Calvin Klein. El único feíto del grupo es un experto en explosivos cuya única aportación a la trama es hacer un breve chiste de gordos, pero así se las gasta esta historia.

Los problemas de esta cinta son muchos, pero intentaré enumerarlos todos para que sepas si vale la pena gastarte el dinerito que no te quemaste durante el Buen Fin en un boleto para este refrito idiota de ‘Rápidos y Furiosos’. Comencemos por decir que la peor película de esa serie parece ‘El Padrino’ al lado de ‘La gran fuga’, que ni siquiera tiene un título coherente en español porque NO SE TRATA DE UNA FUGA. Se trata de un robo. De un engaño (‘La gran estafa’ ya se ha usado mucho, imagino). De una traición, poniéndonos medio bíblicos con los conceptos. Pero no de una fuga. Está claro que después de un golpe criminal hay que fugarse, por supuesto, pues quedarse en el lugar de los hechos sería bastante estúpido. Pero no sé, eso sería como afirmar que lo que define a una hamburguesa es la catsup, ¿no?

Otra grave situación es que esta película jamás nos hace sentir que haya nada grave en juego. Sí, hay amenazas de muerte cada dos por tres para los protagonistas, pero ellos se desenvuelven con la absurda arrogancia de alguien que se sabe omnipotente e intocable. Comunicarle al público un desdén tan ilógico ante los imponderables del peligro hace que no nos importe realmente qué les pueda pasar.

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Esa ausencia de preocupación por los “héroes” es cualquier cosa al lado de los pésimos diálogos. Garrett se la pasa hablando y de repente es gracioso, pero en cuanto la trama pretende vendernos escenas de romance entre Andrew y Stephanie, o tensas negociaciones criminales entre los Foster y los gángsters rivales, caemos en una espiral de lugares comunes y franca ineptitud dramática.

Los fans de los automóviles de colección al menos podrán deleitarse la pupila con más de una veintena de coches impecablemente filmados. Pero en cuanto dichos coches clásicos se meten al terreno de las persecuciones en camino abierto ante veloces bólidos deportivos del año, toda ilusión de autenticidad sale volando por la ventana. Está clarísimo que los guionistas Michael Brandt y Derek Haas ignoran convenientemente el hecho de que manejar un Maserati o un Porsche 2017 es una experiencia que combina la velocidad a tope con la perfecta maniobrabilidad de la tecnología llevada al límite… y ponen a autos así a corretear a un Bugatti que tarda más que un Honda Civic 2011 en llegar a los 100 km/h, y cuyo manejo podría definirse como “transportar un refrigerador doble sobre un carrito de supermercado con una rueda floja”.

Perdón, lectores: esta película es muy mala. Sé que esto contradice un poco mi promesa de no ser tan exigente, pero les garantizo que hay muchas mejores opciones de entretenimiento allá afuera que no se llaman ‘La gran fuga’. Sí, muchos críticos han despedazado (injustamente, creo) a ‘La Liga de la Justicia’, pero la audiencia en su mayoría la está disfrutando. ‘Thor: Ragnarok’ es otra película muy divertida que aún está en cartelera, al igual que ‘Coco’. ‘Vuelven’, de la directora mexicana Issa López, vale la pena verse. O vayan a un museo, al parque, a donde sea. Aunque si quieren ver gente hermosa y coches hermosos, y el cine les importa poco, pues… no, perdón, ni así puedo recomendarla. Me voy, creo que están pasando ‘A toda máquina’ en el canal de pelis clásicas mexicanas, a lo mejor eso me pone de buenas.

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