Cuando Han conoció a Solo

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¿Qué tanto hay que saltar hacia atrás para contar una historia de orígenes? Depende en gran medida de los hechos que marcaron la personalidad de nuestro sujeto de atención, al punto de hacerlo identificable mediante los aspectos más simples (manerismos, muletillas y otros rasgos superficiales), pero sin olvidarse de sentar las bases de sus raíces más profundas como pueden ser el carácter, la fibra moral y una actitud ante la vida.

En ese sentido ‘Han Solo: Una Historia de Star Wars’ (‘Solo: A Star Wars Story’, d. Ron Howard) hace un trabajo eficaz para establecer a quien podemos nominar como el personaje más carismático, interesante y empático del universo Star Wars, el contrabandista que se autoproclamaba como “el mejor piloto de la galaxia” (con ciertos argumentos sólidos), que logró conquistar el corazón de una princesa y que siempre desafió a las probabilidades con tal de salirse con la suya. Damas y caballeros: Han Solo.

En la interpretación que hiciera legendaria Harrison Ford a lo largo de cuatro películas, Solo es un dechado de arrogancia y heroísmo renuente envuelto en un cierto misterio derivado del pasado turbio que dejaba entrever casualmente en conversaciones y situaciones fugaces. Ese historial era solamente un condimento más de lo que hacía memorable a su personaje, así que la misión de hacerle justicia a “la leyenda” era una tarea nada complicada. ¿Se logra ese objetivo? Digamos que… parcialmente.

Conocemos a Han (Alden Ehrenreich) como uno de tantos jóvenes que viven sojuzgados en Corellia, un planeta controlado por mafias donde la industria de ensamblaje de gigantescas naves espaciales requiere mano de obra esclavizada. Su gran amor es Qi’ra (Emilia Clarke), con quien tiene un ambicioso plan de escape para procurarse su propia nave y buscar suerte por el universo.

La planeada fuga de los jóvenes enamorados no resulta de acuerdo a lo planeado, así que Han se halla de pronto como un recluta más del Imperio Galáctico, luchando en guerras que encuentra innecesarias y metiéndose en problemas por su tendencia a la insubordinación. Los años han pasado, pero él sigue en busca de volver a Corellia para rescatar a Qi’ra, y la oportunidad llega en forma del forajido Tobias Beckett (Woody Harrelson), quien junto con sus secuaces Val (Thandie Newton) y Rio (la voz de Jon Favreau) buscan dar un golpe a un tren que transporta el combustible más poderoso y preciado de la galaxia: el Coaxium.

Nuestra trama se aparta del molde tradicional de las películas de Star Wars gracias a que no partimos de la premisa de “rebeldes buenos luchando contra el malvado imperio”. Tampoco hay una gran arma interplanetaria por destruir, ni guerreros Jedi armados con sables de luz. Este rincón del espacio está poblado por estafadores, gángsters, corruptos de todo nivel, informantes, forajidos, oportunistas y malvivientes, cuya marginalización con respecto a las leyes más elementales aporta un constante elemento de traición, flotando por los aires de manera ominosa.

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Tras un fortuito encuentro con quien se convertirá en su compañero fiel, el imponente wookie conocido como Chewbacca (Joonas Suotamo), Han intenta probarse con los experimentados criminales que le rodean con el fin de desertar de las fuerzas imperiales, participar de sus golpes criminales, reunir dinero para financiar la compra de una nave y recuperar a su chica. Las circunstancias se van complicando al punto de situarle en presencia de uno de los más poderosos mafiosos del universo, el igualmente cruel y sofisticado Dryden Vos (Paul Bettany). Este les confía una arriesgada misión en la que tendrán que echar mano de toda clase de argucias e improbables eventos para siquiera salvar sus vidas.

