Una segunda oportunidad

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¿Crees en las segundas oportunidades?

Para algunas personas resulta muy complicado perdonar y ofrecer una segunda oportunidad a quien les hizo algún daño emocional o físico. Pero cuando hablamos de niños y adolescentes que aún no logran definir una personalidad, ¿qué tan factible -y sobre todo conveniente- resulta intentar encausarlos?

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Alex tiene 21 años, pero desde muy joven creció en un ambiente rodeado de drogas y delincuencia en la Colonia Morelos, aquí en la Ciudad de México. Circunstancia que desafortunadamente lo llevó a formar parte de los grupos juveniles que cometen acciones fuera de la ley.

Así como a le ocurrió a otros jóvenes que conoce, Alex terminó un día en un juzgado. Después de ser detenido, su caso fue analizado y fuera de poseer intenciones criminales, quedó claro que simplemente era una víctima más del ambiente, la falta de educación y la ausencia de guía y protección familiar que necesitan los adolescentes.

Por eso Alex recibe una segunda oportunidad, ingresando a una fundación en lugar de a una cárcel, donde seguramente sería reclutado por delincuentes que le enseñarían lo mismo que los amigos de su colonia, pero a un nivel más extremo.

Esa confianza y la oportunidad de cambiar su vida le brindan a Alex la seguridad que necesitaba para dirigirse hacia otro camino. Un camino que lo lleva a convertirse ahora en un colaborador más en la misma fundación e impartir cursos para otros jóvenes en dependencias del gobierno que intentan ayudar a niños y adolescentes que como él, son vulnerables ante las tentaciones y las malas compañías.

¿Pero a qué se debe la frecuencia de casos delictivos en niños y adolescentes?

Entre los nueve y los 12 años de edad, el cuerpo humano se encuentra en plena transformación cerebral, generándose una infinidad de conexiones que convierten a los niños en seres capaces de procesar un razonamiento abstracto y la argumentación entre lo fascinante y lo temible, lo que está bien y lo que está mal.

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¿Qué es esto en palabras simples? Pues que desarrolla nuevas habilidades para explorar su individualidad, empieza a reconocer lo que siente y establece mecanismos para regular sus emociones. Es lo que algunos llaman “definir la personalidad y el carácter”.

A partir de los 15 años, en las mujeres las principales amenazas para su integridad son los embarazos no deseados y el suicidio; mientras que para los hombres lo más frecuente son los accidentes automovilísticos y la violencia derivada de enfrentamientos y conductas criminales.

Según un artículo en Nature Human Behaviour, más del 90% de los adolescentes varones cometen actos ilegales, pero también afirman que casi siempre se corrige este comportamiento antisocial con el paso del tiempo.

La edad en que cometen crímenes comienza entre los 8 y los 14 años, alcanza su cumbre entre los 15 y los 19, y se acaba progresivamente entre los 20 y 29. Otro resultado que arroja el estudio es que de la minoría de jóvenes que continúa con estas conductas delictivas, además de iniciar a temprana edad, tuvieron una infancia marcada por los abusos y la falta de atención de los padres.

¿Y qué pasa con aquellos casos mínimos de hombres que no cometen delitos durante la infancia y mucho menos en la edad adulta?

Pues que al tratarse de algo “normal” en la adolescencia, los niños que nunca sienten curiosidad o se dejan llevar por sus amigos y compañeros, son algunos de los menos aceptados que se describen así mismos como excesivamente controlados, con poca confianza social y que tuvieron sus primeras experiencias sexuales más tarde que los demás.

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Esto puede escucharse no tan agradable, pero los expertos que hacen la investigación con el material sobre la materia acumulado desde 1993 demuestran también que si bien parte de estos adolescentes son parcialmente excluidos durante esa edad, acaban teniendo más éxito en la vida.

Santiago Redondo, profesor de criminología y psicología de la Universidad de Barcelona asegura que la mayoría de los jóvenes van a dejar de delinquir de manera natural por la maduración cerebral que sucede entre los 18 y los 22 años, ayudados por la reintegración social, la educación, por un trabajo y hasta por una pareja, que representan intereses alejados de una vida delictiva.

Pero también dice que en algunos casos, cuando se aplican medidas muy duras como condenas en la cárcel, en lugar de que se le ayude, el joven perderá estos alicientes de la reinserción social y prolongarán su conducta fuera de la ley.

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Después de escuchar el testimonio de Alex y los datos que esta investigación reveló, te invito a la reflexión nuevamente: ¿Crees que se puede dar una segunda oportunidad a los jóvenes que cometen delitos?

Obviamente deben considerarse muchos puntos, como la edad, el ambiente social y familiar, el tipo de delito y estudios psicológicos. Pero tal vez en alguna de esas segundas oportunidades, existe la posibilidad de darle una nueva vida a un joven.

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