Cuando hablamos sobre el peligro sísmico que afecta a Estados Unidos la gran mayoría de las personas solo lo asocian con la falla de San Andrés, en California. Sin embargo, hay un peligro aún más grande y que por cientos de años ha permanecido en silencio al no registrar sismos ni de mediana magnitud por largos periodos: Cascadia.
Siglos de tensión se han acumulado frente las costas desde el norte de California, Estados Unidos, hasta el sur de Columbia Británica, Canadá. Cascadia tiene el potencial generar un terremoto de magnitud 9.0; esto se sabe por los años que se ha acumulado la tensión a lo largo de toda la falla de más de 1100 km de longitud.
Video en inglés sobre la tectónica involucrada en la costa noroccidental de Estados Unidos:
Para el caso de Cascadia, las placas involucradas son Juan de Fuca que subduce bajo la placa Norteamericana a razón de 2.6 cm por año. Si tomamos en cuenta que la fecha del último gran terremoto ocurrió en 1700, en 316 años sin un gran sismo, se ha acumulado un potencial desplazamiento de 821.6 cm (8 metros) y esto incide directamente en la magnitud del sismo pero al igual que en todo el mundo no se sabe “¿CUÁNDO?”.
Después del terremoto –si es de magnitud gigante como se espera– ocurrirá un gran tsunami que no solo golpearía la costa occidental de Estados Unidos sino que se desplazaría por todo el Pacífico impactando países costeros a miles de kilómetros. Esto ya ocurrió en Japón, en 1700, y fue llamado el “Tsunami huérfano” ya que para ellos era desconocido que lo provocó un gran terremoto en Cascadia.
Se sabe que han ocurrido al menos 40 grandes sismos en los últimos 10,000 años gracias al estudio de los sedimentos costeros generados por tsunamis históricos que dejaron su huella. Estos estudios revelan que se han producido sismos magnitud igual o superior a 9 en intervalos de hasta 500 años.
Video en inglés sobre la evidencia tsunamis originados por grandes sismos en Cascadia:
La Agencia Federal para la Gestión de Emergencias de EE.UU. (FEMA, por sus siglas en inglés), ha hecho cálculos y mencionan que si se produce una ruptura total de la falla, el sismo y posterior tsunami que afectaría un área inundable en la que viven más de 70,000, cobraría la vida de más de 13,000 personas afectando seriamente ciudades como Seattle, Olimpia, Portland y Salem al igual que Vancouver en Canadá. Además, hará que más de un millón de personas deban abandonar sus hogares; también han proyectado que el sismo dañaría seriamente infraestructuras básicas como puentes y carreteras, interrumpiéndose el suministro eléctrico y de agua en algunas zonas durante semanas o incluso meses. Cabe destacar que aún no han desarrollado una alerta sísmica de las cuales solo las posee México y Japón.
Los grandes riesgos al que está expuesta la gran mayoría de la población son los edificios que no han sido diseñados para soportar sismos de gran intensidad (generados por sismos de muy gran magnitud). Estos edificios incluyen hospitales, escuelas, estaciones policía y bomberos; recientemente han comenzado a reforzar muchas estructuras para hacerlas sismorresistentes pero es un proceso que toma años y millones de dólares que no muchos están dispuestos a invertir.
Del 7 al 10 de junio se realizaron simulacros –ante la amenaza real que representa Cascadia– en una operación coordinada entre todos los niveles de gobierno, sector militar y el sector privado para ensayar una operación de respuesta de campo simulando un terremoto de magnitud 9.0 y el consecuente tsunami; esta sería la situación de desastre más compleja a la que se podrían enfrentar los cuerpos de rescate, autoridades de Protección Civil, entidades privadas y la comunidad en general.
En el simulacro participaron aproximadamente 20 mil en representación de varias agencias federales, las fuerzas armadas estadounidenses y administradores de respuestas de emergencias estatales y locales de Washington, Idaho, Oregon, tribus indígenas y funcionarios de Columbia Británica (Canadá).
Uno de los objetivos centrales de los ejercicios es probar cuán bien trabajarán juntas las diversas entidades para minimizar la pérdida de vidas y los daños cuando ocurra este gran terremoto; durante el simulacro se ensayó la capacidad de comunicarse sin internet, sin teléfonos ni celulares, se probaron las formas de entregar ayuda en condiciones de emergencia y las capacidades de la Guardia Nacional en labores de búsqueda, rescate y evacuación.
Mucho tendrán que aprender en esta zona de Estados Unidos sobre cómo responder ante las emergencias al no tener una experiencia previa, pero sobre todo, los habitantes tendrán que ser conscientes que este es un peligro real y latente que no deben subestimar porque no hay testigos ni relatos históricos de un evento similar. Esta última idea la podemos aplicar en México con las nuevas generaciones que no vivieron el desastre de los terremotos de 1985; estas historias las consideran –quienes no han sido testigos de un desastre– como simples relatos y recuerdos sin tomar en cuenta que algún día habrá de presentarse otro sismo de gran magnitud.
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Alvaro Velasco