Es difícil contar más sobre la historia sin arruinar algunas de sus más gratas sorpresas, pero no es ningún misterio para quienes han visto los avances del filme que Solo también conocerá al propietario original del Millenium Falcon (una nave espacial tan icónica como codiciada): ese seductor caradura llamado Lando Calrissian (Donald Glover). La forma en que se desenvuelve la dinámica entre estos personajes termina por ser otro de los aciertos de la película, sobre todo por la comicidad contenida en el hecho de que ambos “truhanes Alfa” no pueden dejar de competir y tomar ventaja entre sí, a menudo con consecuencias funestas.

Pero la pregunta evidente es: ¿Es este el Han Solo que estamos buscando? Quizá aquí reside la cuestión que dividirá opiniones en lo que a expectativas se refiere: no, el Han Solo que conoces desde la película de 1977 no vive del todo en la caracterización de Ehrenreich. Y de alguna forma es lógico. Las circunstancias que han de forjar al personaje apenas comienzan (aunque hay un momento definitivo que resuelve drásticamente la polémica sobre si Han es de los que “dispara primero”). La sonrisa sardónica y los atisbos de arrogancia están presentes, pero también hay otros tonos que no son del todo consistentes… incluso a lo largo de hechos contenidos en esta precisa historia.

No debe extrañarnos. La película reemplazó a los directores originales (Phil Lord y Christopher Miller) tras un tortuoso proceso de filmación y rodaje, así que el veterano Howard fue traído como relevo de lujo con la abrumadora responsabilidad de sacar la cara por la franquicia. Se nota: hay escenas prolongadas cuyo flujo parece haber sido alterado de última hora para obedecer a otra narrativa (al parecer la visión original era más oscura y ominosa que el tono actual). Tampoco es algo caótico o incongruente, pero el resultado final sí denota una aproximación tentativa a la personalidad del protagonista, así como la de varios de los personajes complementarios. Como historia de orígenes, ‘Han Solo’ se siente poco comprometida, como salir a tomar aire muy rápidamente tras una zambullida en la que pudimos haber alcanzado el fondo del estanque ejerciendo un poco de paciencia.

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Eso de ninguna manera condena al filme. Si bien no hay tantas secuencias de acción, las existentes son ejecutadas con pericia e imaginación. El asalto al tren de combustible tiene un ritmo emocionante y concluye espectacularmente. ¿Y la esperada secuencia donde vemos al fin cómo es que Han se convierte en el único piloto que completó la ruta Kessel “en 12 parsecs”? Digamos que justifica la espera, en un recorrido donde todo lo que puede salir mal, efectivamente, sale mal. Aún así nuestros héroes se las ingenian para lograr el objetivo.

En lo personal siento que el guion pudo ser más dinámico con los diálogos, la fotografía luce demasiado oscura en ciertos pasajes, y además tenemos la presencia de una androide (L3-37, en la voz de Phoebe Waller-Bridge) cuya agenda “liberada” suena como una forzada inclusión políticamente correcta, destinada a generar algo de innecesario discurso sobre igualdad embarrado de comedia. No fue muy de mi agrado.

El balance final, contra muchos pronósticos, resulta positivo. Mientras más se aparta ‘Star Wars’ de la formulaica táctica que ha explotado hasta el cansancio, más podemos extraer de sus mitos y personajes. ‘Han Solo: Una Historia de Star Wars’ es a ratos un Western, en otros es una película de atracos, luego deriva en un “buddy film” y se topa ocasionalmente con su espíritu tradicional, pero con buena fortuna a su paso. Las actuaciones cumplen, y en los casos de Glover, Bettany y Harrison llegan incluso a destacar. Hay esperanzas para que las futuras aventuras permitan a Ehrenreich hallarse del todo a gusto en la piel de Solo, y si todo lo anterior aún no te convence… bueno, siempre nos quedará ver a Han y a Chewie sentados ante los controles del Millenium Falcon, prestos a saltar al hiperespacio. Momentos así nunca están de sobra.

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